
En la tierra de los volcanes y los túneles
El departamento de Pocho, en Córdoba, es un rincón tan poco conocido como interesante en esta provincia hiperturística, con su laguna salada, una ruta escénica, la reserva Chancaní y cóndores que atraviesan el cielo
5 de junio de 2016

El Mirador de los Artesanos, parada estratégica en el camino de los túneles hacia San Juan y La Rioja - Créditos: Diego Lima
Es una zona donde Córdoba no parece Córdoba; al menos no el paisaje de sierras y arroyos que el visitante está acostumbrado a recorrer. Por aquí hay volcanes y palmeras y una impactante obra de ingeniería realizada en los treinta: el camino de los túneles. Y todo el recorrido está coronado por cóndores.
El departamento de Pocho, 160 kilómetros al oeste de la ciudad capital, reúne en 40 kilómetros, a lo largo de la ruta 28, cinco volcanes, Poca, Boroa, Véliz, Agua en la Cumbre y La Ciénaga. Los conos se elevan rompiendo la llanura, en medio de las palmeras Caranday, típicas del bosque chaqueño, que ocupa esta franja de la geografía cordobesa.
Entre cuatro y siete millones de años atrás hubo estallidos en las Sierras de Pocho. Hoy el placer es escalar los volcanes y disfrutar -durante el ascenso- de los restos de piroclastos (material volcánico).
A Fernando Montoya -menos de 30 años, nacido en la zona y recibido de guía de turismo- le gusta acompañar a los turistas y contar las historias de Pocho. Para paseo familiar, recomienda subir al Poca, de 1400 metros de altura, con un sendero marcado. "No requiere mucho esfuerzo y la vista de todo el valle es impresionante", comenta.
En verano, los durazneros acompañan durante todo el camino, al igual que el aroma a tomillo y peperina, "yuyitos" cordobeses que corren riesgo de extinción porque lugareños y turistas arrancan las plantas en vez de cortar ramas. De hecho, en el lugar hay varias acopiadoras de hierbas serranas.
El volcán La Ciénaga es el más alto, con 1600 metros, y también el más complicado para escalar. El guía advierte que es más aconsejable para quienes tienen alguna experiencia en ascenso de montañas.
Cambio de vida
Norma y Rubén García son, literalmente, los dueños del Poca. El volcán está en su terreno, donde tienen la finca Posada del Volcán. De Córdoba capital, ella docente jubilada y dueña de un comercio, y él, repartidor de bebidas, decidieron un cambio de vida. Optaron por trasladarse buena parte del año al lugar donde nació y estuvo siempre el abuelo de Norma.
La transformación en el ritmo diario incluyó plantación de frutales, un viñedo, algunos animales y la elaboración de dulces regionales y panes en horno de barro que ofrecen a quienes quieren merendar después de la aventura del ascenso al volcán. El proyecto incluye, para el próximo verano, cabañas.

