
"Vine a Jureré porque quería ser vago, y lo logré. Trabajo durante ocho meses; pero de junio a septiembre no hago nada", cuenta Renato Freitas, un ex empleado bancario de Porto Alegre que hace diez años cambió el traje por las ojotas, el verano perpetuo y el dolce far niente . Y le va bien: es dueño de una posada, del único locutorio del sector antiguo de la ciudad y de una inmobiliaria. Su historia coincide con las de muchos otros -incluso argentinos-, que ven en este ascendente paraíso de la Bahía Norte de la isla de Florianópolis, una nueva América o, según las estadísticas, la segunda ciudad del país para hacer negocios ventajosos. Con todo, el 50% de los turistas que llega a la isla trae el bolso de playa.
A 23 kilómetros del centro de Florianópolis, este balneario, escoltado por los de Daniela y Canasvieiras, ofrece 2 kilómetros de playa con aguas mansas, cálidas y propicias para la navegación de vela, el esquí acuático y el windsurf.
Aunque la geografía y la Prefectura las considera una sola localidad, la historia y los negocios inmobiliarios dividen la zona en Jureré Tradicional (JT) y Jureré Internacional (JI). Ambas combinan una ecuación única: mucho verde y playas idílicas, pero difieren notablemente entre sí. JT, también conocida como Jureré antigua , tiene una larga historia que traspasa la dominación portuguesa. Es descontracturada, auténtica y mucho más tranquila. JI, en cambio, es moderna y espectacular. En tupi-guaraní, Jureré significa pequeña boca de agua. Temiendo que de tan pequeña pasara inadvertida, los ideólogos de la nueva Jureré quisieron diferenciarse de su hermana mayor agregándole el ambicioso apellido Internacional .
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Pasear por las callecitas de JI, muchas peatonales, es una delicia. Dos circuitos imperdibles son el Paseo de los Enamorados, sobre la playa, y la Avenida Dos Buzios, a dos cuadras del mar, una calle de doble mano que une Jureré Internacional, con su hermana mayor. Grandioso e impecable, todo el barrio de JI es un emprendimiento de 1200 ha, que empezó a gestarse en 1978, y aún continúa haciéndolo a ritmo vertiginoso. Mientras que en JT una casa de 450 m2 cuesta por lo menos 47.000 dólares, en JI hay un piso de 155.000 y, si está frente al mar, no baja de los 300.000 dólares. Este es el Beverly Hills del Estado de Santa Catarina, un peculiar reducto de ricos que viven en fastuosas mansiones que parecen vitrinas, sin muros, cortinas, rejas, persianas, perro guardián y custodios privados. Esta localidad tiene uno de los índices delictivos más bajos de toda la isla. La seguridad está en manos de la eficaz Central de Seguridad Interactiva, un organismo conjunto de la comunidad, la Policía Militar y la Policía Civil. En todas partes, nadie toca nada ajeno.
Las residencias de JI son el paraíso de los arquitectos y todo el barrio fue levantado con placas de poliestireno expandido (o isopor), una técnica que, al no usar ladrillos, ahora tiempo y economiza el 50% de la construcción. JI tiene 1500 habitantes y recibe 6000 turistas por temporada. Alquilar alguna de estas mansiones cuesta, como mínimo, 300 dólares diarios.
A la vanguardia del resto del país, la ciudad cuenta con un sistema pionero de recolección de aguas servidas, participa del Proyecto Mar Limpio y en toda la zona está prohibido dañar un árbol. Además, ya se empezó a trabajar en Amoraeville, una segunda etapa de JI que consiste en el trazado de 106.000 m2 de urbanización ecológica, con una ciclovía, plazas, lagos artificiales, preservación de flora y fauna nativas, y apenas 87 viviendas para uso exclusivamente familiar.
