Bariloche: la otra cara del Nahuel Huapi
El brazo Tristeza, un sector poco transitado del gran lago patagónico, permite internarse en el bosque virgen hasta alcanzar una cascada mágica
29 de enero de 2017
La sorprendente cascada del arroyo Frey, sobre la piedra lisa - Créditos: Alfredo Leiva
SAN CARLOS DE BARILOCHE.– En un extremo del pequeño muelle de la Bahía López, el Kaikén está listo para otra salida. Espera la llegada de los pasajeros que esa tarde van a vivir la experiencia de navegar un brazo del lago Nahuel Huapi poco conocido y rodeado de vegetación virgen, por donde no hay rastros del hombre.
La exuberancia del brazo Tristeza deslumbra y el repaso por su historia y sus leyendas que hace Nicolás de la Cruz, un andinista experimentado que bajó de la montaña para incursionar en la aventura náutica, hacen la travesía aún más atractiva.
Nicolás oficia de anfitrión de los 14 navegantes, un día soleado como pocos en este verano inestable. Luego de las explicaciones de rigor por cuestiones de seguridad, el barco se aparta del muelle y se aleja de la bahía donde quedan los bañistas de ocasión y un abanico de camionetas con remolques de las embarcaciones que navegan por el lago.
En la cabina hay sillones y mesas amplias que convierten el interior del barco en el living de una casa de campo. De inmediato viene la primera referencia histórica, mapa mediante, del brazo Tristeza, cuyo nombre remite a la frustración de los colonos chilenos que quisieron desarrollar un paso más accesible para transportar mercancías a través de la cordillera de los Andes, pero no pudieron por allí abrir un camino de conexión terrestre.
El brazo que forma el lago a escasos metros de la Bahía López (ubicada en el kilómetro 32 del Circuito Chico) llega a tener 250 metros de profundidad y sólo 1200 metros de ancho. Al estar rodeado de montañas de rocas pulidas por los glaciares que cubrieron esta superficie 5000 años atrás, está resguardado del viento y durante todo el trayecto se pueden contemplar los cerros López y Capilla. Además, sólo por unos minutos se puede apreciar la cumbre con nieves eternas del Monte Tronador (3450 msnm), la montaña más alta de Bariloche, que en realidad es un volcán inactivo desde hace miles de años.
Camaradería a bordo
En el barco el ambiente es íntimo y de camaradería. Sólo puede trasportar 15 pasajeros y en cuestión de minutos comienzan las conversaciones cruzadas entre todos. En el exterior se respira el aire patagónico.
Nicolás, paciente, atiende las consultas. Su profesión de geólogo le permite dar parte de las respuestas. Pero pesa mucho más su experiencia en la montaña, aunque no la saque a relucir e incluso intente minimizarla aun cuando algún excursionista sepa que es un guía de alta montaña de amplia trayectoria, escalador en roca y hielo, con múltiples ascensos a distintos cerros de la cordillera de los Andes, los Alpes y el Himalaya, donde subió al Shisha Pangma. “El más bajo de los 8000 (metros)”, aclara. Su hermano Sebastián, unos años menor, es otro de los próceres de la montaña con infinidad de logros, entre ellos la cumbre del K2, la segunda montaña más alta del mundo, en el Himalaya.
A pesar de ser hombre de montaña desde hace algunas temporadas Nicolás eligió la navegación. “Siempre me gustó la actividad náutica. El lago es único, es un lugar amplio, plano y Bariloche es un destino increíble que lo tiene todo”, afirma este guía de 51 años que además de escalador y andinista fue encargado del refugio Frey (ubicado en el cerro Catedral) por 15 años, hasta que en 2007 decidió descender la montaña y dejar esa aventura para sumergirse en otra al formar una sociedad para explotar la tercera excursión lacustre de Bariloche (Isla Victoria y Puerto Blest son las más populares), que se realiza todo el año y que transporta a unos 2000 pasajeros anuales.
Fuerza natural
Mientras las historias se multiplican entre los pasajeros, el Kaikén sigue su paso surcando las aguas del Nahuel Huapi a 15 kilómetros por hora. Ya estamos internados en el medio del brazo y Nicolás indica las cascadas que brotan con abundante agua producto de las lluvias de las últimas semanas, entre la montaña boscosa colmada de cohiues y cipreses. Enfrente se evidencia una ladera con menos vegetación por efectos del viento y también sobresalen los árboles quemados que quedaron en pie luego de devastadores incendios que datan de 1985, según el guía.
