El Chico me llama el viernes de la nada (en esa misma forma en la que suelen aparecer los tipos) para informarme "y que no te enteres por otros" que se arregló con su ex mujer. Dejó el departamento que tenía y volvió al hogar conyugal, su misma cama, su misma mujer, su misma vida, su misma camioneta familiar.
¿Pero no era que querías estar solo? ¿No era que no era yo, que eras vos? ¿No era que no eras infeliz con ella? ¿Y la confusión de los chicos? ¿Siempre supiste que te ibas a arreglar? ¿Cómo fue? ¿Empezaron a verse de nuevo cuando estabas conmigo? ¿Estás contento? ¿Cómo cambiaste tanto de idea? ¿Qué pasó?
Obviamente no pregunté ni una; bueno, en realidad una sola:
-¿Y por qué me lo venís a contar a mí?
-¿Y por qué me lo venís a contar a mí?
-Porque pensé que te ibas a alegrar o que al menos ibas a preferir saberlo por mí.
No y no.
No me cambia en nada, a lo sumo me deja pensando. La gente hace y deshace; la vida les va cambiando y yo tengo esta sensación de estar estancada en este mismo lugar, de que no me "pasa" nada.
Y eso me enoja.
En fin de semana leo los diarios en la cama, veo tele, sigo elecciones y me apeno mucho con la muerte de Amy Winehouse. Escucho sus discos a la tarde y pienso que ya está, nunca más va a volver a cantar increíblemente como lo hacía, nunca más una nueva canción, ahí se terminó todo. No hay oportunidad de nada más, no se puede corregir el rumbo, no se puede salir a encontrar paz, nada.
"No te quejes más", me digo, salí a activar, salí a cambiar lo que no te va. Tenés una obligación con tu propia vida. Eso me digo.
SEGUIR LEYENDO
Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso
Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland
Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
MasterChef Argentina: el paso a paso para hacer la receta del risotto
