
Brasil colonial
Ouro Preto, en el estado de Minas Gerais, ofrece una postal brasileña distinta, detenida en el siglo XVIII, con sus calles de piedra, una increíble colección de iglesias y capillas..., y sin playa a la vista
12 de septiembre de 2010
OURO PRETO.- Una leve brisa invade la noche, que parece envuelta en un silencio casi sepulcral. Las fachadas de las iglesias lucen solitarias y, a medida que uno comienza a desandar el zigzagueante camino, a lo lejos se escucha una canción de Lady Gaga ( Bad Romance , uno de sus hits). Ahí, en la casa de donde viene el sonido, un grupo de jóvenes bebe cerveza. Luces bajas, charlas y una imagen que se repite en residencias de estudiantes al seguir la caminata bajo un cielo estrellado.
A la mañana siguiente, la quietud sigue siendo una característica principal y en la entrada de una de las trece iglesias de la ciudad se escucha el mismo tema de la cantante pop norteamericana.
Si hubiera que adivinar en qué país se está, probablemente pocos arriesgarían que se trata de Brasil, a 400 kilómetros de Río de Janeiro. Pero la realidad indica que ese pasaje de la noche a la mañana transcurre en Ouro Preto, ciudad colonial en el estado de Minas Gerais, a casi 100 kilómetros de Belo Horizonte, la capital estadual.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, este pequeño reducto de coloridas casas bajas, calles de piedra y paisajes sinuosos se asemeja más a una aldea europea de otros tiempos, sin ciertas características brasileñas tan familiares para los argentinos.
En Ouro Preto, cuyo mayor esplendor data de los tiempos en los que la búsqueda de oro no cesaba en esta zona, se puede pasar más de un día entero sin escuchar una canción de música brasileña. Tampoco nadie sentirá los aromas a especias o aceite de coco, olores más característicos de aquellos destinos turísticos como Río de Janeiro o Bahía. La clásica comida callejera no está y, obviamente, no hay playa. La oferta culinaria, en cambio, muestra restaurantes más sofisticados de comida mineira, donde se sirve el feijao tropeiro , que lleva porotos, arroz y, además, panceta, huevo, cebolla y harina de mandioca. Se trata de otro Brasil, pero con historias igual de interesantes, bellos paisajes, arte barroco y caminos de piedra que invitan al visitante.
Fundación de Villa Rica
La historia de Ouro Preto (su primer nombre fue Villa Rica) se remonta a finales del siglo XVII. Los primeros en acercarse a la región fueron los Bandeirantes, que se dedicaban a la caza de indios para el mercado de esclavos. Hasta que un mulato, sediento, se acercó a un río serrano y en un recipiente juntó agua. Luego de tomarla, contempló que en su vaso había unas piedritas negras, las cuales fueron a parar a las manos del por entonces gobernador de Río de Janeiro, que descubrió que se trataba de oro recubierto por una capa de óxido de hierro. Desde entonces, distintas expediciones partieron en busca del pico de Itacolomi en las sierras de Mina Gerais, sitio que se convirtió en objeto de deseo.
Quien dio con el lugar fue el grupo comandado por Antonio Dias de Olivera, en 1698. Fue cuando desde diferentes partes de Brasil se volcaron hacia la actual zona de Ouro Preto. Producto de la cantidad de campamentos que se asentaron en la zona, el gobernador Antonio de Albuquerque Coelho de Carvalho unificó algunos poblados y, en 1711, fundó Villa Rica de Albuquerque, luego denominado Ouro Preto (oro negro).
Ouro Preto se convirtió en uno de los sitios más importantes de la antigua Estrada Real, un camino de aproximadamente 1400 kilómetros, que unía Diamantina con el puerto de Paraty, desde donde las piedras preciosas y los metales partían a Portugal. A mediados del siglo XVIII, la producción de oro alcanzó su apogeo y, con ella, Ouro Preto, que ya era la capital del estado al haber desplazado a Mariana, la primera ciudad de Minas Gerais, se convirtió en uno de los lugares más ricos de Brasil. Sin embargo, a las puertas del siglo XIX, el oro comenzó a escasear y empezó la decadencia de la ciudad y el corrimiento de la capital de Mina Gerais hacia Belo Horizonte.
