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Experiencias todoterreno en Perú

Al sur de Lima, la región de Ica desafía a volar sobre las enigmáticas líneas de Nazca, cruzar en buggy por un espectacular desierto y, después de todo eso, navegar hasta las islas Ballestas


Calentando motores para atravesar las exigentes dunas de Huacachina

Calentando motores para atravesar las exigentes dunas de Huacachina - Créditos: PROMPERÚ



Hay un Perú más allá de Lima y de Machu Picchu. O mejor dicho, hay varios. Uno de ellos está a orillas del Pacífico, en una de las regiones más áridas del planeta. Su geografía está conformada por mesetas de roca desnuda, dunas de arena, oasis e islotes frente a la costa.
Administrativamente se trata de la región de Ica, pero en el mundo se la conoce sobre todo por las líneas de Nazca. Hace más de quince siglos, hombres misteriosos se empeñaron en cavar el terreno para dibujar lo que se considera hoy el mayor calendario astronómico del planeta. Tan grande que sólo se puede apreciar desde el aire, y así lo ven turistas llegados desde todos los puntos cardinales. Este otro Perú es anterior, al menos un milenio, al de los incas.
Pero además de los sitios arqueológicos, esta región al sur de Lima se puede conocer en dos o tres días para divertirse en buggy sobre las dunas, sobrevolar las líneas, visitar bodegas de pisco y navegar hasta las islas Ballestas para fotografiar pelícanos y otras aves marinas.

ARENA: vértigo en las dunas

En menos de tres horas se llega por ruta desde los distritos del sur de Lima, como Miraflores, San Isidro o Barranco. La ruta es la Panamericana. Está en buen estado, bastante nueva y con dos vías en gran parte de su traza. Luego de pasar por los balnearios de Asia, que se pusieron de moda entre los limeños, se llega primero al valle de Pisco y unos minutos más tarde a la ciudad de Ica: en total, casi 300 kilómetros.
Por lo general se deja Lima bajo su habitual manto de neblina para empezar a ver poco a poco el sol a medida que se avanza hacia el sur. Sin embargo, la capa algodonada que cubre el cielo puede volver en cualquier momento. Se forma por la diferencia de temperatura entre el clima tropical de la región y las aguas del Pacifico, enfriadas por la corriente de Humboldt que viene de la Antártida.
El pequeño puerto de Paracas no es el más céntrico para hacer base en la región. Pero es el lugar más ameno, al borde del mar y en el fondo de una bahía protegida por la península con la que comparte nombre. Aunque esté creciendo y ya cuente con algunos resorts, el ambiente todavía es relajado y rústico, a diferencia de Asia, donde han proliferado los centros comerciales con sucursales veraniegas de las marcas más emblemáticas de Lima.
Luego de dejar las valijas y aprovechar un poco la pileta del hotel o sacar algunas fotos de aves sobre la costanera (abundan las gaviotas y los pelícanos) se puede dedicar la primera excursión al desierto costero del sur de la península.
El desierto de Huacachina, para audaces

El desierto de Huacachina, para audaces - Créditos: PROMPERÚ

Las dunas llegan hasta las afueras de la pequeña ciudad de Ica. No es Africa, no es el Sahara. Pero es un desierto de arena muy parecido, uno de esos atajos que sabe crear la naturaleza entre una región del mundo y otra. Como el gran desierto africano, es uno de los más áridos del mundo. Las lluvias se hacen esperar hasta varios años. Se lo conoce como desierto de Huacachina y es también el nombre de un oasis, uno de los únicos dos en América del Sur (el otro es San Pedro de Atacama en el norte de Chile). Se trata de una pequeña laguna rodeada por algunas casas, un par de calles que se pierden enseguida en la arena y árboles que forman una corona verde alrededor.
Ciro Arroyo fue uno de los primeros que tuvo la idea de acomodar chasis de autos, potenciar motores y construir buggies que trepan por las dunas, una opción distinta para los que vienen hasta Ica para ver las líneas de Nazca. Con el tiempo su idea ganó adeptos y hoy el pueblito de Huacachina cuenta con varias agencias que proponen salidas en estos vehículos. El paseo es como una vuelta de montaña rusa, con la diferencia de que se realiza en pleno desierto y las dunas parecen infinitas. En pocos minutos se está lo suficientemente lejos del oasis como para ver sólo un mar de arena circundante.
Antes de la salida, Ciro deja algunas recomendaciones a los pasajeros: "Los vehículos están bien preparados y no van a volcar ni atascarse en la arena. Pero no se olviden los lentes de sol para protegerse los ojos y resguarden sus cámaras".
No es un paseo tranquilo. Y aquellos que se marean con facilidad tienen que pensarlo dos veces. Para los demás, es diversión asegurada: el autito no se achica ante ninguna duna y las sube y baja a toda velocidad. En algún momento el chofer para el motor e invita a los pasajeros a bajar para practicar sandboard. Lo bueno es que no hay que volver a subir con la tabla a cuestas por las dunas: es el auto el que baja. La excursión termina al anochecer, no sin antes dar unos rodeos más a toda velocidad. Mientras se contempla la puesta del sol sobre el desierto, Ciro llega con otro auto y prepara un asado bajo las estrellas.

