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Mochima se luce en la Ruta del Sol

En el oriente del país, un parque nacional de 95.000 ha ofrece más de 90 playas para conocer especialmente desde un pequeño pueblo junto al mar, con hospedaje sencillo y mucha tranquilidad




MOCHIMA.- El lanchero carga también mercadería, entonces nos hace precio. "Cien bolos hasta Playa Blanca", propone. Cien bolos son cien bolívares, unos 70 pesos argentinos. Viajamos entre packs de bebidas, bolsas de hielo, pescados en el suelo y mucha verdura. En veinte minutos de recorrido nos cruzamos con otras lanchas: Querrykura , Sí podemos , Contra viento y marea ... La nuestra es Contra todos y va más rápido que las demás. Tiene doble motor, por eso avanza a los saltitos sobre el suave oleaje verde esmeralda, hasta la playa más cercana del pueblo.
Mochima es una aldea de pescadores que ya no vive de la pesca, sino del turismo. Recibe visitantes todo el año, que llegan especialmente atraídos por el Parque Nacional Mochima, un área protegida de 95.000 ha que forma parte de dos Estados: Sucre y Anzoátegui. El pueblo está en el primero de ellos.
Junto al muelle se contratan los peñeros (lanchas típicas de pescadores) para disfrutar de al menos una parte del parque, que cuenta con más de 90 playas, entre islas y arenas del continente.
Nuestro arribo a Playa Blanca es antes de las 10, demasiado temprano: llegamos junto con los empleados de los tres o cuatro chiringuitos que se reparten en los doscientos metros de arena. No hay gente aún en el agua. Nadie vive en esta playa, que cada día se prepara para la llegada de visitantes y antes del atardecer, queda vacía.
Por sus restaurantes, aunque sencillos, es la playa de mayor infraestructura de la zona. Ofrece además toldos plegables que se alquilan por unos 70 bolívares el día, con dos reposeras. La fila de estas carpas simples se ubica a sólo diez pasos del mar Caribe.

Junto a las sierras

El pueblo es uno de los principales sitios para hospedarse en la zona y tomar como punto de partida. El otro es Puerto La Cruz, una ciudad con ritmo de gran ciudad que en nada se parece a este tranquilísimo paraje con casas coloridas, restaurantes sin muchas pretensiones, la plaza más pequeña del mundo, un locutorio impoluto ("Favor de sacudirse los pies antes de ingresar", piden en la puerta), una iglesia moderna y sólo dos calles, una de ida y la otra de vuelta.
El ingreso a la villa es por una vía asfaltada que desciende unos 500 metros en zigzag desde la ruta que une Puerto La Cruz con Cumaná. A través de sierras cubiertas de mata, el camino termina en el pueblo. "Al tratarse de una única entrada y salida, el lugar es especialmente seguro", cuenta el dueño de una arepera, que nos sirve el desayuno, porque la hostería no lo incluye: arepas de queso, café y jugo de parchita (maracuyá), en un puesto anexado a Puerto Viejo, un restaurante imperdible.
El muelle de los peñeros, punto de partida para salir todos los días de recorrido.

El muelle de los peñeros, punto de partida para salir todos los días de recorrido. - Créditos: Elías Oswaldo Cisneros Arocha

Las construcciones del pueblo son de hasta tres pisos. No hay hoteles, sólo hosterías y posadas familiares, algunas muy confortables, pero sin ostentación. El máximo lujo puede ser dormir junto a una ventana pegada al mar.
La mayoría de los visitantes es venezolana y llega a pasar unos días en familia. En especial los domingos, el pequeño estacionamiento junto al puerto queda repleto de autos y camionetas, ya que el lugar se recorre fácilmente de a pie y la actividad principal es salir en lancha hasta alguna de las playas. Los peñeros están organizados en cooperativa y los precios incluyen la vuelta en el horario que se combina de antemano. Aun en las playas más alejadas, uno puede quedarse tranquilo ya que los lancheros siempre vuelven a buscarlo.
En esta zona del parque no son islas las que se visitan, sino playas continentales inaccesibles por tierra. Las familias cargan heladeritas, juguetes inflables -delfines, castillos, dinosaurios-, cajones de cerveza y algo para comer. En muchos casos, también leña: hay zonas habilitadas para hacer asado, incluso para acampar (por 10 bolívares por persona, previo pedido de permiso en la oficina de Inparques).
Antes del atardecer retornan las lanchas, con las primeras luces del pueblo ya encendidas. Los que vinieron a pasar el día aprovechan las duchas semipúblicas instaladas por algunos vecinos para quitarse la arena antes de subir a sus vehículos. El estacionamiento queda vacío y los pobladores disfrutan de la brisa, con las puertas de sus casas abiertas.

