COLON, Entre Ríos.- En las tardes tranquilas, mecidas por el curso lento del río Uruguay, se diría que el viento trae los ecos de otro idioma. Entre los mil verdes del paisaje entrerriano, ondulado en cuchillas suaves surcadas por las aguas, las calles de Colón tienen nombres franceses y alemanes, y las banderas suizas o italianas ponen un toque exótico bajo los penachos de las palmeras subtropicales.
En esta región de la Mesopotamia, la historia moderna empieza en 1857, con la llegada a las costas del río Uruguay de un contingente de 530 personas oriundas del Cantón de Valais, en Suiza, además de algunos saboyanos y alemanes. El listado de apellidos es revelador: Albrecht, Bastian, Berclaz, Bonvin, Delaloye, Favre, Vouigner?
Un año antes, otro contingente valesano había fundado colonia Esperanza, en Santa Fe, y aun antes 10 familias suizas habían fundado la colonia de Baradero, en la provincia de Buenos Aires.
La Confederación Argentina tenía capital en Paraná cuando llegaron los 530 contratados por el gobierno de Corrientes para formar colonias agrícolas. Sólo que los desacuerdos entre la casa contratista en Europa y las autoridades de Corrientes hicieron fracasar el proyecto cuando los colonos ya estaban en las orillas del Uruguay.
Intervino entonces el general Urquiza, que formó por propia iniciativa una colonia agrícola en Entre Ríos, primero en Ibicuy y luego trasladada a las actuales San José y Colón. Con el tiempo, Colón creció y se convirtió en un centro turístico y termal, mientras San José conservó el aire pionero de aquellos tiempos, transmitiendo celosamente las tradiciones nacidas con aquellos inmigrantes europeos a los que años después se irían sumando otros.
En los umbrales del siglo XXI, la huella de los colonos sigue impresa y forma un circuito que lleva hacia los temores, esperanzas y logros de los protagonistas de aquella epopeya.
La actual Villa San José -aquella que los primeros colonos llamaban sencillamente "La Place", el lugar- evoca los tiempos de los inmigrantes en el Museo Histórico Regional, junto a la plaza General Urquiza.
Empresas, instituciones y los descendientes de los colonos unieron esfuerzos para armar los distintos cuadros que permiten remontar el tiempo y situarse en lo que fueron los esfuerzos de los fundadores, cuando en la colonia sólo se hablaba francés y las familias todavía luchaban para pagar las tierras otorgadas por Urquiza.
Terrenos a perpetuidad
"Después de haber pagado la deuda en capital e intereses -rezaba el contrato firmado por los colonos-, cada familia es propietaria a perpetuidad de su suerte de terreno con todo lo que haya en él establecido." En el museo se conservan herramientas, carruajes, muebles, monedas, trajes de época, instrumentos musicales, piezas de alumbrado y colecciones de libros antiguos en francés y castellano, entre otros objetos.
En San José también hay que visitar el Museo de Ciencias Naturales, con interesantes piezas arqueológicas, y los reservorios de piedras semipreciosas recogidas a orillas del río Uruguay: ágatas y jaspe sobre todo, pero también troncos fosilizados y curiosos frutos petrificados se unen en un pequeño museo particular que incluye piedras traídas de otras partes del mundo.
Desde San José un camino de ripio lleva, tras pocos kilómetros, hasta el Molino Forclaz, construido entre 1887 y 1889 por el suizo Juan Bautista Forclaz, uno de los inmigrantes establecidos en la zona.
El molino tiene paredes circulares de doce metros de altura que se encuentran intactas, pero el interior con sus tres entrepisos, no tan bien conservados, es el testimonio de un fracaso: el molino, construido según las técnicas europeas, estaba pensado para funcionar con viento que difícilmente sople con la fuerza necesaria a orillas del río Uruguay. A unos 500 metros, se divisa la propiedad donde vivió Alejo Peyret, el francés designado por Urquiza como primer administrador de la colonia.
Ruinas de la Calera Barquin
Dentro del Parque Nacional el Palmar, a unos 60 kilómetros de Colón, se encuentra otro testimonio de los primeros pobladores de la región. Son las ruinas de la Calera de Barquin, construidas en 1780 por Manuel Barquin, comisionado del Virrey Cevallos.
En el camino a la playa, abastecía de cal a Montevideo y Buenos Aires mediante un establecimiento autosuficiente que producía en el propio Palmar los elementos necesarios para mantener a la fábrica y sus trabajadores.
Datos útiles
Cómo llegar
Colón está a 320 kilómetros de Buenos Aires. Se accede por el Puente Zárate-Brazo Largo, que se conecta con la ruta Nº 12, luego empalma con la ruta nacional Nº 14.
También hay servicios diarios de ómnibus desde Retiro.
Paseos
Parque Nacional El Palmar: se accede por la ruta nacional 14, unos 60 kilómetros al norte de Colón. Entrada: $ 6 para los mayores.
Molino Forclaz: lunes a viernes, de 8.30 a 12 y de 16 a 19. Entrada: $ 1 para los adultos.
Museo Histórico Regional de San José: Urquiza 1127, San José. (03447) 470088. Abierto de 10 a 12 y de 16 a 18.
Alojamiento
Una de las opciones más nuevas es el complejo de hostería y cabañas Terrazas de Colón, fundada por profesionales con experiencia en la hotelería de lujo, que adaptaron esa propuesta en forma accesible al ambiente rural.José Artalaz s/n, Colón. (011) 155 752 3883.
Más información
Oficina de Turismo de Colón: avenida Costanera y Couchon. (03447)421996
Oficina de Turismo de Villa San José: Alejo Peyret 1180. (03447) 470761.
En Internet
Del campo al turismo
La producción de la colonia agrícola San José necesitaba un puerto, y ese puerto fue la actual ciudad de Colón, sobre el río Uruguay. El puerto había sido también el lugar donde desembarcaron los primeros 530 colonos, como recuerdan hoy los mástiles con las banderas de Francia, Suiza e Italia, junto a la elegante casona donde funciona la oficina de turismo local.
Con el tiempo, Colón se reconvirtió de la actividad agroexportadora al turismo, gracias a las agradables playas sobre el río y sobre todo a las termas que atraen a buena parte de sus visitantes.
La animada calle principal, 12 de Abril, baja suavemente hacia el río y pasa por la plaza Washington, un nombre casi exótico entre tantas arterias de apellido francés y alemán: sobre esta avenida están la biblioteca Fiax Lux y el Teatro Centenario.
Graciela Enríquez