AIRE: acrobacia y misterio

La excursión más popular de la región es el sobrevuelo de las líneas de Nazca en avioneta. Tampoco es para almas sensibles. El viaje empieza en el flamante aeropuerto de Pisco, no muy lejos del puerto de Paracas. Las instalaciones fueron inauguradas el año pasado con un tamaño suficiente para recibir el creciente flujo de turistas, pero también para servir de alternativa al aeropuerto de Lima en caso de alteraciones climáticas. El nuevo aeropuerto de Pisco está concentrando poco a poco las compañías que ofrecen sobrevuelos, aunque algunos siguen saliendo desde la pista del pueblo de Nazca.
Aerodiana es una de ellas, con una flota compuesta por aviones Cessna Gran Caravan. Aunque se vean muy pequeños al momento de embarcar, son una buena opción porque cada uno de los pasajeros -alrededor de una docena- tiene su ventanilla, para no perderse nada de las líneas ni de las acrobacias aéreas.
¿Caminos rituales? ¿Un calendario gigante? Las líneas de Nazca mantienen su misterio

¿Caminos rituales? ¿Un calendario gigante? Las líneas de Nazca mantienen su misterio

Pero falta todavía un poco para llegar a eso: primero hay que embarcar. Y como en cualquier avión de este tipo, no sólo se hace el habitual trámite de identificación y entrega de la tarjeta de embarque, sino que se pesa a los pasajeros y el único bolsito que se permite llevar a bordo. Las mochilas grandes tienen que guardarse en los lockers del aeropuerto... o bajo el cuidado de quien decida no embarcarse luego de ver la cara de los grupos que bajan al regresar de la excursión.
El primer tramo del vuelo es muy tranquilo. Se sobrevuelan a una altura moderada la ciudad de Ica y las mesetas desérticas en torno a Palpa, otro valle fértil donde se cultiva algodón, vides o maíz. De repente, el avión baja de 250 a 100 metros en menos de cinco minutos y el piloto anuncia que las líneas están a la vista. Los saltos en buggy por las dunas eran un apacible paseo al lado de lo que se viene. Para que todos puedan ver, desde ambas hileras de asientos, se van a suceder acrobacias dignas de un show aéreo. Subidas, bajadas, inclinación de las alas, giros y contragiros. Los que no se pueden quejar son los fotógrafos, porque los pilotos llevan al avión justo por encima de de cada figura, ofreciendo a cada pasajero el mejor ángulo para sacar fotos.
El vuelo sigue un itinerario establecido que uno puede reconocer por el mapa que se da al embarcar. Se sobrevuelan trece figuras en total: sendos momentos de pura acrobacia en los aires. Se empieza por una ballena, a la que siguen unas flechas, un compás, un perro, un loro, un mono, un colibrí, un? A esta altura del vuelo, ya es algo difícil seguir las indicaciones del piloto. Una de las figuras más llamativas, que se suele ver entre las primeras, fue bautizada como el Astronauta. Es una silueta humanoide con grandes ojos, uno más de los misterios de las líneas, al igual que su función y sus objetivos, su gigantismo y el hecho de que sólo se puedan apreciar desde el aire.
Las figuras fueron talladas en la roca hace más de un milenio y medio. Como no llueve prácticamente nunca se han conservado, sin vegetación por encima ni agua para erosionarlas. Hace unas décadas se pensaba todavía que eran caminos rituales que los nazcas transitaban por motivos religiosos. Gracias a los estudios del norteamericano Paul Kosok y la alemana María Reiche, se piensa actualmente que formaban un gigantesco calendario astronómico.
Estos dibujos en las rocas parecen hechos para ser vistos desde un avión, tal como se los observa en la actualidad. Es uno de los tantos misterios que dejó aquella civilización altamente desarrollada, un milenio antes del surgimiento de los incas, experta en la realización de cerámicas y en la construcción de pirámides de adobe. También había desarrollado una agricultura variada gracias a complejas técnicas de riego con acueductos subterráneos todavía utilizados en los valles de la región.
Después de las acrobacias, el regreso a Pisco es de lo más tranquilo, sobrevolando el tajo recto de la Panamericana trazado sobre el suelo desértico como si fuese una especie de línea moderna.

