Casas con historia: aquí vivió un grande
La intimidad de Pablo Neruda, el sitio de inspiración de Frida Kahlo y los recuerdos de García Márquez en Aracataca, en estas viviendas-museo de destacadas personalidades, que abren las puertas para recibir visitantes
24 de julio de 2016
La intimidad de las personalidades públicas siempre llama la atención. Y como es mucho lo que se puede aprender a través de los lugares y objetos que rodearon su vida cotidiana, es frecuente que sus casas se hayan convertido en espacios aptos para las visitas de turistas, aficionados y curiosos. La idea es deducir, a través de los estilos de vida, las motivaciones de las obras; conocer aspectos de la personalidad y detalles que de otra forma serían irrecuperables. Elegimos las moradas de ocho figuras destacadas de la cultura latinoamericana del siglo XX para hacerles una visita.
1. Las casas de Pablo Neruda (en Santiago, Valparaíso e Isla Negra, Chile)
El poeta chileno, ganador del Premio Nobel, tiene una fundación que lleva su nombre y que fue creada en 1986, con el objeto de preservar su legado y acercar el público a su obra. Las tres casas chilenas en que vivió (La Chascona, La Sebastiana y la de Isla Negra) pertenecen a esa Fundación. Aunque la construcción de La Chascona (en el Barrio Bellavista, de Santiago) fue encomendada al arquitecto catalán Germán Rodríguez Arias, por todos los aportes que hizo Neruda, hasta Rodríguez tuvo que reconocer que la casa terminó siendo una creación más del poeta que propia. En la actualidad allí se conservan obras de pintores chilenos y extranjeros, una colección de tallas africanas en madera y otra de muebles y objetos del diseñador Piero Fornasetti. También están los ambientes de Neruda, como su comedor, con la vajilla y cuchillería originales. El precio de la entrada (12 dólares) incluye audioguía y hay tienda para llevarse regalitos.
Se conoce como La Sebastiana a la mítica casa que el poeta tenía en Valparaíso y en la que le gustaba pasar fin de año. Con una vista privilegiada, fue restaurada en 1991 y exhibe una colección de mapas antiguos, reliquias del puerto y piezas curiosas, como cajas de música y un viejo caballo de carrousel tallado en madera.
La casa de Isla Negra (a 115km de Santiago de Chile) es la más particular de las tres. Construida como un barco, tiene techos bajos, pisos de madera crujientes y pasillos estrechos donde Neruda guardaba sus colecciones más insólitas: mascarones de proa, pipas, botellas, máscaras, fotos de sus poetas favoritos, barquitos embotellados, réplicas de veleros y una colección de caracoles traídas de todo el mundo. Para más detalles, www.fundacionneruda.org.
2. La Casa Azul de Frida Kahlo (en Coyoacán, México)
Ella es un símbolo del arte latinoamericano, de la lucha de la mujer por sus derechos, de la resiliencia y también de la sublimación. Y como su obra está muy relacionada con su intimidad, tener la posibilidad de conocer su casa es todo un tesoro. Algunos hasta dicen que gran parte de su universo creativo está escondido en la Casa Azul, el lugar donde nació y murió. Ubicada en uno de los barrios más bellos y antiguos de Ciudad de México, fue convertida en museo en 1958, cuatro años después de la muerte de la artista. Hoy es uno de los más concurridos en la ciudad: mensualmente recibe cerca de 25.000 visitantes, 45% del exterior. Además de objetos personales y vestidos, se pueden ver algunas de las obras de la artista como Viva la Vida, Frida y la cesárea y Retrato de mi padre Wilhem Kahlo. También hay patio con esculturas, confitería y un salón de exposiciones temporales. La entrada cuesta alrededor de 7 dólares. Más Información en www.museofridakahlo.org.mx.
3. Las casas de Rubén Darío (en Ciudad Darío y León, Nicaragua)
Cuenta la historia que el poeta nicaragüense más importante nació por circunstancias imprevistas en el pueblo de Metapa, que tras su muerte fue rebautizado como Ciudad Darío. Según dicen, su madre, doña Rosa Sarmiento, vivía en León y con el embarazo avanzado recibió a su tía Josefa, que llegaba de Metapa para hacer compras. Entonces Rosa quiso acompañar a su tía en una carreta halada por bueyes para ayudarla a llevar la mercadería que había comprado. Pero el parto se adelantó. Así que aunque Rubén Darío creció en la ciudad de León, su nacimiento en 1867 en la antigua Metapa ha dejado una marca en el lugar. Tanto, que desde 1943 la que fue su casa es sitio histórico y museo nacional. Mantiene su estilo original –incluso el adobe de las paredes, las tejas y el piso de ladrillos de barro– y ha sido decorada con objetos del siglo XIX para dar una impresión de cómo era la vida en ese entonces. En diferentes habitaciones hay fotos, pinturas y objetos de la familia de Rubén Darío, junto a información que explica la vida del poeta, periodista y diplomático nicaragüense. Es ideal para visitar en enero, ya que cada 18, cuando el padre del Modernismo cumpliría años, el pueblo lo celebra con lecturas de poemas y danzas.
En la casa de León (a 100 km de Managua), donde Darío vivió catorce años, se conservan varios de sus objetos personales. El museo, activo desde 1964, todavía posee su diseño y decoración colonial, con un amplio patio interno y varias habitaciones alrededor. La historia de Darío está descrita en sus paredes, y algunas de sus pertenencias –como su cama, su ropa, su Biblia y algunos de sus manuscritos– están en exhibición. El costo de la entrada es voluntario. Hay una pequeña tienda donde se venden algunos de sus libros.
