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In fraganti, en la casa de Frida




Partí hacia México D.F. para la presentación de Poderes terrenales , el programa que conduzco en Infinito, sin imaginar que este viaje se iba a transformar en una experiencia de placer y conocimiento.
México es el país con más identidad que conozco. Su cultura es muy respetada por los habitantes y está presente en las calles y en museos descomunales. En la Zona Rosa podés encontrar el Mercado de los Insurgentes, repleto de artesanías y locales con objetos de plata, cerámicas, vestidos y tapices bordados a mano, que no me cansaba de recorrer. Así llegué a Coyoacán, el barrio donde vivió la artista Frida Kahlo -una mujer con una historia que sigo desde hace mucho tiempo- y fui a visitar la casa que compartió con Diego Rivera. Para mí tenía un sentido especial recorrer la antigua vivienda de su familia, y una vez en el lugar, pintado de índigo y terracota, llegué al estudio de Frida.
Comencé a recorrer la casa entre paredes signadas por las pinturas de sus amigos, vitrinas con colecciones de máscaras, esculturas de Teotihuacán y los típicos exvotos del siglo XIX. Al llegar a su cuarto, me encontré con su silla de ruedas, su última pintura sin terminar, un retrato de Stalin, el famoso sombrero de Diego Rivera, su bata y hasta un libro de cuentas. Recorría el lugar con una fuerte emoción, y entre corredores y puertas llegué hasta un enorme espacio que tenía toda la pinta de ser el taller de Diego y Frida. El lugar estaba clausurado por arreglos y, como todos los museos, muy vigilado. Sin embargo, casi sin darme cuenta, cuando quise acordarme ya me había metido donde no debía. La curiosidad fue más fuerte, y a sabiendas de que podría ser descubierta, me quedé allí durante casi 20 minutos, frente a la biblioteca de Frida, espiando en silencio cuáles eran los libros que leía.
Cuando decidí bajar muy alegremente por una escalera oculta que daba al jardín, abajo me esperaban tres oficiales, que me acribillaron a preguntas, me acusaron, me retaron y revisaron concienzudamente. Yo estaba roja, y me sorprendió semejante operativo, pero al final, después de interminables averiguaciones acerca de mi vida, logré convencerlos de que no era la ladrona que pensaban, sino una simple fanática de Frida, y me dejaron ir. ¿Quién me quita esa experiencia de conocer algo más que lo que estaba permitido?
Salí de allí impregnada del atrevimiento y la extravagancia de esta audaz mujer que pudo vencer las reglas y hacer lo que de verdad quería, sin importarle las restricciones y los condicionamientos que tenía. No sólo eso, sino que pudo hacer , con esas imposibilidades.
La autora es modelo, actriz y conductora.

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por Redacción OHLALÁ!


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