-¿Tu playa favorita?
-Parada 25 de La Mansa, Punta del Este. Es la última playa que disfruté con mis padres. Allí se puede nadar tranquilamente, queda cerca del apartamento y no hay carpas ni sombrillas, porque no hay balneario que contamine la belleza.
-¿El destino más exótico que hayas visitado?
-El templo Kailasa, en honor a Shiva, en las cuevas de Ellora, Rajastán, India.
-¿Qué te sedujo del lugar?
-La maravilla arquitectónica devocional de 36 cuevas-templos dedicados a deidades hindúes, budistas y jainíes, totalmente realizadas en una sola pieza. Una montaña tallada de arriba abajo sin error o agregado alguno.
-¿Algún ritual antes de viajar?
-Pido protección y salud, confiando en mi fe. Dormir y comer bien antes de salir, ver que mis animales queden en buenas manos, llevar pasaporte al día y en lo posible, con fecha de regreso abierta.
-¿Sos de contratar paquetes turísticos o viajás por tu cuenta?
-Por mi cuenta, porque me entrego al viaje mismo. Lo desconocido es más amable con quien confía en lo que se irá revelando a cada paso.
-¿Un museo?
-El Victoria & Albert y el Tate, en Londres; el MoMA y el MET, de Nueva York.
-¿Tres inevitables para unas vacaciones perfectas?
-Equipaje liviano; buena guía de mano con diccionario; investigar antes costumbres e historia.
-¿Viajaste sola alguna vez?
-Varias y lo disfruté mucho. Aunque rara vez estuve completamente sola, conocí excelentes compañeros de ruta.
-¿Una costumbre que te haya sorprendido?
-En la India, para decir que sí mueven la cabeza graciosamente de un lado a otro, como acercando cada oreja a cada hombro, mientras suben las cejas. Ni bien llegué a Bangalore estuve un buen tiempo temiendo una epidemia de Parkinson.
-¿Un prejuicio que hayas derribado viajando?
-Los viajes desafiaron mis fronteras a todo nivel, me enseñaron a tolerar, ser humilde y desarrollar una paciencia preciosa. En la India comprobé que mi prejuicio hacia los gurúes era infundado, cuando conocí en persona la obra de amor de Amma, de Sri Sri Ravi Shankar y de Mahatma Ghandi.
LA INDIA EN MICRO
"De Udaipur a Pushkar, India, cruzamos el desierto con mi compañera de viaje Sara (vasca, de Pamplona) en un micro de los años 60, con asientos duros y rotos, música ensordecedora, ventanillas abiertas y 50°C a la sombra. Una dura batalla contra el calor, la deshidratación y las 10 horas (nos habían dicho que serían 4 y en coche cama con aire acondicionado).
De buen talante, improvisamos melodías, bulerías y milongas para pasar el rato.
De pronto subieron tres viejitas, que los pasajeros ignoraron completamente. Sensibles, mi amiga y yo les cedimos el asiento. Más tarde, ante mi desmayo inminente, dos jóvenes sikhs se apiadaron y allí aprovechó Sarita para sentarse junto a mí.
Luego, una familia gitana subió y se acomodó al lado nuestro. Enseguida sentamos entre nosotras a la abuelita y comenzó un intercambio musical entre un tema nuestro y uno de ellos. Lágrimas y risas nos unieron para siempre con esa familia donde las culturas fueron una sola raíz: la de ser humanos. Bajaron como pudieron y jamás olvidaré sus saludos a los gritos desde abajo y sus sonrisas deslumbrantes como soles en la noche. Gracias, India Madre. Namasté."
Sandra Ballesteros