La travesía tiene el plus de un ambiente familiar, relajado, “donde nos terminamos conociendo todos y se recorre un lugar en estado prístino, una reserva natural estricta donde no hay rastro humano”, destaca Nicolás.
El concepto de la travesía –que se realiza de manera regular desde 2013– es distinto a las tradicionales excursiones del lago donde navegan más de cien personas en enormes catamaranes. Acá efectivamente se genera una familiaridad que permite conocer, por ejemplo, a Ana Lucía Guimaraes y Ricardo Pedreira, una pareja que reside en Brasilia y que encuentra en Bariloche similitudes con Río de Janeiro. O a Néstor Nyari y Andrea Tazaki, que llegaron desde Lanús, y Cecilia Pérez y su hijo Ezequiel Bernales, de El Palomar, llegados de un recorrido por toda la región.
Luego 15 kilómetros en poco más de una hora de navegación, el Kaikén se detiene en el extremo del brazo Tristeza a pocos metros de un pequeño muelle de maderas viejas. A partir de ahí se inicia la pequeña aventura de subir a un bote (con capacidad para cuatro pasajeros, más el guía y un ayudante) que se desliza con la fuerza humana a través de una soga tensa.
Una vez en la costa, se abre otro capítulo de la travesía: el sendero para llegar a la imponente cascada del arroyo Frey. La caminata es de baja dificultad, apta para cualquiera. Se atraviesa un sendero natural que sólo interrumpen cada tanto los enormes árboles que se han caído. El sonido del arroyo acompaña el trekking en el bosque andino patagónico, donde predominan los coihues que siempre tienen sus hojas verdes y forman un colchón en el piso.
Del llanto a la contemplación
El trayecto de unos 40 minutos a paso lento y con paradas para recibir explicaciones de la flora y el entorno, desemboca en una enorme cascada de unos 25 metros cuya agua se desliza rápidamente por una superficie de piedra lisa donde algunos niños locales –que llegan hasta allí con sus padres en semirrígidos, veleros o lanchas, ya que no hay acceso terrestre a este paraíso– se lanzan sobre culipatines como por una gran pista de nieve pisada.
Nicolás tiene un estudio casi sociológico del comportamiento de los turistas al descubrir la cascada: “Primero se acercan al salto de agua, algunos lloran, es evidente que les produce una emoción muy fuerte, y de a poco se van alejando y se dispersan para sentarse a contemplar el paisaje”.
Efectivamente, en cuestión de minutos, luego de las fotos de rigor junto a la gran cascada, uno a uno se alejan y dispersan por la planicie. Algunos, como Néstor, aprovechan una especie de pozón para mojar los pies en esta agua por demás natural. Otros, como Ana Lucía y Ricardo, se sientan a contemplar el paso del agua con tanta fuerza que genera un sonido ensordecedor.
“Acá les damos media hora para no hacer nada, para bajar los decibeles, y a la vuelta les propongo que vayan en silencio por el bosque, a su ritmo. Para muchos tal vez es el único espacio de silencio en un bosque que tengan en el año”, dice Nicolás.
Un vez en el barco, se inicia la última etapa de la navegación para regresar con el entusiasmo renovado. “Me gustó mucho por lo agreste y natural”, dice Néstor y su esposa destaca: “Se vive la naturaleza en su máxima expresión”. La travesía se extiende por unas cinco horas hasta pisar nuevamente la Bahía López, previo a recibir a bordo un lunch y bebidas (la excursión que parte a la mañana ofrece almuerzo).
“En Brasil tenemos una vegetación muy linda, acá es diferente e igualmente diversa y la historia del lugar hacen que se componga algo maravilloso”, remarca Ana Lucía, que junto a su esposo decidieron, a contramano de la mayoría de los brasileños, conocer Bariloche en verano.
Cecilia se despide de la travesía con una mirada reflexiva: “Esperemos que se mantenga así, agreste; cuanta menos intervención humana, mejor”.
El barco asoma al atardecer en la Bahía López, con aguas tranquilas y pocos bañistas ya en el agua porque la pared montañosa del cerro López anticipa la sombra aunque falte mucho para que caiga la tarde.
Datos útiles
La excursión
El tour por el brazo Tristeza cuesta $ 1400 por persona e incluye transfer, comida, bebida y navegación. Durante el verano hay salidas a las 9:30 y las 15, desde Bahía López, kilómetro 32 del Circuito Chico (se debe hacer reserva previa). www.brazotristeza.com o por el (0294) 154412240.
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