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En el Tigre, con cuchillo y tenedor

Hay comedores que tienen la mesa lista para un almuerzo con vista al río




Durante los fines de semana desapacibles, basta una salida para almorzar a mano de un buen paisaje. En Tigre, por ejemplo, con panorama de remeros y motonautas, no menos de una docena de restaurantes compiten para acaparar la clientela potencial, asomados a los ríos Tigre y Luján.
Entre ellos se alistan los comedores de libre acceso a tres clubes de remeros. El Nahuel Rowing Club, que acaba de cumplir su 84º aniversario, recibe en su comedor de Lavalle 235 a todo público. Es un salón elevado, con vista al río Tigre o al parque y piscina del club. Se llama La Nueva Goleta y reserva por el 4749-0387.
Al frente está Leo Rivas que ofrece menús económicos para los atléticos socios (8 pesos), pero que los visitantes ocasionales desdeñan a favor de una carta especializada en mariscos, con gambas al ajillo y una propuesta seductora: parrillada del mar, que suma salmón rosado, congrio chileno y mero.
Muy cerca, sobre la misma calle Lavalle, está el muelle techado del Club Regatas La Marina, fundado en 1876, desde donde parte un servicio de lancha sin cargo que surca el corto trecho sobre el río Tigre y cruza el Luján para desembarcar en el club. El comedor, con gran vista, es una joya arquitectónica del esplendor pasado, con vitrinas colmadas de trofeos y fotos de remeros de otros tiempos. Se comen por pocos pesos (entre 10 y 12 por almuerzo) pastas caseras, desde agnelotis hasta sorrentinos pasando por los consabidos canelones, y la batería de todo tipo de minutas (reservan por el 4728-2738 y 2753).
El comedor del club de remo Hispano Argentino -apenas comienza el pintoresco Paseo Victorica y con vista a las aguas del Luján-, es una de las novedades de Tigre. El club es viejo (1913), pero el comedor nuevo, elegante, también con acceso libre a todo público y bautizado Vuelta y Victorica. Néstor Corvalán es el chef que atiende un menú de platos elaborados y de nombres marinos. Se puede pedir lenguado popa, los calamares botavara y el pollo estribor, que es deshuesado con una salsa a la crema con cebolla, panceta, champiñones y una guarnición de espárragos gratindos. Pero también hay pizzas.

Lo parrillero y lo gourmet

Fuera de los comedores de club, ya en Lavalle, está La Vaca Atigrada (4799-0698), con un servicio de parrilla y pastas, además de otros platos, a tarifa fija y una especial para infantes.
Sobre Paseo Victorica 134 está Y a Mí Qué, una parrilla tradicional y de cocina casera argentina (4731-2259), conocida por sus abundantes platos para compartir. Un almuerzo promedia los 12 a 15 pesos, incluidas las bebidas. En la cuadra siguiente, al 200 y entre Tacuarí y Oliveira César, siguen una serie de parrillas y restaurantes de diferente nivel: El Tío, El Muelle (la parrillada para cinco comensales a 27 pesos) y Don Manuel, además de los locales Don Ramón y Toc Toc, asentados una cuadra más allá.
Hasta allí y antes de que la calle costera se reformara con el diseño actual, las parrillas y restaurantes ubicaban mesas al aire libre sobre la costa y los mozos esquivaban autos para alcanzar el césped ribereño.
Ahora, junto a las aguas, el privilegio sólo pertenece a María Luján (Victorica 611 y reservas por el 4731-9613/14), que surgió casi enfrente del Museo Naval.
Tiene salón con gran vista al río y terraza junto a las aguas surcadas por bogadores. Brinda comida gourmet a cargo del chef Roberto Benítez que se luce con su trucha mediterránea, rellena con camarones, jamón cocido, verdeo y morrón (20 pesos). El paseo junto al Luján termina a la altura de la calle Pirovano, unos metros después del largo mostrador a la calle de la buena parrilla al paso Chapaleo, también con salón de mesas.
La remodelación turística de Tigre no cesa: la Estación Fluvial es una novedad reciente, y ahora se alista -con parque, ornamentación y buen aspecto- la plaza frente al Museo de la Reconquista, lugar donde acamparon las fuerzas de Montevideo y Colonia que trajo Santiago de Liniers para caer sobre la Buenos Aires comandada transitoriamente por William Carr Beresford durante la primera Invasión Inglesa. Las tropas vivaquearon allí bajo la llovizna del 4 al 5 de agosto de 1806, es decir, unas noches atrás, pero de hace 194 años.
Francisco N. Juárez

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