
Son 40 los minutos que lo separan del centro de París. Una simple combinación de subte más tren (conocido como RER) es suficiente para llegar al famoso Palacio de Versalles. Allí seguramente lo recibirá una multitud de gente, sin importar el horario ni el día, pero cada minuto de espera habrá valido la pena.
Ya visto desde afuera, el tamaño y la arquitectura del palacio impactan. Cuidado, algunos turistas aprovechan estos segundos de distracción para avanzar valiosos lugares en las largas colas, así que considérese advertido.
La primera parte del recorrido consiste en visitar la parte interior del palacio. Desde cuadros de La Delfina hasta el mismísimo cuarto de Luis XIV formarán parte de un paseo más que interesante. Unos pequeños aparatos con forma de grabador (disponibles apenas se ingresa al palacio) son ideales para aquellos que prefieren ser su propio guía y selectivos a la hora de conocer la historia de ese magnífico palacio.
El interior del edificio es bellísimo, sería injusto negarlo. Pero no desparrame todos sus elogios al recorrerlo, le falta el plato fuerte. Y no me refiero a las exquisitas baguettes que pueden comprarse en Francia, hablo de los jardines de Versalles.
Los jardines sólo están abiertos en verano y su inmenso tamaño sirve para olvidarse un poco de la opresión que genera la masa de turistas dentro del palacio. El enamoramiento con ese paisaje es inmediato. Fuentes increíbles, plantas recortadas al detalle, colores vivos y una sensación de perfección son las primeras sensaciones.
El silencio y la paz presentes en esos jardines se mezclan en el ambiente con un poco de música clásica. Obras pertenecientes a artistas de la época pueden escucharse en algunos pasajes del recorrido. Sentarse a recuperar energías con esa música de fondo será sin duda una tentación para no continuar el trayecto. Resístase, queda más.
Más adelante encontrará un inmenso lago en forma de cruz donde es posible alquilar botes. A pocos metros también existe un tren que permite acortar camino hacia la parte más alejada del palacio.
Recorrer todo el predio de los jardines resulta una tarea difícil y no perderse es todavía más complicado. Recorrer el palacio y sobre todo los jardines es una experiencia agotadora. Sin embargo, me animo a afirmar que es un lugar que resiste el paladar de los más exigentes y es una obligación para cualquiera que visita la Ciudad Luz.
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