
-¿De qué forma se conjugan el deporte y los viajes en tu vida?
-Así como el deporte es parte de mi vida, los viajes también lo han sido y lo serán. Especialmente cuando me tocó representar a la Argentina tuve la gran oportunidad de conocer diferentes países, culturas y personas para relacionarme. Hoy realizo clínicas de natación y también viajo mucho, sobre todo en el país.
-¿Cómo recordás tu viaje a Moscú 2002, cuando ganaste la medalla de oro en los 50 metros libres de la Copa del Mundo?
-Es sin duda uno de los mejores recuerdos deportivos, sobre todo por el resultado. Lo recuerdo como un momento de felicidad plena y de un gran rendimiento a nivel personal, físico y mental.
-¿Qué fue lo que más te llamó la atención de la ciudad?
-La Plaza Roja y el Kremlin. También el frío que hacía. A pesar de estar en primavera nevaba, con temperaturas de -10°C a -15°C.
-¿Y qué imágenes quedaron de aquel otro viaje a los Juegos Olímpicos de Atenas, en 2004?
-Atenas siempre es un lugar muy especial por su historia y porque ahí se realizaron los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna. Tuve la posibilidad de ir en varias ocasiones, aunque deportivamente no fue un buen juego para mí. Si tuviese que elegir una ciudad donde participé de Juegos Olímpicos, me quedo con Sydney. Me encantó.
-¿En qué consistía tu rutina en la Villa Olímpica?
-La rutina en la Villa por lo general consiste en descansar y preparar bien la competencia. Se realizan entrenamientos previos al evento durante la mañana y por la tarde, sin demasiada exigencia, se pone a punto el físico para llegar en la mejores condiciones a la prueba. La rutina comienza con un buen desayuno, sesión de agua, almuerzo, descanso y sesión de agua, un tiempo libre para alguna actividad tranquila, cena y descanso por la noche. A veces alguna terapia de recuperación si es necesario.
-¿Cómo eran tus entrenamientos previos?
-Los meses previos de entrenamiento demandan mucha exigencia, aproximadamente 6 a 7 horas diarias con una doble sesión de agua y complemento de ejercicios en el gimnasio. El trabajo psicológico también es muy importante. Tenía una relación muy buena con mi entrenador y él me ayudaba mucho en ese aspecto conteniéndome; sabía que le podía comentar todas mis sensaciones o lo que me pasara que siempre iba a obtener una devolución positiva. Lo mismo pasaba con mi familia, ellos me acompañaron mucho y cuando flaqueaba siempre estaban sus palabras para levantar la frente y seguir adelante.
-¿Te gusta nadar en el mar, en aguas abiertas?
-No tengo demasiada atracción por las aguas abiertas, de hecho la única experiencia que hice fue acompañar a unos chicos con capacidades especiales en un cruce de 5 km por el Paraná. El mejor lugar donde nadé, si tengo que elegir, fue en Bahamas. El agua es muy cálida, supertransparente y sin olas. Parecía una pileta, pero de arena y ¡sin las líneas abajo!
-¿Hasta cuántas horas seguidas llegaste a nadar?
-Seguidas no demasiado, calculo que una hora, lo mío eran pruebas de velocidad de 22 a 50 segundos.
-¿Qué distancia llegaste a recorrer a nado?
-En un turno de entrenamiento llegué a nadar 12 km en diferentes trabajos.
-¿El lugar más exótico que hayas conocido viajando?
-China y Corea, más o menos similares, pero con comidas muy diferentes. Macao también, una suerte de Las Vegas, en Asia.
-Luego de la natación llegó la mountain bike: ¿cómo vivís esta nueva etapa?
-La bici es un cable a tierra, pero no me lo tomo demasiado en serio. A pesar de haber hecho alguna competencia es la excusa perfecta para juntarse con amigos a pedalear y estar en contacto con la naturaleza. La bici me permite disfrutar de hacer deporte en un lindo contexto.
-¿Un día de vacaciones perfecto?
-Me imagino en familia y en algún hotel del Caribe. Si tengo que elegir podría ser en México, Cuba o República Dominicana. Y si es en un all inclusive, mucho mejor. Me levantaría temprano y desayunaría bien –para mí es la comida más importante–. Después caminaría por la playa, quizás haría algo de deporte y si es un lugar nuevo, saldría a recorrer para conocer lo que se pueda. No haría demasiadas actividades. En las vacaciones aprovecho mucho para descansar.
-¿Alguna vez viajaste a dedo?
-En Guayaquil, Ecuador, no conseguía taxi para llegar al aeropuerto internacional. Entonces se me ocurrió hacer dedo y frenó un Rastrojero, así que inmediatamente y sin pensarlo tiramos las valijas en la caja y nos subimos atrás. Le dijimos: "Vamos al aeropuerto", sin saber dónde podríamos terminar. Al final nos llevó al aeropuerto, le agradecimos y le dimos algo de plata. Después, pensándolo un poco, caímos en la cuenta de que podríamos haber terminado en cualquier lado. ¡Nos salió bien de casualidad!
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