4. La Casa Gabriel García Márquez (en Aracataca, departamento del Magdalena, Colombia)
Hay que aclararlo antes de dar espacio para los malos entendidos: la de Aracataca no es la casa en la que vivió su infancia el premio Nobel colombiano sino una reconstrucción de la vivienda de sus abuelos, que él mismo se encargó de supervisar y que está inspirada en su autobiografía Vivir para contarla.
Con catorce ambientes característicos de las viviendas caribeñas de la primera mitad del siglo XX, la casa-museo es la excusa para narrar la vida y obra del escritor. El mobiliario, fue adquirido en negocios de anticuarios de Santa Marta y Bogotá, responde a los usos y gustos que circularon en el Caribe colombiano desde finales del siglo XIX hasta la década de 1930. ¿Un detalle? La reconstrucción del taller de platería y los pescaditos que elaboraba el abuelo (que en la ficción sería el Coronel Aureliano Buendía) en sus ratos libres. El precio de la entrada es voluntario y la casa-museo es uno de los mayores atractivos del pueblo que queda a 250km de Cartagena.
5. Las casas de Victoria Ocampo (en Béccar y en Mar del Plata)
Dos mansiones construidas a fines del siglo XIX son parte del legado inmobiliario que ha dejado Victoria Ocampo, la primera mujer en ser incorporada como miembro a la Academia Argentina de Letras. En Villa Ocampo, la casa de veraneo familiar construida en 1891 en Béccar y una de las primeras en el país en contar con agua corriente e instalación eléctrica, se entrecruzan los lentes originales de Victoria con lámparas diseñadas por la Bauhaus, tapices orientales del siglo XVII, retratos de la familia realizados por Prilidiano Pueyrredón, sillones Luis XV, un retrato de Victoria firmado por Pedro Figari y una alfombra diseñada por Picasso. Gerenciada por la Unesco (a quien Victoria la legó), está abierta al público para visitas y tiene una abundante programación cultural. Además, hay tienda, cafetería con vistas a los jardines de la villa y amplia oferta de cursos. En la casa de Mar del Plata, de estilo inglés, se proyectan algunos videos como complemento de la visita.
El recorrido por el mundo Ocampo se puede completar con la visita al edificio que actualmente ocupa la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes. De estilo moderno, Victoria lo hizo construir en Barrio Parque a fines de los años 20. En la actualidad está 100% destinado al desarrollo de actividades culturales.
6. La casa-taller de Carlos Paéz Vilaró (en Punta Ballena, Uruguay)
A sólo 13 kilómetros de Punta del Este, Casapueblo fue, al principio, la casa de veraneo y el taller del artista y escultor charrúa Carlos Paéz Vilaró. Con el tiempo sumó a sus instalaciones un museo, una galería de arte, una cafetería y un hotel. Con varias salas de exposiciones y ese inolvidable sello arquitectónico de formas redondeadas, picos y cúpulas revocadas en estricto blanco, el complejo ya es un clásico para todos los turistas que visitan la punta más top de Uruguay. Abierta los 365 días del año, expone grandes esculturas en madera y metal, cuadros y cerámicas en un recorrido que se parece a un laberinto. Todas las tardes se realiza en las terrazas la imperdible Ceremonia del Sol: una especie de misa ecuménica, un momento muy emotivo en el que todos hacen silencio y sólo se escucha la voz del artista, que desde una grabación, dedica un poema al sol para despedirlo. La entrada cuesta 8 dólares y tiene tienda con atractivos souvenirs. Más detalles en carlospaezvilaro.com.uy.
7. La casa de Manuel Mujica Láinez (en Cruz Chica, Córdoba)
Se llama El Paraíso y está ubicada a 3 km de La Cumbre, en Córdoba, en pleno Valle de Punilla. Allí vivió el autor de Misteriosa Buenos Aires desde 1970 hasta su muerte en 1984. Con un jardín imponente, la casona de estilo español, construida en 1922, tiene ambientes espaciosos en los que se pueden apreciar sus colecciones de pinturas, sus libros, sus notas, su máquina de escribir, su lapicera y muchos de sus muebles. Hay visitas guiadas y actividades culturales variadas que se pueden chequear en fundacionmujicalainez.org. Mantenida a pulmón, obtiene sus recursos por las entradas de las visitas al museo ($50), las ventas de la boutique, el alquiler de la casa donde residía su esposa, Ana de Alvear, y donaciones de descendientes del escritor, amigos y benefactores. Hasta el 31 de julio estará abierta de 13 a 18.
8. Museo Casa Natal José Martí (en La Habana, Cuba)
Ubicada en La Habana Vieja, la casa donde nació el escritor y creador del Partido Revolucionario Cubano es monumento nacional. Construida a principios del siglo XIX muy cerca de la Muralla, tiene dos plantas y muestra elementos típicos de las viviendas populares de aquella época. El museo, creado en 1925, fue fundado por el periodista Arturo de Carricarte quien, junto a un pequeño grupo de cubanos, emprendió la tarea de recopilar, ordenar y conservar objetos y documentos del héroe nacional cubano. Desde su nacimiento hasta el triunfo de la Revolución, el museo funcionó sin apoyo oficial. Hoy tiene siete salas de exposición, cada una de las cuales presenta una etapa de su vida. Con información exhaustiva y reproducciones de su cuarto natal o su oficina en Nueva York, exhibe el único retrato al óleo de José Martí que se conoce. Actualmente, además de museo funciona como biblioteca pública y alberga actividades culturales.