Un poco más lejos

La playa Manare

La playa Manare

El antiguo solar usado por los pescadores para intercambiar mercadería con los campesinos es hoy la plaza donde se reúnen pobladores y turistas al comienzo de cada noche. La villa tiene unos 600 habitantes, cifra que suele duplicarse de junio a septiembre y en feriados como los de Semana Santa.
En la plaza conocemos a Darwin, cuyo padre fue uno de los fundadores. Él ha recorrido la zona como pocos. Cuando tenía 6 años iba solo a la escuela, manejando la lancha. "Me encendían el yo-yo al salir y me ayudaban a apagarlo cuando llegaba", recuerda. A los 16 tuvo su primer bote, luego fue guardaparques y hoy, un par de décadas más tarde, es parte de la cooperativa que reúne más de un centenar de peñeros.
No hay circuitos para moverse de a pie en esta región con "demasiada piedra y mucho chivo salvaje", asegura Darwin, quien para el día siguiente nos recomienda ir a La Canoa, una de las pocas islas en la zona (la mayoría está del lado de Anzoátegui). Pero ya tenemos previsto conocer Playa Manare, más cerca. "No se pierdan entonces la virgen de Punta de Aguirre, cuando sale la lancha de la bahía. Es un pequeño santuario al que van los pescadores, debajo del acantilado."
Camino a Manare nos cruzamos con seis o siete delfines que salen a saludar con sus aletas dorsales, muy cerca del santuario casi escondido en la barranca. La playa no tiene olas, con un poco menos de vegetación, de manera que no ofrece sombra a excepción de las carpitas en alquiler. Tiene un restaurante sencillo y un puesto de jugos, piña colada y otras bebidas. La arena es igual de blanca que la del día anterior.
Al mediodía llega más gente y aparece un lanchero con una banana gigante, que se ocupa de entretener a más de una familia yendo de un lado a otro de la pequeña bahía, con carcajadas que se oyen desde la costa. En una hora, el lanchero se hace el día con una familia muy numerosa, deja la playa y todo vuelve a la tranquilidad.

Anzoátegui, con más islas

Las posibilidades que ofrece el parque se complementan perfectamente con los viajes, por ejemplo, a Isla Margarita, ya que se puede salir también desde Puerto La Cruz, a la ida o vuelta de las playas más famosas de Venezuela.
Los que eligen no ir hasta el pueblo Mochima y desean conocer el parque desde Puerto La Cruz, hay muchas opciones para salir a recorrer islas en peñeros o lanchas, desde el paseo marítimo Colón. Todas las agencias de turismo en esa costanera ofrecen además paquetes diarios.
Entre las islas más visitadas se encuentran las llamadas Borrachas, que son tres: La Borracha, El Borracho y Los Borrachitos. No ofrecen mayores servicios; la idea es pasar por ellas como parte de un circuito que puede costar hasta 500 bolívares por persona (con almuerzo) para pasar el día entre diversas playas.
Puinare es una de las playas con restaurante y alquiler de toldos, y se encuentra a sólo quince minutos del embarcadero. Las islas Chimanas están también entre las más buscadas. Son siete y una de las más lindas es la Chimana Grande, que ofrece El Saco, una playa dividida en dos: de un lado hay servicios y del otro, mucho espacio para acampar.
Un poco más lejos, en una zona de acantilados a media hora de la ciudad, El Faro cuenta con restaurante, sanitarios, alquiler de sillas y toldos.
Para ir a la isla Cachicamo, una de las más solitarias y con vista a montañas, hay que llegar hasta Guanta, un pueblo cercano, y desde allí viajar en lancha por veinte minutos.Isla de Plata es una pequeña playa sin olas, con cocoteros e iguanas. Sus restaurantes están entre los mejores para el pescado fritos con arepa.

Datos útiles

Cómo llegar

  • Aéreos: de Buenos Aires a Caracas hay vuelos directos, con tarifas desde $3800. www.aerolineas.com
  • A Mochima: el pueblo se encuentra en la región nororiental del país, entre las ciudades de Puerto La Cruz (a 55 km) y Cumaná (a 34). Desde Caracas se puede llegar por vía terrestre; la capital nacional está a 320 km de Puerto La Cruz. Por vía aérea, desde Caracas se puede volar a Barcelona, muy cerca de Puerto La Cruz. De allí hay una hora y media en auto. Se puede llegar también con transporte público (la parada del ómnibus está a una cuadra de la estación). Son tramos cortos, pero hay que combinar dos veces en pequeños pueblos.
  • Dónde dormir

    Posada Gaby: casi en la entrada del pueblo. La habitación doble, de 230 a 330 bolívares. Teléfono: 0414-7731104. Más, en www.mochima.org
  • Dónde comer

    Puerto Viejo: a orillas del mar, junto al muelle, se especializa en mariscos. Un almuerzo por persona cuesta unos 100 bolívares.
  • Qué hacer

    Buceo: es un lugar especialmente atractivo, con visibilidad de 40/50 metros y corales, arena y roca en el fondo. Desde 620 bolívares el bautismo. Más, en www.scubavenezuela.com
  • Más información

    Parques Nacionales de Venezuela: www.inparques.gob.ve
Clima:
temperatura promedio de 24°C a 28°C durante todo el año.

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