Tierra de desvelo para aventureros y buscadores de oro, hoy Ouro Preto recibe a turistas ávidos por conocer un sitio que parece enclavado en el tiempo, como si aún uno estuviera en el siglo XVIII y quisiera ver las iglesias coloniales de aquellos tiempos o piezas del arte barroco, apoyados en la figura del Aleijadinho. "Llegan turistas de todas partes, pero la mayoría son franceses", cuenta José Natividad Tello Rodríguez, guía turístico panameño, que vive hace más de dos décadas en Brasil.
Para caminar
Ouro Preto es la perla de las ciudades históricas de esta región, de un recorrido turístico que comienza en Belo Horizonte como cabecera y también propone visitas a Tiradentes, Congonhas, Mariana o São João del Rei.
La ciudad invita a caminar. A recorrer sus irregulares calles de piedra colonial con calzado cómodo, y subir y bajar sus empinadas pendientes. A esta ciudad, hoy dominada por casas coloniales convertidas en coloridas posadas para los visitantes, los estudiantes, que van a la universidad federal, son quienes le dan un aspecto juvenil a la población de 60.000 habitantes y le entregan cierto tono bullicioso a las tardes cuando en otoño e invierno el sol empieza a irse (el verano es época de lluvias). Los estudiantes viven aquí en grupos, en las repúblicas, que se cuentan de a centenas. Son casas, muchas identificadas con banderas, habitadas por entre 12 y 28 estudiantes. "No hay que pagar alquiler, sólo hacer tareas de mantenimiento", explica Rafael, uno de los estudiantes que se aloja allí.
El recorrido por Ouro Preto puede comenzar en la plaza Tiradentes, la principal, cuyo nombre es en honor a Joaquín José da Silva Xavier, que fue el líder de la Inconfidência Mineira de 1789, movimiento independentista abortado por la corona portuguesa, que condenó a muerte a Tirandentes (así lo llamaban). Su cabeza colgó en donde hoy está la plaza principal.
Desde aquí es fácil llegar al Teatro Municipal, el más antiguo de América latina en funcionamiento, o ir al Museo de la Inconfidência o a la Casa dos Contos, uno de los edificios civiles más importantes. Vale la pena apreciar las fuentes originales o los puentes de piedra, así como recorrer el mercado de artesanías, donde se venden piezas religiosas o de decoración elaboradas en piedra jabón. Cuando cae la tarde es agradable sentarse en alguno de los bares de la calle Conde de Bobadilla y beberse una cachaça.
El Aleijadinho
Al lado del Ayuntamiento está la iglesia de Nuestra Señora do Carmo, desde donde se contempla una bonita vista. En Ouro Preto hay ocho capillas y trece iglesias (la mayoría cobra una entrada de entre 2 y 3 reales), de las cuales la más interesante es la de San Francisco de Asís, en la parte alta del poblado y donde se percibe en toda su dimensión la obra de Aleijadinho, quizás el mayor artista del Brasil colonial y quien reinventó aquí el barroco europeo. Su nombre era Antonio Francisco Lisboa, nacido en Villa Rica, en 1738. Su madre era esclava y su padre, un reconocido arquitecto portugués. Aleijadinho (lisiadito), llamado así por padecer una enfermedad que le atrofió los miembros, hizo los planos y ejecutó la obra de esta iglesia, para muchos la joya de Mina Gerais.
