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Donde el diablo hace punta

Playa por playa, un balneario pesquero, tranquilo y rústico, pero cada vez más concurrido por jóvenes y familias en la costa uruguaya de Rocha




Punta del Diablo no pierde su esencia pesquera

Punta del Diablo no pierde su esencia pesquera - Créditos: Eloísa Senkman

En Punta del Diablo, el atributo del ángel caído por desobediencia y rebeldía multiplica su nombre en cientos de denominaciones de comercios: El Diablo Tranquilo, El Descanso del Diablo, Divino Diablo, El Diablo Lector y un largo etcétera. En cualquier caso, no hay toponimia ni razones sociales que aludan a la temible criatura de las tinieblas que logre alterar el clima de paz y tranquilidad que ofrecen los diez kilómetros de playas y todo lo que a su lado se levanta en este pueblito de pescadores que el turismo reconvirtió para siempre.
Punta del Diablo está a 300 kilómetros de Montevideo, en el departamento de Rocha, cercano a la frontera con Brasil. Las enciclopedias apuntan que este enclave de urbanidad costera se encuentra en la zona de La Angostura, entre el océano Atlántico y la Laguna Negra, y a escasos kilómetros del Parque Nacional de Santa Teresa, que es una reserva de flora, fauna e historia.
Todo eso es cierto, como también lo es que sus playas son tranquilas y que sus calles encierran un misterio de rusticidad. Ante la escasez de alumbrado público en la ciudad, la incesante actividad derivada de los hostales, los puestos de artesanías, los espectáculos musicales un poco improvisados, los restaurantes de gastronomía variada aportan sus luces.
Punta del Diablo es una ciudad de turismo internacional, donde cada hostel se erige como una babel cosmopolita en la que la sociabilidad se expresa en varios idiomas. Chicas y muchachitos alemanes, estadounidenses, españoles, franceses, argentinos, uruguayos, brasileños, chilenos se mezclan en una cotidiana convivencia que extiende la actividad turística durante las noches y las madrugadas.

El mejor verano

La jornada de playa está marcada por el sol, que en verano asoma temprano, a eso de las seis de la mañana, y se extiende hasta cerca de las 21. Durante esas quince horas las tres playas de Punta del Diablo reciben una afluencia variopinta, donde familias enteras comparten arenas con jóvenes que van en busca del mejor verano de sus vidas.
Hay tres playas en Punta del Diablo. Al norte se extiende la Playa de Rivero, de carácter ventoso y abierto al océano y sus avatares. Quizás por eso una bióloga argentina descubrió en el preciso momento en que hablaba con este cronista, la presencia de fragata portuguesa, una colonia de hidrozoos peligrosa para los bañistas, que el ojo de los legos confunde con simples medusas azuladas.
Más tranquila pero más poblada es la Playa de los Pescadores. Como se extiende sobre una pequeña bahía que la resguarda del golpeteo violento del océano, las familias con hijos pequeños la eligen por sobre las otras dos. Ahí se puede ver la confluencia de las dos grandes actividades de la ciudad: la pesca y el turismo.
En las arenas se estacionan los barquitos multicolores cuando no están internados en alta mar, afectados a la pesca de tiburones, pejerreyes, corvina, cazón, lenguado, entre otras especies. Junto a las sombrillas de los turistas se yerguen los fanfarrines, que es como llaman a los malacates con los que los pescadores atraen a los barcos a la costa.
Hacia el sur está la Playa de la Viuda, que le debe el nombre a una misteriosa vecina que erigió su mansión junto a esa costa hace ya varias décadas.

Aquel pueblito

La llegada del turismo a la región tiene testigos directos. "Soy hija de pescadores y vi cómo la ciudad estalló con el turismo. Necesitamos del turismo, pero sin dudas que aquel pueblito que conocí en mi infancia es el que más me gusta y el que guardo en mis recuerdos", dice Mónica Acosta, una de las cuatro puesteras de empanadas. "El turismo es todo. Yo trabajo todos los días de 8 a 22 . La gente llega sabiendo que acá puede encontrar las empanadas de mejillones y queso, o de pescado, aceitunas y queso que son conocidas por el boca a boca", dice con cierta jactancia.
La gastronomía es variada y rica en Punta del Diablo. Hay cocina gourmet, bares de minutas, restaurantes de comidas caseras y muchos puestos de platos en base a pescado. Flavio Santarelli aprovecha sus vacaciones anuales en el restaurante romano del que es chef para abrir su puesto de comida cada enero en Punta del Diablo. "Un día vine de vacaciones y a partir de ahí vuelvo cada año cuando es invierno en mi país porque me enamoré de este lugar", cuenta el chef mientras improvisa un almuerzo tardío para bañistas sin horarios.
En materia de hospedaje la variedad está en los precios. Hay habitaciones que van desde los 50 dólares hasta los cien, y eso depende de la clientela a la que apuntan y no de la calidad del servicio. Una cabaña a unas pocas cuadras del mar se puede conseguir en 70 dólares la jornada. Si no se tiene reserva previa, la recomendación es llegar de día con un poco de tiempo y buscar precios para no pagar de más lo que con un poco de paciencia se puede conseguir, sin exagerar, a mitad del valor.

Datos útiles

Dónde comer. Il Tano Cucina. Abierto todo el año, supervisado por su propietario, Luciano Raimondo, chef y sommelier. A 400 m de la Playa del Rivero. Cazón con papas, ravioli de algas, agnolotis con sala Carusso. Calle 5 y Calle 20.
Franca Restaurante & Open Bar. Recomendaciones: salmón, corvina negra (con puré de albahaca), cazón, Ceviche, excelente risotto de mar. Calle 20 esq. Calle 7, Playa del Rivero.
Dónde dormir. Cacique Sepé. Cabañas equipadas, para cuatro personas, a 100 metros de la playa La Viuda. Casas elevadas a tres metros con vista al océano. Bien equipadas. De 40 a 75 dólares por día.

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