¿Las cosas no salieron como esperabas? Es hora de hacer un cambio y aplicar lo aprendido.
Cuando arrancamos con un emprendimiento, delianeamos en nuestra cabeza un montón de sueños, un montón de situaciones que muchas veces no se dan, o no se dan como esperábamos. Lo importante en esos casos es levantarse, tomar el aprendizaje que nos dio la situación y hacer los cambios que hagan falta. Para lograrlo, Ana Falbo, coach y cofundadora de Espacio Allin Munay, nos da algunos consejos y una inteligente mirada sobre el error, que tiene que ver con permitir el equívoco para dar lugar a la sabiduría.
“La verdad más cruda y pocas veces mencionada en el mundo emprendedor es que hay más probabilidades de fracasar que de tener éxito”, me dijo una vez Leticia Gasca, pionera en poner sobre la mesa el tema del fracaso al crear el evento FuckUp Nights (FUN), un movimiento global para contar historias de emprendedores que fallaron. Esta frase puede parecer muy pesimista, pero comienza a cambiar si le sacamos un poco de peso a la palabra fracaso y entendemos que fracasar no es más que obtener un resultado adverso al esperado.
Cuando decidiste emprender estabas llena de expectativas: viste que ese servicio o producto era una oportunidad de negocio; soñaste con tener muchos clientes; imaginaste tu tienda offline y/u online creciendo, así como la cantidad de ventas que harías. A medida que avanzaste, varias de tus expectativas se toparon con una realidad diferente. Adversa. Tranquila, no estás sola. Como dice el libro de Gasca, están los que fracasaron, los que fracasarán y los que mienten, o al menos ignoran el fracaso. Y es verdad que cuesta asumirlo, pero es el primer paso para sobreponerse de forma exitosa.
¿Cómo lograr resignificar el fracaso, sacarle la carga pesada al error y facilitar los aprendizajes para potenciarse y no limitarse?
Cambiá el cristal con que miras
La connotación que tiene el fracaso es cultural. Equivocarse tiene un estigma social tan negativo que quizás lo relaciones con “un papelón”, con algo que “debería avergonzar” y “es reprobado por un otro”. Afortunadamente, cada vez hay más movimientos que intentan sacar la mirada ajenas y el autoreproche para rescatar la otra cara del fracaso, que consiste en tomar aprendizajes y crecer. Contagiate de esta nueva mirada.
No todo depende de vos
Entender que hay variables que no manejas es otro punto a la hora de enfrentar un fracaso. Sí, hay variables que no podés controlar. Las podrás prever e influenciar, pero no dependen totalmente de vos. Se te escapan. Por eso, cuando emprendes y fallas, está bueno preguntarte si desde lo que pudiste controlar, diste tu 100%. Si no fue así, revisá tu compromiso con tu negocio. Si fue así, date una palmadita y aprendé de lo ocurrido. No te juzgues con el diario del lunes. Confiá que cuando tomaste la decisión, estabas dando lo mejor que tenías con los recursos, información y demás variables de ese momento. No te reproches más.
Aceptá la incertidumbre
Uno de los mayores desafíos cuando “los resultados son adversos a los esperados” (o sea, cuando fracasas) es convivir con la incertidumbre. El plan era llegar al punto B y … de golpe, estás en el punto W. ¿Entonces? ¿Qué pasará? Sabías qué pasaría una vez en el punto B, pero ahora en el W te amenazan miles de preguntas y no te bancas no tener respuestas. Tranquila, sobreponerte al fracaso dependerá de cómo gestiones esas sensaciones, esa intriga y ansiedad frente a la falta de certezas. Todo volverá a acomodarse y las respuestas empezarán a llegar.
Pensá en modo película
Dejá de pensar el error como una condena de muerte. El fracaso no es irreversible. Si bien es verdad que no se puede cambiar el pasado, no confundas la foto de hoy con la película completa. Lo que sea que haya ocurrido no condena el futuro de tu negocio si estás dispuesta a aprender y reintencionar lo ocurrido. Todavía estás a tiempo de cambiarle el final a lo que pasó… si es así, ¿qué harías hoy para que lo sucedido no haya sido una derrota sino un traspié en el camino hacia el éxito?
“No fracasé, sólo encontré 10.000 formas en que no funciona”.
Disociá la emoción
Una forma de resignificar el fracaso es disociándolo de la emoción que tuviste en ese momento en que viste que no te fue cómo habías planeado. A veces la frustración, el enojo, la vergüenza, tristeza, impotencia, lo que fuera, queda impregnada al fracaso. Para intentar no revivir esa emoción, se trata de esconder lo ocurrido. No querés ni pensar ni hablar sobre eso. Lo ignoras, pero poder “trascender” la emoción, permitirá que puedas mirar el error y revisar qué podrías haber hecho diferente y qué lecciones te viene a enseñar el fracaso.
El fracaso no te define, te refina
Solemos llamar a la persona que fracasa, “fracasada”. Esta etiqueta habla de que el error nos define, y eso no es así. Dejá de tomarlo a modo personal, y atentar contra vos, tu autoestima y confianza. Una iniciativa de la Universidad de Stanford llamada “Stanford, I screwed up!” (¡Stanford, metí la pata!), promovía la frase: “Mis fracasos no me definen, me refinan”. Apalancate en lo ocurrido y potenciate a partir del aprendizaje que puedas sacar.
Recordá que luego de fracasar ya no sos la misma. La persona que seguirá adelante ahora es un poco más sabia y está más preparada. Recordá que no hay fórmulas mágicas. Toca hacer, ganar o perder, y aprender.. para, luego, seguir haciendo.