Techo con las pinturas de Manuel da Costa Ataíde, altares con ornamentación y finas tallas distinguen esta iglesia, en la que Aleijadinho esculpió en piedra jabón los medallones de la fachada. Aunque para apreciar la obra de este artista en toda su dimensión es necesario ir a Congonhas al santuario del Bom Jesús, donde se encuentran las esculturas de los profetas hechas por él, así como las siete capillas, con más tesoros escultóricos, que muestran la crucifixión de Jesús.
El circuito religioso de Ouro Preto también propone una visita a la iglesia de Nuestra Señora del Pilar, la principal por entonces. Aquí se dice que hay más de 420 kilos de oro entre los ornamentos y las imágenes. En una de las piezas traseras se exhibe una cómoda de ocho metros, la más larga de Mina Gerais.
De centro de la fiebre del oro a convertirse en un reducto estudiantil y turístico. En 1933, Getúlio Vargas, que fue presidente de Brasil, declaró a Ouro Preto patrimonio artístico nacional por el valor de sus iglesias, lo cual luego llevó a que la ciudad fuera nombrada, en 1980 (el domingo último se cumplieron 30 años), como Patrimonio de la Humanidad (Unesco). Desde entonces se determinaron restricciones a la construcción y sólo se permite levantar edificaciones coloniales, que detienen en el tiempo a Ouro Preto, esa ciudad que es otro Brasil.
DATOS UTILES
Cómo llegar
Por distintas compañías, los pasajes a Belo Horizonte desde Buenos Aires, con escala en San Pablo, cuestan desde 563 dólares. El trayecto de 93 kilómetros a Ouro Preto se hace por tierra.
Dónde comer
Bené da Flauta, calle San Francisco de Asís 32, www.benedaflauta.com.br . Casa dos Conitos, calle Camilo de Brito 21, www.casadoscontosrestaurante.com.br
Más información
Comité Visite Brasil, Embajada del Brasil en Buenos Aires.
Cerrito 1350. Tel: 4515-2422
turismo@brasil.org.ar
www.brasil.org.ar/comite-visite-brasil
Cerrito 1350. Tel: 4515-2422
turismo@brasil.org.ar
www.brasil.org.ar/comite-visite-brasil
BAJO TIERRA
A 9 kilómetros de Ouro Preto se encuentra la mina de Passagem, lugar que permite situarse más en aquellos tiempos de la fiebre del oro y experimentar bajo tierra ciertas sensaciones por las que pasaban los mineros. Este sitio se abrió en 1819 y, de aquí, se extrajeron 35 toneladas de oro. Desde 1985 esta mina funciona para el turismo. El atractivo es descender 120 metros en un carrito, similar a los de una montaña rusa, y se llega a un túnel, donde es posible apreciar restos de arsénico, grafito y oro. "Aquí trabajaban 1600 mineros divididos en turnos de seis horas; se jubilaban a los 15 años, por trabajo insalubre", cuenta el guía de la excursión. Bajo tierra hay otra actividad que envalentona a los aventureros: bucear en aguas subterráneas y seguir descendiendo. Entrada, sin buceo, 24 reales.
TIRADENTES, DE NOVELA
Otra de las interesantes y bonitas ciudades que es posible visitar desde Belo Horizonte, punto de entrada para recorrer Mina Gerais, es Tiradentes, a algo más de 200 kilómetros de la capital del estado. Tiradentes, nombre que recibe en honor a uno de los líderes de la Inconfidência Mineira, fue muchas veces escenario de las clásicas novelas o películas brasileñas que se desarrollan en épocas coloniales. Hoy hay cierto furor turístico en esta ciudad, donde se instalaron 360 posadas y para muchos brasileños es un agradable paseo de fin de semana. Es interesante caminar por las pintorescas calles de piedra y subir por las empinadas pendientes hasta la iglesia de San Antonio, cuya fachada fue reformada por Aleijadinho. No deje de beber agua de la Fuente de la Felicidad, que tiene tres bocas y, según cuenta la leyenda, al tomar el agua de cada una de ellas se obtendrá amor, dinero y salud.
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