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En este rincón, los parientes mexicanos de Titanes en el ring

El deporte-espectáculo, casi un show folklórico




MEXICO D.F.- Así como los turistas en Buenos Aires van a la Bombonera, los que visitan la capital mexicana no perderán el tiempo si asisten a una jornada de lucha libre, el deporte espectáculo , como lo llaman los locales, el entretenimiento más popular después del fútbol en este país.
Hay que aclarar que la lucha en México tiene poco que ver con Titanes en el Ring , al menos por cómo lo viven los propios mexicanos. Convoca un público mayoritariamente adulto y hasta no hace mucho el ingreso de los niños en las arenas -estadios cerrados- estaba prohibido en el D.F.
Como en cualquier cancha de la Argentina, para ingresar en la arena hay que pasar un control de seguridad en el que todos los espectadores son cacheados de armas, y se retienen diarios y encendedores. Pero una vez adentro la medida parece exagerada: el clima tiene poco de violento y a nadie le preocupa que los espectadores consuman porrones de cerveza Corona (20 pesos mexicanos, cerca de 6 pesos argentinos).
En el D.F. existe media docena de estadios específicamente para la lucha libre y hay peleas seis días a la semana (como los panaderos y los peluqueros, los luchadores descansan los lunes). Sin embargo, son dos las arenas más recomendadas para conocer en vivo esta pasión mexicana. La más grande es la Arena México (en la colonia Doctores, cerca de la estación de subte Cuauhtemoc), inaugurada en 1956, durante mucho tiempo el mayor escenario de boxeo y lucha libre de América latina, donde se realizan peleas los viernes a la noche.
El otro escenario recomendado es la Arena Coliseo, más chica (7500 espectadores) y en pleno centro, a cinco cuadras del Zócalo y tres de la estación de subte Allende. Escenario de peleas los martes y domingos, conocido como el Embudo Coliseico, es el mejor para vivir de cerca las peleas. "La Arena México sería como la cancha de River y el Embudo, la Bombonera, porque el clima que se vive adentro es mucho más pasional", explica Ricardo, que se declara un ferviente admirador tanto de la lucha mexicana como del fútbol argentino, y todos los martes ocupa una platea en la Arena Coliseo.
Las entradas más baratas cuestan 30 pesos mexicanos ($ 9) y en noches especiales trepan hasta los $ 300. Casi todas las presentaciones son a sala llena y el público juega un papel clave en el espectáculo, alentando a sus luchadores favoritos e insultando a los rivales.
El impacto de la lucha en México es notable. Personajes como Santo -fallecido en la década del ochenta-, La Tonina Jackson, El Rayo de Jalisco o el actual Místico son héroes populares con su propio merchandising, revistas y programas de televisión. Santo incluso protagonizó más de veinte películas, con sugerentes títulos como Santo contra las mujeres vampiro o Santo y el tesoro de Drácula .
Los luchadores en algunos casos hasta pegan el salto al mundo de la política. Como Superbarrio -en el frente que impulsó la candidatura de Cuauhtemoc Cárdenas contra el PRI en los años ochenta- o Jalapa Superecologista Verde, que al mejor estilo de los asambleístas de Gualeguaychú encabezó piquetes contra la instalación de la central nuclear Laguna Verde, al norte de Veracruz.
La gran pregunta es: ¿pelean de verdad? A simple vista las luchas parecen tan amañadas como en Titanes en el Ring . Sin embargo, todos los espectadores consultados por LA NACION descartaron de plano la existencia de cualquier arreglo, por más que para el ojo argentino los combates resultan tan reales como los cortitos que le aplicaba Martín Karadagian a Tufic Memet.
"No cualquiera se da unos costeletazos como ellos. Puede que entrenen mucho para caer, pero una vez en la pelea surgen cosas más personales", explica Alfonso, que asegura ser habitué de la lucha libre desde hace más de veinte años y ahora visita el Embudo Coliseico con su hijo de 11 años.
Además de la edad del público, la otra gran diferencia de la lucha mexicana con respecto a sus parientes argentinos como Titanes o el más actual 100% Lucha es el colorido, comenzando por las máscaras inspiradas en diseños aztecas.

Buenos, malos y perros

Como en todo el mundo, los luchadores se clasifican en dos grandes grupos: los buenos (que en México llaman técnicos) y los malos (conocidos como rudos). Desde el momento en que los participantes son presentados por el maestro de ceremonias la gente empieza a alentar con cantitos que, para el público argentino, pueden resultar un poco rudimentarios y hasta ingenuos. Los técnicos son saludados con el grito de Ala bim, ala bam, ala bim, bom, bam , mientras que a los rudos se los insulta con el clásico mexicano: ¡Pendejos!
Leyendo el nombre de los luchadores en el programa que entregan en la puerta de la arena se puede anticipar fácilmente cuáles son los rudos y cuáles los técnicos. Igualmente, siempre hay lugar para sorpresas: Diabólico milita en el bando de los técnicos (buenos), mientras que el simpático Tarzan Boy integra los maléficos Perros de la Noche, una agrupación de rudos cuyo slogan es Dios perdona, los Perros no .

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