La ruta de los tulipanes en Holanda, uno de los destinos más instagrameables del mundo

Para empezar, hay que ubicarse en las dimensiones de Holanda. En general, cuando hacemos uso de la palabra "ruta", los argentinos solemos pensar en caminos largos únicamente posibles de recorrer en auto. No es el caso, para nada. Se trata de 40 kilómetros entre las localidades de Haarlem y Leiden, a media hora de Amsterdam, cuyas plantaciones "explotan" entre abril y mayo.

La Bloemenroute se puede hacer a en bici, en coche, en barco por los canales e incluso, a pie. En estos maravillosos campos se mezclan las flores, el agua de los canales y los molinos y la combinación te hace sentir como cuando en la película, Mary Poppins lograba entrar a pasear a una acuarela.

Los tulipanes no son nativos de los Países Bajos. Son invitados exóticos de Turquía. De allí los trajeron los jardineros de la corona en el siglo XVI. De hecho, cada año, en abril, los turcos tienen su propio festival internacional de esta flor en Estambul. Pero hay algo que a estas plantitas les sucede en Holanda y en ningún lugar más: su mutación de colores. La explicación no es románica pero durante mucho tiempo fue misteriosa. Un parásito de la flor, el pulgón, transmite un virus a la planta y este le hace hace degradar su color, creando paletas insólitas. Esta cualidad mutante impregnó de cierta magia su importación y contribuyó a crear la relación tan intensa que el país tiene con el tulipán.

Parece un chiste pero no lo es. Lo que a los argentinos nos pasa con el dólar, a los holandeses les pasó ¡con los tulipanes! Fue entre 1610 y 1637. El precio de estas flores exóticas creció tanto pero tanto que se llegaban a intercambiar mansiones por un simple bulbo. Hay registros de un marinero que se confundió uno de ellos con una cebolla y por comerlo, recibió una condena de seis meses de prisión. Cuando la flor superó una cifra equivalente a 20 años de trabajo de un obrero, la burbuja estalló y quienes los habían comprado en forma de inversión ¡se los terminaron comiendo!

El Parque de Keukenhof, cuenta con 32 hectáreas de tulipanes, es decir con 7 millones de flores. Está situado en esta ruta, entre Lisse e Hillegom. En ese lugar, los holandeses te educan sobre la planta: sobre su historia, simbología, cuidados y cultivo. De hecho, podés comprarte bulbos o semillas para plantar. ¿Un consejo? Hacete una espadita a los pueblos cercanos. Naaldwijk y Honselersdijk son dos lugares obsesionados con la botánica. En ambos, casi toda la población se dedica a las flores. En el segundo, de hecho, podés presenciar la subasta de flores más grande del mundo y escandalizarte por lo que por estos lados pueden llegar a pagar por una flor.

Entre la anteúltima semana de abril y la primera de mayo, en Noordoostpolder se lleva a cambio el Festival de los Tulipanes (Tulpenfestival) que organiza actividades surrealistas. Si sos artista, probablemente ames dar un paseo guiado por los campos y a la vuelta, plasmar en un taller de pintura sobre mosaicos lo que te quedó en la retina.

Si el arte no es lo tuyo, y lo que buscás es acción, también podés sentir adrenalina en esta ruta. Un pasaje en helicóptero cuesta 90 euros y te permite ver esta maravilla desde el cielo. Eso sí, aprovechá a full cada minuto de la experiencia ¡porque solo dura quince!

Los tours en bici son de las opción más atractiva (especialmente para el bolsillo) para explorar a fondo. Pasan por la isla escondida de Schokland, declarada patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y por el pueblo de Nagele, un experimento arquitectónico moderno diseñado por un grupo obsesionado por hacer todo ultra cuadrado y opuesto al resto de las ciudades.

El tip de oro es que, al ser una zona menos turística, alojarse en casas de particulares por acá, es posible. En las granjas, los turistas también son bienvenidos, con un requisito: llegar en bicicleta, obviamente.