
ISLAS DE LA SALVACION.- A principios de 1933, en el presidio de Caen, al oeste de París y cerca del Canal de la Mancha, Henri Charriére, alias Papillon, recibió las tres vacunas que lo confirmaron como un transportado.
Tenía 25 años y días más tarde partiría a Saint-Laurent de Maroni. Hasta donde se sabe, Papillon no había matado a nadie, pero tampoco era una blanca paloma.
Muchos de sus amigos estaban en prisión y hasta había algunos que conocían la Guayana Francesa. De manera que Charriére sabía a lo que iba y sabía que la única salida era fugarse antes de llegar a las islas.
Papillon planeó su primera fuga desde el hospital, junto a otros dos bagnards. Una balsa maltrecha los llevó hasta la desembocadura del Maroni. Allí, unos leprosos recluidos en una isla les regalaron un bote algo mejor, con el que llegaron hasta la isla Trinidad, frente a la costa venezolana. Como territorio británico, Trinidad podía ofrecerles comida y descanso, pero no asilo.
Los tres fugitivos pasaron unas semanas allí y luego continuaron su viaje. En la misma balsa, reacondicionada por la Marina de Su Majestad. La idea era llegar hasta la Honduras Británica (hoy Belice), pero a medio camino fueron apresados.
Todo terminó en la prisión de Riohacha, Colombia.Vino entonces un segundo escape, esta vez por el territorio colombiano. Ahora Papillon estaba solo y llegó hasta el campamento de una tribu indígena que lo acogió, en la tierra de nadie que era en esos años la frontera entre Colombia y Venezuela.
Allí, en la costa, vivió durante seis meses con dos mujeres. Pero quería volver a Francia, vengarse de quienes lo habían incriminado, ver a su padre. Les prometió a sus dos indias que volvería. Y partió hacia Barranquilla. Cayó preso de nuevo. Intentó tres fugas. Quiso volar con dinamita el muro de la cárcel de Barranquilla. Lo hizo, pero no sirvió de nada. Un año después de su fuga de Saint-Laurent, volvía a la Guayana.
Ahí fue cuando conoció las Islas de la Salvación. En castigo por su fuga, fue confinado a las celdas de la San José. Fue una reclusión de dos años, período en el que nunca salió de su celda. El único entretenimiento de Papillon era atrapar a los enormes ciempiés que caminaban por su cuerpo y evitar que lo picaran porque entonces venía una fiebre terrible que duraba doce horas. Cuando salió de allí era un esperpento que quería fugarse. De nuevo.
Pero estaban el oleaje, los tiburones y el terrible castigo que implicaba ser sorprendido en una nueva fuga. Nadie había resistido más de cuatro años en las celdas de reclusión de la Isla San José. Y la pena por una segunda fuga eran cinco años. Papillon no tenía compañeros de escape esta vez. De cualquier modo, comenzó a construir una canoa, cuyas piezas desmontables estaban repartidas por toda la San José. Al final, cuando la estaba armando, un preso lo delató. Cinco años de reclusión por intentar una segunda fuga. Otros tres por asesinar al delator.
A los 18 meses de reclusión, un nuevo médico más humanitario, llegó a las islas y los reclusos castigados de la San José tomaban, una vez a la semana, un baño en el mar. Un día, después del baño, Papillon ve que la hija de un guardia cae al agua. La niña es arrastrada por las olas. Los tiburones. Sin pensarlo, Papillon se tira al agua para rescatarla. El gesto le vale el perdón y vuelve al régimen normal de los presos. Piensa en la fuga.
Han pasado siete años desde que llegó a la Guayana. Está desesperado. Pide que lo manden a la Isla del Diablo.
Desde el banco de Dreyfus, Papillon planea su última fuga, la definitiva. Cada seis olas pequeñas, hay una ola grande que golpea la isla con una resaca muy fuerte. Esa resaca podría sacarlo de allí. Consigue un compañero. Dos sacos llenos de cocos para cada uno servirán de flotadores. ¿Los tiburones? Ya se verá.
Esperando la marea
El plan funciona. Llega a la costa después de 60 horas a la deriva. Pero hay que esperar la siguiente marea para alcanzar la vegetación. Ni pensar en ponerse de pie sobre la barrosa superficie que la bajamar deja al descubierto la muerte segura.
Papillon aguantó bien las seis horas que se necesitan para que suba el nivel del agua. Su compañero no lo soporta. Se pone de pie y camina hacia la vegetación. Poco a poco comienza a hundirse. El barro se lo traga. Papillon no puede hacer nada. Dos horas más tarde, Papillon logra aferrarse a la maleza. No está salvado.
Todavía está en la Guayana Francesa. Debe caminar hasta un campo de prisioneros chinos, en Inni. Allí encuentra ayuda. Con los chinos huye en una canoa.
Recalan en la Guayana Británica. Las autoridades inglesas le dan asilo y comida. Pero sigue hasta Venezuela. Allí se instaló. Matrimonio, una hija. Escribió un libro y participó en la película The butterfly affair , con Claudia Cardinale. También abrió un restaurante en Caracas.
El año de su muerte, 1973, se estrenó la película -filmada en España y Jamaica, donde se cuenta su historia. Steve McQueen es Papillon, y Dustin Hoffman es Louis Dega, su compañero de fuga el film, pero no en la realidad.
Aunque fueron muy amigos, Dega jamás quiso fugarse. El estaba allí por estafa, pero tenía dinero y se las arreglaba lo más bien. ¿Fugarse? Habría que estar loco.
Datos úitles
Cómo llegar: la tarifa hasta Cayena (la capital de la Guayana Francesa) es de 925 dólares, con tasas e impuestos incluidos, volando por Varig hasta Belem y conectando con Surinam Airways. Hay que hacer noche en Belem.
Traslados: se recomienda alquilar un auto. La Guayana tiene poco más de 300 kilómetros de ancho, los caminos -al menos en la zona cercana a la costa, que es donde se concentra la población- son bastante buenos y los alquileres no son caros. Un auto chico cuesta alrededor de 200 dólares por cinco días.
- Para llegar hasta las Islas de la Salvación es necesario tomar el ferry que sale desde Kourou, a sesenta kilómetros de Cayena. Cuesta 26 dólares. Parte todas las mañanas a las 8 y media y regresa a las 5. Conviene hacer una reserva antes (320 995). En la Isla Real hay un restaurante -caro- y un hotel. Hay que ser muy persuasivo si quiere visitar las otras dos islas. Como consuelo, entre julio y agosto el oleaje es menor, pero los tiburones son los mismos.
Alojamiento: un hotel medio cuesta entre 50 y 100 dólares por día por persona. En general, los precios son similares a los de Francia.
Cuándo ir: la mejor época es de julio a diciembre. El resto del año es muy lluvioso.
Más información: lonelyplanet.com.au/dest/sam/fgu.htm
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