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El Señor de la Peña lleva todos los años la procesión por dentro

Una roca simboliza el rostro de Jesús




LA RIOJA.- La luna ilumina un paisaje donde las neblinas nocturnas se mezclan con la tierra suspendida en el aire y el humo de centenares de fogatas. El Señor de la Peña, en el norte de la provincia, es el centro de estas escenas fantasmagóricas que se suceden cada año desde el Miércoles Santo hasta el Sábado de Gloria.
El Señor de la Peña queda unos 40 kilómetros al sur de Aimogasta. Puerta de Arauco se denomina el desolado paisaje. Al Este se levanta el cordón de Velasco, al Oeste las estribaciones de la sierra del Ambato.

El origen de un mito

Miles de peregrinos se reúnen alrededor de la gran roca venerada desde tiempos inmemoriales. Llegan en automóviles, camionetas, ómnibus, motos y bicicletas, aunque no pocos todavía lo hacen a lomo de caballo, mula, e incluso a pie. En algún momento de su permanencia en este lugar, cada promesante se arrima al pie del peñasco para encender una vela y aguardar arrodillado, hasta que se haya consumido.
Como Pascua invariablemente cae el primer domingo después de la luna llena, luego del equinoccio del 21 de marzo, la noche queda pintada con una luz mágica, transformando el escenario en un ambiente casi irreal.
Nadie sabe a ciencia cierta cuándo nació la devoción por la solitaria roca o lo que ella representa en la imaginación de la gente.
Una versión da cuenta de un pastorcito de cabras casi muerto de sed en medio del desierto; de su plegaria silenciosa pero intensa para ser salvado de su angustiante situación; del cielo que de repente abre todos sus grifos despachando torrentes de agua, acompañado por relámpagos y truenos, hasta casi desmayar al pobre cabrerizo; y del milagro que, al volver éste a abrir sus ojos aterrados, observa a corta distancia la presencia de una mole, que antes no estaba allí, con el perfil bien recortado de a quien él acaba de dirigir su rezo: Jesucristo.
Esta es la síntesis de la leyenda que, como toda tradición oral, seguramente encierra una pizca de realidad: un inmenso peñasco desprendido tal vez durante una tormenta desde lo alto de una serranía y que rodó y rodó hasta detenerse en el llano. Había nacido la historia del Señor de la Peña.
Nadie sabe cuándo ocurrieron estos hechos.
¿Tal vez en el siglo XIX? Lo cierto es que el aislado peñón en medio del desierto riojano comenzó atrayendo a uno que otro viajero que osaba cruzar esta tierra yerma y que se detenía sorprendido por la notable similitud de la roca con el perfil de un hombre con melena larga recortándose contra el horizonte.

La singular cita

En muchas localidades del Noroeste la Semana Santa es cita obligada para conmemorar la Pasión, pero acaso ninguna otra reunión es tan pintoresca como la peregrinación al Señor de la Peña. La roca se halla al pie de una cadena montañosa llamada Sierra de la Punta y en medio de un lago seco, el Barreal de la Puerta de Arauco.
Cuando se pone el sol y las sombras se alargan, todo se hunde en una tenue luz anaranjada que hace parecer la escena más extraña aún. Esa rara luminosidad es producto de las nubes de tierra que se levantan por el continuo tránsito de vehículos, cabalgaduras y viandantes, las humaredas de las hogueras y el humo de los miles de cirios ardiendo alrededor de la peña.
En esta gran kermés se da de todo: las creencias y la fe religiosa que se entremezclan con escenas sociales de reencuentro de familiares, el pregonar de vendedores ambulantes y la vociferación de los infaltables viboreros. Puesteros ofrecen sabrosas comidas y el vino tinto se despacha en forma disimulada en botellas de gaseosas.
Los días suceden a las noches. Algunos de los feligreses y peregrinos llegan tal vez a última hora del miércoles. Otros arriban el viernes o recién el sábado. Todos regresan a casa el domingo por la tarde, concluida la procesión de la Resurrección.

Cómo llegar

De La Rioja se toma la ruta nacional 38 en dirección a Catamarca, hasta la localidad de Bazán; son 36 kilómetros.
Allí se deja la carretera troncal y se enfila, doblando a la izquierda, por la ruta provincial 9, rumbo a Carrizal, hasta encontrar poco más allá el desvío de la RP 7, recorriendo 55 kilómetros. Finalmente, un cartel indica el acceso al Señor de la Peña, que está ubicado a 8 kilómetros.
Federico B. Kirbus

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