Al margen de la modernidad de JI, Jureré Tradicional tiene más personalidad. En los alrededores de la Alameda César Nascimento, a una cuadra del mar, se concentra el imán turístico: unos pocos restaurantes, dos farmacias, dos supermercados (Tres Hermanos y Magia), algunos bares (Pan Caliente tiene las mejores tortas del barrio), un puesto de delicias bahianas y muchas inmobiliarias. Sobre la misma calle también están el hotel más grande de la zona, Jureré Beach Village (125/185 dólares diarios por una doble, en temporada alta) y el rosado y confortable condominio Residencial Ilha de Santa Catarina, con salida a la playa (desde 64 dólares diarios, una cabaña para cuatro). A diferencia de los visitantes de JI, la mayoría de los turistas de JT prefieren hospedarse en posadas (desde 36 dólares) o alquilar departamentos (25, diarios).
Caminantes y caminos
Son dos los atractivos básicos con los que la parte antigua de la ciudad tienta a los turistas: la inmensidad de un mar sin peligros; e interminables caminatas hasta el Club Náutico, hacia la derecha, y hasta Praia do Forte hacia la izquierda. Durante todo el día es incesante el ir y venir de los caminantes, mientras la visita de infinidad de vendedores ambulantes se renueva con puntualidad suiza. La versatilidad de su oferta apunta a todos los públicos: raíces de sándalo para perfumar la ropa, fundas para autos, cuchillos, manteles, cubrecamas, alfombras de goma para la ducha, frazadas, sandalias, hamacas, sombreros, anteojos, prendas de algodón, bijouterie y una variedad gastronómica que, aparte de los consagrados milho cozido (choclo) y suco de coco ofrece queso caliente, caipirinhas, castañas, coco quemado, barquillos sui generis -poco recomendables- y hasta criollísimos choripanes.
En el plano más lejano del mar, morros, islitas perdidas, caseríos anónimos. En medio de la foto, la cercana Ilha do Francés, paso obligado de varias excursiones en barco que parten de Canasvieiras. Y al otro lado del último peñasco de la curva norte de la playa, el fuerte SŠo José da Ponta Grossa, en Praia do Forte, permanece como un sobreviviente de las 11 fortalezas que llegó a tener la región para defenderse de las invasiones de la corona española (entrada, más de un dólar). A sabiendas de cuáles son sus puntos fuertes, las playas de Jureré están iluminadas de noche y los incansables caminantes, de ninguna parte y hacia ningún lugar, siguen contabilizando kilómetros hasta el amanecer, cuando las velas comienzan a arder y los búhos, cangrejos y gaviotas, a desaparecer.
Mónica Martin
Baile, compras y paseos
- Tomar una de las excursiones náuticas que salen de Canasvieiras y visitan la Ilha de Anhatomirim (fortaleza colonial) y la Baia dos Golfinhos, un lugar donde los delfines nadan cerca de sus curiosos espectadores. Otro paseo muy divertido es el que ofrece Escuna Pirata, una aventura en carabela, con música y tripulación de piratas que montan un show (7,20 dólares. Informes por el 005548- 266 1810).
- Visitar el Open Shopping de Jureré Internacional, una peatonal de tres cuadras llenas de negocios donde reina el buen gusto y se concentra la actividad comercial del balneario Los fines de semana hay música en vivo en algunos bares.
- Ir al Parque Acuático de Jureré Internacional, una serie de toboganes de agua de diferentes riesgos y alturas (enfrente del Open Shopping, 4,50 dólares).
- Bailar en X Music Hall, la única discoteca del lugar, que además posee 13 bares, música en vivo, sushi bar, comida mexicana y pizzería (Rodovia Mauricio Sirotsky Sobrino, SC 402 km, 005548-282 2054)
Datos útiles
Cómo llegar Por tierra, la RN 101 lleva hasta Florianópolis y desde allí, la RPSC 401 hasta Jureré. En ómnibus (24 horas de viaje), Flechabus y Pluma tienen coche cama. Desde la terminal Rodoviaria Rita María, en Florianópolis, se puede tomar una combi (alrededor d e un dólar o remisse (13 dólares)
Alojamiento
Cabañas US $ 34 Por noche, cabaña para 4 personas, con parrilla, aire acondicionado, jardín, tevé y servicio de mucamas.
Cabañas US $ 34 Por noche, cabaña para 4 personas, con parrilla, aire acondicionado, jardín, tevé y servicio de mucamas.
Más información
Secretaría Municipal de Turismo de Florianópolis (005548) 244-5822.
Internet
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