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Juan Ingaramo: “Es una batalla entender qué es lo importante de la vida”

Con el lanzamiento de su último mixtape veraniego, el solista cordobés nos abre su mundo privado para charlar sobre su familia, su paternidad y la escena musical argentina


Fotos: Mariana Roveda. Producción: Manuel Aversa

Fotos: Mariana Roveda. Producción: Manuel Aversa



Llega con una musculosa blanca y unas bermudas negras de jean, después se maquilla y peina mientras se toma un café. Cuando empezamos a charlar con Juan Ingaramo, la conversación ingresa a una especie de portal donde la calma y la pausa se hacen protagonistas. Juan nació en Córdoba, pero vive en Buenos Aires desde 2008 y, aunque ya hoy tiene una carrera artística exitosa, aún conserva la tranquilidad y la humildad que se respira en el interior.
Fotos: Mariana Roveda. Producción: Manuel Aversa

Fotos: Mariana Roveda. Producción: Manuel Aversa

¿Qué cosas mantenés del “Juan de Córdoba”? ¿Y qué cambió?
Sigo paseando por Buenos Aires y siento lo mismo que cuando tenía 18 años y me sorprendía del ancho de las avenidas. Sí me acostumbré más a esa cosa de ser uno más en una marea humana, esa cosa que se vive en el subte o en el tren. Me encanta vivir en esta ciudad, lo disfruto mucho, creo que eso es lo que conservo. Lo que ha cambiado es muchísimo, pero no soy de racionalizar mucho los procesos. Voy más a pura intuición. Sigo esa brújula interna que me lleva a buscar los lugares de placer, de creatividad, de amor, de cariño, de amistad.
¿Qué cosas te inspiran, entonces?
Fui papá hace dos años y eso me cambió 180° la dirección de mis intereses. Las cosas que me daban felicidad me la siguen dando, pero el foco principal es Lila, mi hija; mi novia, Violeta; mi casa, el hogar. Cosas que siempre creí que no me iban a pasar porque siempre fui un abolicionista de la familia y de la pareja, de la monogamia y todo eso. En la adolescencia yo decía que iba a romper con todo eso y acá estoy: con la casa, la hija y el perro. Y también disfrutando de la música, de la libertad que me ofrece. Eso es como mi zona segura, mi trinchera. Entre la música, mi familia, mis amigos, ahí se arma el combo.
Teniendo una hija mujer y el movimiento del feminismo tan activo, ¿cambió algo tu forma de pensar, sentir y crear?
Creo que lo principal es que me corrió de un centro del que creía estar como hombre y me puso a aprender. A armarme un mundo nuevo con otras ideas. En ese aprendizaje es en el que estoy a diario y en ese sentido les agradezco a todas las mujeres que tengo cerca la generosidad y la paciencia. Porque es una situación tan brava este mundo patriarcal y machista... Me puse en un lugar de aprendizaje constante, que se recontra potenció con mi paternidad. Ahí me cambió mucho la bocha.
Tu último disco se titula La batalla, ¿cuáles sentís que son tus batallas diarias?
Son muchas. Va dependiendo del día, de la semana, de lo que pasa. Creo que es muy difícil vivir en este mundo, debe haber sido difícil siempre, ¿no? Cuando te mataban en la plaza por pensar distinto o cuando te mandaban a la guerra. Imaginate ahora que estamos todo el día conectados poniendo me gusta. Quizás eso mismo sea una de las batallas más duras que nos toca vivir, porque hay un mandato muy fuerte de éxito. Se nos somete a través de los tentáculos del consumo y la comparación constante. Yo tuve suerte y he vivido el mundo más análogo, y quizá también coincide con mi infancia, pero era más feliz. Ahora tengo colegas veinteañeros o teens y la tienen bastante difícil. Creo que esa es una batalla, entender qué de la vida es lo importante y qué no. Te quedás sin señal y no hay nada, no existe. Entonces, hay que estar atento a lo verdadero, a lo profundo, a lo que sí te da felicidad, que es la mejor manera de transitar por este mundo.
¿Alguna vez dudaste sobre dedicarte a la música?
De más chico, sí..., ¡y de más grande también! De chico, jugué al fútbol, hasta los 15 años. Me encantaba, pero llegó un momento en el que tuve que elegir. Estaba por terminar el secundario y ahí mis viejos me preguntaron qué iba a hacer con mi vida y, bueno, me dediqué a la música. También quise ser piloto de avión. Pero no me llevaba muy bien con el entrenamiento militar, entonces desistí. Estudié dos años en la facu y me vine a vivir a Buenos Aires con mis amigos, teníamos una banda. Recién a los dos años se empezó a forjar esto que llamamos carrera. Divertido, pero duro a la vez. Fue entonces cuando dudé si había elegido bien. No tenía un peso y laburaba de lo que viniera.
Fotos: Mariana Roveda. Producción: Manuel Aversa

