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Cinco rincones argentinos con espíritu sueco

Una historia de amor en el Río de la Plata, los colores de La Boca, un marinero en la Patagonia, los vestigios de la inmigración en Misiones y una playa en Río Negro, son pasajes sin escalas al país europeo




1. Samborombón, todo un éxito.

El Zorzal de Samborombón

El Zorzal de Samborombón

Samborombón, en liten by förutan gata, den ligger inte långt från Rio de la Plata. Este estribillo es un clásico en Suecia. El tema Fritjof och Carmencita, que cuenta los amores de un sueco con la hija de un pulpero, es muy popular. Formaba parte del repertorio de Evert Taube, uno de los mayores cantautores de Suecia. Vivió entre 1890 y 1976 y llevó una existencia aventurera que lo trajo varios años por las Pampas. La historia de la canción es real: Carmencita (en realidad Cecilia) y Taube se conocieron y se enamoraron a principios del siglo XX. El cantante falleció en 1976 luego de haber regresado en los años 40 una última vez a Samborombón. Encontró la localidad tal como la había dejado y prácticamente igual a la de hoy: "Un pequeño pueblo sin calles, que se encuentra no muy lejos del Río de la Plata" (la traducción del primer verso). Mientras tanto, contingentes de escandinavos lo visitan expresamente durante sus giras por la Argentina. Buscan a lo largo de sus pocas cuadras cualquier detalle que encuadre con las letras de la canción y, por supuesto, entonan la melodía en algún momento de la visita.

2. La Boca, los colores de la bandera.

Una bandera muy canchera

Una bandera muy canchera

Para los hinchas, la combinación de azul y amarillo simboliza a Boca Juniors. Los turistas suecos se extrañan de esta coincidencia con sus colores nacionales, hasta que algún guía les cuenta el porqué: durante una junta los directivos del club decidieron que se adoptarían los colores del primer barco que entrara al puerto de Buenos Aires. Fue uno de la Johnson Line, que navegaba bajo pabellón sueco. Pequeño detalle: el azul de Boca es un poco más intenso que el pantone oficial de Suecia. En las obras de Quinquela Martín que retratan la vida del puerto de la Boca aparecen algunos barcos de color amarillo y azul. Los especialistas, sin embargo, precisan que el barco sueco no fue avistado en aquellos muelles sino en los docks de Puerto Madero. La ciudad de Buenos Aires y su periferia mantienen varios vínculos más con Suecia: la iglesia luterana del barrio de San Telmo, la Casa de Suecia donde funcionan varias entidades y un restaurante en Tacuarí y Avenida de Mayo, además del club de remeros escandinavos en Tigre.

3. Gobernador Costa, recuerdos de un pionero.

Glaciar Upsala, homenaje a la ciudad de Uppsala

Glaciar Upsala, homenaje a la ciudad de Uppsala

Uno de los personajes de la comunidad sueca en el país fue Oscar Lunqvist. Relató sus aventuras en la Patagonia en un libro llamada Hårda tag i Argentina (Tiempos duros en la Argentina). Luego de recorrer el mundo como marinero se instaló en el Sur a principios del siglo XX y trabajó un tiempo con la comisión que establecía la frontera con Chile en los Andes, hasta que en 1902 creó una sociedad con el padre del entonces futuro gobernador de Chubut (Manuel Costa) para abrir un negocio de ramos generales a orillas del río Genoa. Ese fue el núcleo original del actual pueblo de Gobernador Costa, sobre la RN 40, 200 kilómetros al sur de Esquel. Allí una calle se sigue llamando Los Suecos. En su libro Lunqvist cuenta anécdotas sobre la sufrida vida los primeros colonos de esta aislada región de la Patagonia. Hoy, Gobernador Costa lo sigue siendo pero trata de retener a los viajeros de la 40 con un museo dedicado al Cacique Saihueque, aleros con pinturas rupestres, varios lagos y visitas a la traza antigua de la ruta. Mucho más al Sur, un par de nombres tienen ecos suecos: el glaciar Upsala (en homenaje a la ciudad universitaria de Uppsala -con dos P desde donde se financiaron las primeras expediciones de estudio a los campos de hielo) y la estancia Helsingfors (actualmente un lodge de lujo cuyo nombre es la traducción al sueco de la capital finlandesa Helsinki).

4. Oberá, fantasmas suecos.

Cada año en septiembre la ciudad del centro misionero organiza la Fiesta Nacional del Inmigrante, la mayor de su género en el país. La comunidad nórdica, en la cual se integran los descendientes de colonos suecos, participa junto con las de muchas otras nacionalidades, desde japoneses y polacos hasta paraguayos y suizos. Los suecos y sus vecinos escandinavos están también representados en el Parque de las Naciones, un predio donde 14 de ellas han construido un pabellón que recrea la arquitectura de la tierra de sus antepasados. Oberá recuerda que Misiones recibió una corriente migratoria desde Suecia; incluso un príncipe sueco la visitó en 1947 y contó la vida de aquellos colonos en un libro, Röda Jordens Svenskar (Suecos de la Tierra Roja). Varios cientos de miembros de aquella comunidad se expresaban en sueco todavía en los años 70. Hoy, más que por el idioma, su presencia se destaca durante los festejos en el Parque de las Naciones y en ciertas ocasiones como Midsommarafton, la celebración sueca de San Juan, que conmemora el solsticio de verano en el hemisferio norte. Varios barrios de la ciudad llevan nombres suecos: en Villa Svea está el cementerio de la comunidad (con fantasmas incluidos, según los vecinos), Villa Fredriksson, Villa Kindgren y Villa Torneus.

5. Playas Doradas, un verano con acento sueco.

El balneario rionegrino está a 30 kilómetros de Sierra Grande, entre Las Grutas y la Península Valdés. Está bañado por las aguas del golfo San Matías, que son -dicen sus habitués- notablemente más cálidas que en el resto de la costa atlántica argentina. Es un destino de verano poco concurrido, que ofrece grandes extensiones de arenas entre las más finas del país. A un par de kilómetros del centro, la Playa los Suecos recuerda que allí iban a tomar sol los miembros de esta colectividad que participaron en la puesta en marcha del complejo Hipasam (Hierro Patagónico Sociedad Anónima), uno de los mayores proyectos mineros del país en los años 70. Se dice en el pueblo que habían elegido esa playa, bastante alejada, para practicar naturismo, algo que era corriente en Escandinavia pero todavía muy atrevido para las mentalidades locales de la época. Actualmente, la Playa los Suecos es frecuentada sobre todo por pescadores.

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