La Ciénaga, con 1600 metros, es el volcán más alto de la zona - Créditos: Diego Lima
"Mi familia es de acá -cuenta Norma-. Yo venía siempre de chica y me encantaba. Rubén se enamoró del lugar y resolvimos apostar a tener nuestro espacio acá, a disfrutar de la vista, de la naturaleza, de las comidas caseras".
La finca está a diez minutos de Salsacate y Taninga, las ciudades que -con no más de 3000 habitantes- son las más importantes de la zona. Y a la misma distancia del arroyo Cachimayo de aguas yodadas y saladas, con propiedades curativas y que nace en la laguna de Pocho, a 18 kilómetros.
Esa laguna de 25 hectáreas y a mil metros sobre el nivel del mar es otra sorpresa que depara la región: es agua salada, refugio de numerosas especies silvestres y de una flora típica de los humedales. Con sus flamencos y las Sierras Grandes a la distancia, la foto está servida.
Una parada obligada -siempre sobre la ruta 28- es una capilla pequeña, construida entre 1689 y 1735. Permanentemente abierta, tiene la imagen de Nuestra Señora del Rosario. A primera hora de la mañana y a última de la tarde, quien vaya se encontrará con Enrique Abregú, dueño del corral de cabras y de una casa de adobe de la misma época de la iglesia.
Nunca vivió en otro lado. Su abuelo compró las tierras a inicios del 1900 y allí se instaló la familia. Cuando sus hermanos se fueron, Enrique se quedó con sus padres. Hoy vive solo y para acortar el día suele darse una vuelta por "el boliche" (un salón que oficia de bar) antes de la cena.
Los carteles de "cabrito, diente libre" se multiplican por la ruta 28. Uno de los paradores más tradicionales -a punto tal que atiende unas 120 personas diariamente, de lunes a lunes- es el de Las Aguilas. Nació en los años veinte, cuando doña Teresa Cáceres empezó a dar de comer a los primeros obreros que llegaban al lugar. Por entonces, su especialidad era el arroz con los pollos que ella criaba y las empanadas, todo debajo de un tala.
Hoy lo atienden sus nietas. Iliana Más dice que "siempre fue un negocio de mujeres; mi mamá Luz Moyano, lo llevó adelante por décadas y yo dejé mi trabajo para hacerme cargo. Ahora veremos si nuestras hijas también se entusiasman". Tan familiar es la empresa que sus empleados tienen las casas al frente y al lado.
Juan Domingo Gauna es el asador. Acomodó unos diez chivitos en la parrilla; el mediodía pasó hace casi tres horas pero la gente sigue en el quincho. Para él no hay secretos a la hora de asar: "Son cabritos de no más de cinco kilos, eso es todo. Una hora, muy tranquilo, con sal y nada más".

La capilla del Rosario, construida entre 1689 y 1735 - Créditos: Diego Lima
Cola de la Novia
Los últimos kilómetros del recorrido son entre curvas que atraviesan las montañas. Es el camino que comenzó a construirse en 1930 con la mira puesta en una vía oceánica; une Córdoba con San Juan y La Rioja. Las vistas son imponentes.
En verano, después de las lluvias, la cascada de los Saltos Blancos (o Cola de la Novia, como la llaman los lugareños) luce todo su esplendor. Son los ríos que bajan por las montañas hacia la Quebrada de la Mermela, siempre sobrevolada por cóndores.
Los cinco túneles (en el cuarto, el Mirador de los Artesanos, ofrece la posibilidad de estacionar con tranquilidad) permiten llegar hasta la reserva de Chancaní. El último descenso es abrupto, se bajan casi 800 metros de altura en 15 kilómetros.
El premio es la reserva forestal Chancaní de 5000 hectáreas, que resguarda bosque serrano y chaqueño. Visitada por expertos y flora y fauna, cuenta con comodidades para acampar y guías para hacer el recorrido.
Algarrobos, quebrachos colorados, espinillos, mistoles y chañares se mezclan con quirquinchos, más simples de ver); hay unas 200 especies, entre las que se destacan el cóndor, variedades de pájaros carpintero, caranchos, chimangos, jotes, águilas, cardenales y lechuzas.
Datos útiles
Cómo llegar. Desde Córdoba Capital por el camino de las Altas Cumbres hasta Mina Clavero, desde ahí, 60 kilómetros hasta el ingreso a los Túneles de Taninga. Otra posibilidad es ir por Los Gigantes (de Córdoba a Tanti por autopista), pero es tierra y más complicado, aunque la geografía impacta.
Dónde parar. Lo recomendable es hacer base en Salsacate. La hostería Nona Enriqueta y el complejo El Profeta son opciones a tener en cuenta. Unos 200 pesos por persona, promedio.
Dónde comer. La Rueda (Salsacate); Las Aguilas y Don Ignacio (paradores con especialidad en cabrito sobre la ruta 28). Entre 150 y 200 pesos, cabrito diente libre, empanadas, papas y bebida. La Finca Posada del Volcán organiza meriendas y almuerzos a pedido: 0351 -6433220.
Qué ver. Además de la capilla Nuestra Señora del Rosario (sobre ruta 28) está la capilla de Villa de Pocho, donde se registró el primer acontecimiento pre revolucionario contra los españoles. Las minas Cuchiyaco, a ocho kilómetros de Salsacate, fueron explotadas por los jesuitas desde el 1550; quedan algunos túneles y rastros de trabajo en piedra. En San C arlos Minas (20 kilómetros de Salsacate) hay ruinas de comechingones; La Charquita es un recorrido autoguiado que permite ver casas-pozo; aleros y morteros
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