Hace un tiempo en un hotel de la pequeña Evora en el sur de Portugal me quisieron cobrar una abultada suma de euros (alrededor de 80) por varias llamadas a un número gratuito (para hablar con una tarjeta prepaga) y un par de contactos a la operadora, pero con el que por algún problema en las comunicaciones ni siquiera había logrado hablar a la Argentina. Creo que la cuenta era muchísimo más cara que si directamente hablaba del hotel unos pocos minutos a Buenos Aires.
Esa extra completamente impensada me descoló, pero después de conversar un rato entendieron y anularon el resumen para respiro de mi bolsillo.
A partir de entonces estuve más atenta a descubrir posibles gastos extras, que uno perfectamente podría pensar que son sin costo adicional. Pero últimamente las aerolíneas y los hoteles se las ingenian para cobrar por servicios inimaginados, y hasta que podrían sonar absurdos para incrementar sus ganancias sin aumentar la tarifa.
Hace poco, en un hotel de Miami me enteré que cobraban por utilizar las reposeras del sector de la pileta. Sí, así como se lee. El gerente se encargó de aclararme que ese pago de 10 dólares diarios también incluía las reposeras de la playa. En la pileta, si no se deseaba pagar, uno podía sentarse en unas sillitas de plástico (no tan cómodas, claro) o en el borde de la piscina.
Se de varios hoteles que cobran extra por el servicio de playa (sombrillas, reposeras y toallones), pero en la pileta nunca había escuchado.
Además de la TV paga, el uso de Wi-Fi, de la caja de seguridad, el estacionamiento y hasta del gimnasio, en algunos hoteles también hay que sumar el café que uno mismo se prepara en la habitación. El cartelito sobre la moderna cafetera del cuarto de un cinco estrellas era más que claro: Cada cápsula cuesta 2 dólares. Algo que siempre solía ser de cortesía, a diferencia de los productos del minibar, obviamente.
El tema de los gastos extras poco claros hasta llegó a la justicia. Un pasajero presentó una demanda porque le cobraron en un hotel de Sonoma County, en Estados Unidos, el diario que le dejaron en la puerta de la habitación y sin que lo haya solicitado, cuando suele ser una gentileza gratuita.
Hasta un amigo me contó que en un hotel muy económico de Londres, con espíritu self service tuvo que alquilar la toalla del baño.
En cuanto a las aerolíneas ya es sabido desde hace tiempo que, sobre todo en los vuelos locales en Europa y Estados Unidos, la bebida y la comida se pagan aparte. También los auriculares para escuchar música. Incluso en las rutas internacionales que salen de la Argentina muchas aerolíneas cobran las bebidas alcohólicas. Ni hablar del clásico de los clásicos: el exceso de peso del equipaje.
Pero lejos estaba de suponer que también había que pagar por el boarding pass. En algunas aerolíneas low cost, si el pasajero no lo imprime en su casa cuando hace el Web check in y pide el servicio en el aeropuerto tiene costo. Además, en los supuestos vuelos de bajo costo hay cargos extra por elegir asiento, pagar con tarjeta de crédito en compras por Internet y hasta por la mantita si hace frío. Y seguramente, la lista continúa...
Publicado por Andrea Ventura 14 de agosto de 2011 | 3.21 A.M
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