Fotos: Mariana Roveda. Producción: Manuel Aversa

¿Y qué hacías?
Laburaba en un supermercado. Vendía caldos y sopas, pastas, fideos, hasta aires acondicionados.
¿Cuándo fue el momento en el que dijiste “ojo, que la música puede funcionar”?
Siempre supe que iba a funcionar. Obviamente hay crisis, como en toda vocación. Antes uno solo tenía que hacer las canciones, grabarlas, grabar los videoclips y tocarlas en vivo. Ahora es como que todo depende de vos. Si vos no promocionás tus shows, si no agitás en redes, no se mueve. Eso por ahí es agotador porque no para, no frena nunca. Es una disciplina que requiere mucha paciencia porque, excepto que tengas padres ricos, tenés que trabajar de otra cosa. Mi padre, músico; mi vieja, profesora; y ellos siempre me inculcaron la importancia del conocimiento, de aprender, de prepararse. Es un camino muy duro, pero si uno persevera y es consciente de sus privilegios, se llega. Remarco eso porque muchos artistas en su universo poético quizá no tienen mucho en cuenta eso y te dicen: “Perseguí tus sueños”, “soñá”, y no es solamente soñar, porque el sueño solo no te lleva a ningún lado. Es más, te puede llevar a una gran frustración.
Vos venís del cuarteto de Córdoba, pero también hay pop en tus canciones. ¿Cómo definís a tu música?
Es algo que me cuesta. En un principio me acomplejaba, pero ahora me gusta. Me ha pasado de sacar música que no entraba en los géneros que establecen las plataformas digitales. Creo que el pop lo engloba bastante, pero conviven muchos ritmos. Me acuerdo de cuando iba al colegio y en el horario del almuerzo nos dejaban salir, entonces nos íbamos a comprar CDs al shopping. Me llamaba mucho la atención esto de las bateas y que había géneros. Con mis amigos cada uno buscaba en su género y a mí me pasaba que me gustaban discos de todos los estilos. En mi casa se escuchaba tango, jazz, Serrat, Sui Generis, etc. Ese es el espíritu que trato de encarnar en la música. La libertad que me ofrece esta disciplina, teniendo la posibilidad de hacerlo todo, lo hago con criterio, si me gusta y si lo siento. Cuando algo te gusta, es más feeling que razón o pensamiento.
¿Qué se viene con tu música para este 2022?
Saqué hace muy poco un mixtape llamado Summer Pack, una especie de promoción de verano, de regalito, como los que te daban en la ruta cuando llegabas y bajabas la ventanilla. Son cinco canciones, versiones remix, hay una canción mía que se llama “Casamiento”, hay una versión de guitarra y voz de una canción que se llama “Cuando acaba el placer”, entre otras. Es una especie de evocación, no sé si nostálgica o melancólica, porque eso generalmente va para abajo, pero esto es más fiestero, bien de los 90: So Pra Contrariar, Enrique Iglesias, hay una canción de Cristian Castro hecha cumbia. Me gusta componer y también me gusta versionar. Hay un ejercicio creativo muy interesante en la versión. Por otro lado, temas nuevos siempre estoy haciendo porque es como que tengo la cocina prendida todo el tiempo. Sale humo, humo, humo... Ese es mi verdadero placer: componer y encontrar una sensación que no hayas escuchado.
¿A dónde te gustaría llegar con tu música?
Me gustaría llegar a un sonido nuevo, a tener un estilo propio, un sonido diferente. La identidad en el arte es el elemento más importante, porque si una obra puede ser hecha por otro, es como que no hay tanto valor, y si uno logra esa identidad, está trascendiéndose a uno mismo y ya eso es un montón. Creo que ese sería mi objetivo.

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