Lo primero que llama la atención es su sonrisa. Es su marca, la identifica y distingue. Luana Hervier, health coach y profesora de yoga, es una persona luminosa y feliz. Para entender de dónde viene esa luz hay que buscar en sus orígenes. En su departamento de Belgrano, entre mates y duraznos orgánicos me cuenta su historia. Nació en Brasil pero a los siete años su familia volvió a la Argentina, por eso suele decir, cuando le preguntan, que su alma es brasilera pero su corazón es argentino. Acostumbrada al movimiento, y apenas pasada la adolescencia empezó a viajar sola para visitar a su hermana que se había instalado en México, ahí trabajó como promotora y después como profesora de pilates para alumnos particulares, eso le permitió continuar el viaje hacia otros países.
Mientras hacía el profesorado de educación física le dieron una beca para estudiar en Dinamarca, en ese país hizo un curso de liderazgo juvenil deportivo y convivió con ciento cincuenta personas de distintas nacionalidades. Tenía 21 años cuando empezó a estudiar el instructorado de aeróbica. Notó que tenía facilidad para comunicarse con la gente, lograba una conexión que iba más allá de las palabras. No le interesaban todos los deportes, después de haberlos practicado entendió que lo suyo no tenía que ver con el mundo de la competencia, no tenía ese espíritu, se sentía incómoda. El mayor placer aparecía en el entrenamiento, cuando la mente se liberaba a través del ejercicio del cuerpo. Le gustaba la idea de enseñar valores a través del movimiento, que su trabajo tuviera un objetivo, que trascendiera. Entonces vio que el yoga reunía esas condiciones, y una profesora la inspiró. "Esa gente que la veías venir y caminaba liviana. Había algo que ella sabía y caminaba liviana".
Sobre el final de la carrera los hicieron visualizar junto a sus compañeros qué era lo que querían. Ella expresó: "Quiero trabajar en el mundo con todos los idiomas que sé, (hebreo, inglés, portugués, español) con gente de todos los lugares y con el movimiento". En uno de sus viajes a México trabajó como asesora en la construcción del gimnasio de una cadena de hoteles y después la enviaron a Miami para supervisar el funcionamiento de un spa. Esa experiencia le cambió el destino, se enamoró del calor, de su gente, y de una persona en particular. Al terminar el profesorado se quedó a vivir en la ciudad y sumó a los conocimientos adquiridos una especialización en yoga.
Con un acento indefinido que mezcla modismos de los países en los que vivió y que me recuerda a la protagonista de la película El Crítico, en donde Dolores Fonzi habla a veces de tú, Luana Hervier cuenta que gracias a las clases que daba conoció a gente muy diversa, pero no importaba la escala social, todos eran iguales cuando se ponían ropa deportiva y se enfrentaban al silencio. Ahí advertía si tenían conexión con ellos mismos y trabajaba para que mejoraran sus vidas a través de las diferentes posturas.
Por esa época un amigo le propuso dar clases de yoga gratis en un parque, lo que recaudaran lo donarían a personas sin hogar, ella aceptó y pasó a formar parte del grupo de profesores. Empezaron a ir cada vez más personas y cuando su amigo se fue a la India, no quiso abandonar el proyecto. Le encantaba el aire libre, y la posibilidad de ayudar a las personas. Así nació One Yoga Fundation pensado para que la gente que hacía las clases además generara acciones concretas de cambio en su entorno. Terminaron ocupando siete parques y Luana, especializada en discapacidad, se encargó del programa para ciegos. Dice que estar cerca de ellos le cambió su manera de entender y valorar los sentidos, también se dio cuenta que se podía ser feliz, que ellos lo eran. Grabó un CD con las secuencias, Yoga For The Blind para mejorar el balance, la movilidad, la fuerza y la flexibilidad de las personas con discapacidad visual. Y durante su estadía en Miami disfrutó, aún más que su trabajo, el aprendizaje que significó estar en contacto con los alumnos y voluntarios de la fundación, a la que tuvo que soltar para mudarse una vez más a México.
Cuando Luana supo que su papá tenía cáncer, en medio del impacto de la noticia empezó a comprar libros sobre el tema y se vinculó con mayor profundidad en cuestiones de alimentación. Ya era vegetariana desde la adolescencia, pero a partir de ese quiebre se orientó hacia el estudio de la alimentación consciente en Institute for Integrative Nutrition y asistió a talleres en los que aprendió los beneficios de los diferentes tipos de dietas, más de cien filosofías alimentarias, desde ayurveda hasta crudiveganismo. Y aplicó a su vida y a su trabajo la búsqueda del balance entre el movimiento, la alimentación y la espiritualidad.
Hacer gimnasia para ella es tan natural y necesario como meditar o hacer ejercicios de respiración:
- Es como lavarte los dientes. Es lo que alimenta de energía para el resto del día, el ejercicio te aporta energía, no te saca. Pero para volverlo un hábito tenés que tener constancia.
Luana regresó a la Argentina para quedarse por tiempo indefinido. Cuando su papá murió había continuado con su vida y negado la tristeza hasta que cayó en una depresión en la que sus herramientas no le sirvieron para salir. Al chocar en un accidente a una vaca con su auto nuevo, supo que tenía que parar y buscar ayuda. Entonces fue a ver a Néstor Palmetti a su espacio depurativo, hizo una limpieza del intestino y se enfrentó a la oscuridad, a las ideas y sentimientos que había dejado atrás pero que la seguían afectando. En terapia descubrió que hasta los 28 años había vivido en 21 casas y eso fue determinante para tomar una decisión.
-Para volver a encontrar mi balance tenía que encontrar mi raíz. Me dio miedo la incertidumbre de saber si iban a valorizar mi trabajo. Pero si pude en cualquier lugar ¿cómo voy a dudar de mi país? ¿Por qué no compartir todo lo que aprendí afuera? Quiero estar cerca de mi familia y de mi abuela, está bueno abrazar la vejez. Cuando voy a visitarla, veo a los otros viejitos y es re duro asistir a esos procesos. Me hace tener otro vínculo con la vida y el bienestar. Si hay algo que podemos hacer para llegar saludables a esa edad, hagámoslo ahora, el cuerpo tiene memoria.
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