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El silencioso cerro de don Ata

En el norte de Córdoba, además de la casa museo de Yupanqui se pueden encontrar unas 35.000 figuras de arte rupestre, de las más antiguas del país




El refugio del poeta

El refugio del poeta

CERRO COLORADO, Córdoba.– Héctor Roberto Chavero Aramburo eligió llamarse Atahualpa Yupanqui, que en quechua significa “el que viene de tierras lejanas a decir algo”, y encontró su lugar en el norte de esta provincia, a 160 kilómetros de la capital. En Cerro Colorado aún se puede visitar su casa y su legado, muy cerca de un parque arqueológico con valiosas pinturas rupestres.
Hay verde de mistoles, molles, talas y piquillines, un arroyo, vertientes y una mole colorada que domina el paisaje. Hay figuras pintadas hace 3000 años por los pueblos originarios; primero la cultura ayampitín, nómades cazadores y, después, los sanavirones y comechingones. Son unas 35.000 figuras repartidas en alrededor de 150 aleros o reparos naturales.
Los cerros Colorado, Veladero e Intihuasi son los más ricos en arte rupestre, pero también hay animales, figuras humanas y arcos y flechas en los parajes La Quebrada y El Desmonte. Hace 60 años que la zona es Parque Arqueológico y Natural Provincial y apenas unos años menos que fue reconocida como Monumento Histórico Nacional.
Atahualpa conoció el lugar –llevado por unos amigos– en 1939. “Le gustó por el paisaje apacible, por los criollos que mantenían sus costumbres campesinas y rurales. Fue volviendo, lo disfrutaba”, cuenta Roberto Chavero, su único hijo y encargado de la Fundación Atahualpa Yupanqui, dueña de la casa museo.
Le regalaron el terreno y se hizo un ranchito, un refugio adonde iba cuando la persecución política que sufría en los inicios de los cuarenta por comunista se ponía más dura. “Era el lugar que tenían con mi madre –sigue Roberto-. Cuando trabajó más y empezó a irle bien en el extranjero, la construcción fue creciendo y se convirtió en una casa”. Ya corrían los años cincuenta.
En 1989, su casa se convirtió en museo pero se decidió mantener unos ambientes para él y su esposa, la compositora y pianista Pauline Nenette Pepín. Eligió, para las canciones que hacía con Atahualpa, el seudónimo Pablo del Cerro, por su nombre y por el lugar que amaba.
Ella murió en 1990 y dos años después falleció él, en Nimes, Francia. Sus restos están en el Cerro Colorado, como él lo quiso. Roberto recuerda que su padre decidió que la casa se convirtiera en un museo. “Una casa grande que regalé con mis libros, los puñales de mi abuelo, ponchos, aperos, regalos que me fue dando la gente en todos estos años de recorrer el mundo”, escribió Atahualpa. Su hijo agrega que trajeron del departamento de Buenos Aires distinciones, recuerdos de viaje, partituras, escritos, fotos, el carnet de Sadaic y el del club porteño Belgrano.
El dormitorio se conserva sin cambios, hasta con las pantuflas. “Son pinceladas de Atahualpa que muestran su vida intensa, lo que anduvo, con cuántos aspectos sociales y culturales tenía contacto”, describe Roberto.
Reparos naturales para un tesoro arqueológico

Reparos naturales para un tesoro arqueológico

Atahualpa tenía su caballo, con el que salía a recorrer la zona, se juntaba con los paisanos, a veces tocaba la guitarra para ellos: “Recuperaba la esencia, lo que siempre amó, lo que siempre hizo, traducir una cultura profundamente argentina y latinoamericana”.
La casa está en el paraje Agua Escondida. Además, el músico tenía otro lote, El Silencio, donde solía sentarse a leer y meditar. Se conserva sin intervenciones; sólo algunas de sus frases y la posibilidad de que el visitante disfrute del silencio, de la soledad.
Aunque Atahualpa empezó a escribir El payador perseguido en la cárcel, en 1952, los versos quedaron inconclusos hasta fines de los cincuenta, cuando los retomó al pie del cerro.
Los habitantes del Cerro Colorado conservan sus tradiciones. El pueblo empieza a desperezarse a eso de las 9 y mantiene su ritmo lento, cansino, sin que lo condicionen los turistas. El hijo de Atahualpa recomienda visitar las pinturas rupestres “no como una evocación nostálgica del pasado, sino como una forma de comprender el mundo como lo veían hace siglos. Además, los más chicos pueden descubrir el llantén, la pulmonaria, los molles. Ver algún puma y chanchos del monte”.
Los cóndores suelen sobrevolar los cerros, aunque en los últimos meses el águila mora le ganó el aire.

Aleros que hablan

Fue Leopoldo Lugones quien, en 1903, contó al resto de los argentinos el valor de las pinturas rupestres del Cerro Colorado. Lo hizo en un artículo en la nacion. Aunque la zona nunca tuvo –según las investigaciones– un valor sagrado para sus primeros habitantes, sí hay pictografías relacionadas con ritos.
Algunos llegan a la zona convencidos de que hay una “energía especial”. Por eso se encuentran a personas solas o grupos que van a meditar, a realizar ceremonias originadas hace siglos o simplemente a conversar con sus habitantes más antiguos para conocer algunos de sus saberes.
Entre los escasos pobladores –son unos 300– hay artesanos y varias mujeres hilanderas que tiñen y trabajan las lanas de fibra animal y vegetal como hace cientos de años. Los diseños abundan en negro, rojo y blanco, los colores más usados también en las pinturas rupestres.
Además del museo de Atahualpa, está el Arqueológico, con piezas de distintas culturas que habitaron la región. Hay vasijas rústicas, morteros, figuras humanas, hachas, boleadoras y telares utilizados por comechingones y sanavirones. El museo está al pie del cerro Intihuasi, uno de los cinco que hay en el parque. Todos estos puntos de interés están dentro de un radio de 3000 hectáreas, de fácil recorrido.ß

Datos útiles

Cómo llegar

Cerro Colorado está a 160 kilómetros al norte de la capital cordobesa. Por ruta 9 hasta Santa Elena y, desde allí, por la ruta provincial 21 hacia el oeste.

Dónde alojarse

El único hotel es el Cerro Colorado (280 pesos por persona con desayuno); casa de campo "El puesto nuevo" (habitación doble, con desayuno campero, Direct TV, aire acondicionado $ 1000). Hay varias cabañas; desde $ 600 para dos personas sin desayuno.

Dónde comer

La gastronomía típica incluye empanadas, cabritos, salames, mazamorra, dulces caseros, tortillas, en lugares como El Puesto Nuevo, Descanso del Indio, La Salamanca Casa Pozo, Purinqui Huasi; a partir de los $ 180 por persona.

Qué visitar

Casa museo de Atahualpa Yupanqui (todos los días de 10 a 18; la entrada, 50 pesos); Reserva Cultural y Natural (martes a viernes a las 11, a las 14 y a las 15.30 sábados y domingo, 11.30, 14 y 15.30; con guías provinciales, gratis). Hay que tener en cuenta que la mayoría de los aleros con pinturas -110 de los 113 identificados- están en terrenos privados y hay que pagar para ingresar; los precios varían pero arrancan desde los $ 50.

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