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La buena onda se siente en el valle de Elqui

En esta región de Chile, con tierras fértiles y clima privilegiado, se alivia bien el stress; asoma la localidad de Vicuña con el recuerdo de Gabriela Mistral




LA SERENA, Chile.- No es por arte de magia ni por extrañas influencias esotéricas, el valle del río Cochiguaz, al sur del valle de Elqui, es uno de los centros electromagnéticos más importantes del planeta, que atrajo numerosos asentamientos, algunos de los cuales son aprovechados turísticamente. A esto se suma el privilegio de encontrarse en una zona de altas montañas, marco ideal para levantar la vista y aprovechar la oportunidad de ver uno de los cielos más diáfanos de la Tierra.
Desde un mejor estado de ánimo, una sensación de alivio o descanso, como desestresado, hasta una mejora en ciertas enfermedades mentales y regresión del cáncer son muchos los beneficios que se argumentan para estar o quedarse en el valle de Elqui.
"Como parte del programa aeroespacial Apolo, los astronautas que pisaron la Luna también les permitieron a científicos de la NASA descubrir una de las zonas más energéticas de la Tierra: el valle de Cochiguaz", relata orgulloso Marcelo Berenguer, uno de los tantos que decidió irse a vivir al paralelo 30º de latitud sur, atraído por los dichos de confesos budistas que daban cuenta de un especial embelesamiento que produce vivir en el Elqui.
"Entonces, a través de mediciones hechas con rayos gama -prosigue, entusiasta-, se registró la existencia de 1500 mega de unidades electromagnéticas. Este es uno de los índices más altos del planeta. Más que en Machu Picchu o en el Tíbet", sostuvo Berenguer.
Llamada la esquina de los milagros andinos, este centro energético está exactamente ubicado en el polo opuesto a Lhasa, en el Tíbet (paralelo 30º de latitud norte). "El secreto es que esta singular corriente de energía (entre ambos polos) estimula las reacciones eléctricas de nuestras neuronas al ciento por ciento, produciendo transformaciones en nuestro ser."
Buena onda o energía positiva, vibraciones y sensaciones, experiencias o noticias de ellas, cuentos y leyendas. Como sea, pero no hay quien no se tiente en acercarse a probar o ver cómo es la zona.

El color del Elqui

La ruta nacional 41 arranca en La Serena y se interna en la precordillera andina de Chile, a la altura de San Juan, aproximadamente. Parras de uva pisquera, que a esta altura del año lucen su verde más intenso, plantaciones de papayas, chirimoyas o papas, junto a espinosos tunales, contrastan con el matizado marrón de las montañas que en algunos rincones se decolora por efecto de los minerales.
Para resaltar aún más a la vista, el celeste de lagos y ríos, como el Elqui, hace juego con el celeste del cielo. Entre los hitos del camino conocido como carretera Gabriela Mistral están los manjares de Algarrobito. Son bloquecitos de dulce de leche presentados en distintas formas y especialmente elaborados por los lugareños de este pueblo.
El pan amasado de El Molle es otra de las exquisiteces que obligan a hacer un alto en el camino. De paso, los tapices meditativos , como le gusta llamarlos a su autora, Rupalí Monserrat Castedo.
"No practico meditación, pero vivo con una actitud meditadora, reflexiva, sobre lo que ocurre; por eso, mis cuadros son una forma de ver lo que pasa a mi alrededor", comentó. Inspirada en un Buda hecho en género que se expone en el Museo Metropolitano de Nueva York, Rupalí optó por telas que elige especialmente para luego teñirlas, cortarlas y coserlas, según una composición que refleja coloridos paisajes de ensueño, en tonos suaves y líneas onduladas.
En la casa-taller de Rupalí (Merino 52, El Molle, hay un servicio de ómnibus directo desde Santiago (0056) 51-212738); se ofrece pensión vegetariana, agüitas o tes medicinales, piedras de cuarzo y, entre otras propuestas, encuentros con terapeutas holísticos.
A Vicuña no se puede ir de paso, es preciso hacer algo más que un alto, y requiere de un capítulo aparte debido a que es el pueblo donde nació la poeta y premio Nobel Gabriela Mistral. Otro tanto merece Montegrande, donde descansan sus restos.
Dieciocho kilómetros después de Vicuña, está el cruce que lleva a la frontera con la Argentina y, en este camino, Chapilca. Para sobrevivir al implacable paso del tiempo, las mujeres de edad de este pueblo decidieron no darse por vencidas y se pusieron manos a la obra. Fundaron el Centro de Tejedoras Artesanales e hicieron resurgir la técnica del telar de pedales, adquirida de los españoles, y la aplicaron según diseños molles y diaguitas.
Es habitual hallarlas bajo algarrobos o espinos, tejiendo coloridos tapices, bolsos y chalecos, que esperan vender, sobre todo, a los turistas y, en especial, a los argentinos que vienen por tierra, desde el paso de Agua Negra.

Una atracción ineludible

En Montegrande se encuentra la bifurcación de la cual parte el camino que se interna por la quebrada de Cochiguaz.
El magnetismo de este valle puede sentirse o al menos intuirse a cada paso. Uno de esos sitios es el Refugio Cochiguaz, a cien metros de la playa del río homónimo, rodeado de un bosque de eucaliptos. Ofrece alojamiento, un restaurante con comida típica y una curiosa pileta de cuarzo.
La pileta está en un lugar estratégico. Fue construida encima de un antiguo pozo de iniciación yamánica que se cree data de la época inca. La base del pozo fue rellenada con piedras de cuarzo y encima se construyó una pileta redonda y escalonada, de 14 metros de diámetro. "El cristal de cuarzo amplifica la energía, renueva y carga los centros vitales", aseguró Marcelo Berenguer, un incondicional del poder de Cochiguaz.
El refugio está a cien metros de la Piedra Guanaco, una gran roca con inscripciones que datan de hace 1000 o 2000 años, y frente al cerro Cancana, en cuya cima los diaguitas hacían sus ceremonias rituales.
Muy cerca está el camping Río Mágico, a la vera del río Cochiguaz, a pasos de puentes colgantes por donde se pasean llamas semisilvestres en busca de un sitio donde pastar. El camping ofrece espacio por 3,5 dólares diarios por persona.

Gualliguaica

El primer pueblo del 2000 será Gualliguaica, región de Coquimbo, en pleno valle de Elqui.
Los pobladores de Puclaro quisieron transformar su tristeza de dejar el viejo pueblo -hoy cubierto por las aguas del embalse homónimo, inaugurado en octubre último- en alegría. Con ese fin, eligieron el comienzo del nuevo milenio para pasar a la historia. El pueblo será inaugurado el 1º de enero próximo.
El embalse Puclaro demandó cuatro años de construcción, y se emprendió con el fin de responder a la necesidad de agua para riego del valle, al sur de La Serena. Se planea la plantación de árboles autóctonos alrededor de este espejo de agua, donde se proyecta la promoción de actividades náuticas, como la navegación de vela.
Por Delia Alicia Piña
De la Redacción de La Nación

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