AGUA: olas y rocas

Luego de estas aventuras agitadas por tierra y por aire, viene el agua. Desde el puerto de Paracas salen excursiones hacia la reserva natural de las Islas Ballestas, un grupo de grandes rocas e islotes frente a las costas de la península. Cuando el mar está tranquilo es la más suave de las tres salidas. Se hace por la mañana, lo que permite combinar con el sobrevuelo durante el resto del día. A esas horas, sin embargo, la neblina que cubre la costa peruana aún no se ha disipado.
Olenka Martínez es una de las guías habituales en los barcos que hacen esta navegación. Adelanta que sólo se rodearán las islas: "No se puede desembarcar porque es una reserva, solamente se permite a una empresa extraer guano cada siete años. Van a ver en un ratito las instalaciones y el embarcadero que han construido, y que por el momento son un apostadero para las aves".
En las islas Ballestas no es posible desembarcar, pero sí observar una gran variedad de aves a poca distancia

En las islas Ballestas no es posible desembarcar, pero sí observar una gran variedad de aves a poca distancia

Antes de acercarse a estas grandes rocas que surgen de en medio de las olas, se ven pelícanos que van y vienen desde la costa, pero también cormoranes, piqueros y algunos pingüinos. Olenka puntualiza que "son pingüinos de Humboldt, más pequeños que los de Magallanes que tienen en la Argentina. En las islas hay varias colonias de lobos marinos. Ocupan la base de acantilados, literalmente cubiertos por parejas de piqueros y cormoranes, mientras las gaviotas, los albatros o los pelícanos prefieren anidar en las partes superiores. En total hay unas 60 especies de aves censadas en las islas".
Luego de contornearlas y admirar los arcos de piedra tallados por la erosión y las olas, se emprende el viaje de regreso al muelle de Paracas. En la punta de la península se ve un candelabro que forma como un tatuaje sobre las rocas. Cuando se le pregunta si es un vestigio de la cultura nazca, Olenka responde que "no hay referencia de candelabros en las culturas prehispanicas de la región. Algunos especialistas piensan más bien que lo hicieron navegantes o piratas para orientarse en esta costa. Es una figura de 200 metros de alto cavada en la roca".
Falta poco para volver a tierra firme. En el agua, algunos lobos se animan a sacar la cabeza para curiosear. Mientras tanto, una pequeña bandada de pelícanos pasa cerca de la lancha. Van a buscar algún apostadero sobre la costa. La capa de algodón del cielo empieza a distenderse. Pronto será mediodía y el sol se mostrará tímidamente.
Esta misma escena quizá la vivieron los pescadores paracas, que desarrollaron una de las civilizaciones más antiguas del Perú hace tres milenios, mucho antes del apogeo de los nazcas. Se los conoce por vestigios que dejaron en sus necrópolis. Aunque fueron saqueadas durante los siglos pasados, los arqueólogos pudieron compilar algunos conocimientos sobre estos antiquísimos pobladores que también legaron su cuota de misterios: por ejemplo, la costumbre de deformar sus cráneos alargándolos. Dejan así entrever otra cara de Perú, una cara que se puede rescatar en este rincón desértico, lleno de enigmas. Y de aventuras.

Datos útiles

  • Cómo llegar. Vuelos a Lima: LAN programa varios vuelos por día desde Buenos Aires. A partir de $ 14.700 finales. www.lan.com.ar.
  • Dónde alojarse
  • Alojamiento en Paracas: el complejo Aranwa Paracas Resort &Spa es uno de los más completos de la región. Forma parte de la red de resorts Aranwa, que tiene establecimientos en varios destinos turísticos de Perú. A partir de 200 US$ en base doble por noche en temporada alta de verano. www.aranwahotels.com.
  • Qué hacer
  • Sobrevuelos de las líneas de Nazca: entre las distintas compañías, Aerodiana programa sus vuelos desde el aeropuerto de Pisco, entre las 6 y las 17 según condiciones meteorológicas. Se entrega un diploma luego de la excursión. No hay que ir con grandes bolsos. Cuesta de US$ 260 a 290 por persona con traslados desde los hoteles de la región (Paracas o Ica) al aeropuerto de Pisco. El vuelo dura casí dos horas. www.aerodiana.com.pe
  • Navegación a las Islas Ballestas: la salida dura unas dos horas. Cuesta US$ 27 por persona con traslados desde los hoteles de Paracas hasta el embarcadero. Los barcos salen cada día a las 8 y las 10 hs.
  • Excursiones en buggy por el desierto de Huacachina: Ica Tours es una de las agencias que ofrecen salidas diarias a las dunas con sandboarding. La excursión con el asado nocturno cuesta US$ 120 por persona. www.ciroadventures.com
  • Más información
  • www.peru.travel

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