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Nueva York sobre Broadway

Para conocer a fondo Manhattan, nada como desandar una de las avenidas más famosas del mundo, que la recorre de punta a punta




NUEVA YORK.- Si hay una avenida que resume el espíritu de esta ciudad sin duda es Broadway. Desde Battery Park, donde los turistas toman el barco para conocer la Estatua de la Libertad, hasta Harlem, Broadway transita casi todos los highlights (atractivos) de la ciudad: los rascacielos del distrito financiero, la movida del SoHo y Greenwich Village, y la luz incansable de los musicales. Luego sube al oeste del Central Park, cruza Harlem y muere al norte de Manhattan. Así es la caminata que corta la Gran Manzana al medio.

Downtown-City Hall

Comenzando el trayecto desde el Sur, Broadway arranca en el verde de Battery Park y empieza su serpenteo entre los inmensos edificios del Downtown. Primero pasa a metros del Museo Americano de Arte Indígena, donde se exhibe con entrada gratuita una interesante colección de artesanías de las tribus que poblaron el continente antes de ser colonizado.
Más adelante, decenas de turistas se sacan fotos y acarician las partes bajas del toro de metal que simboliza el poderío económico de Estados Unidos en la pequeña plaza de Bowling Green. Ese es el punto exacto donde se cree que el holandés Peter Minuit compró Manhattan a sólo 24 dólares. Difícilmente el colono hubiera imaginado que, por exactamente la mitad de lo que pagó por la isla, se consiguen camisas muy lindas en Daffy´s, tienda de ropa que queda sobre Broadway, antes de llegar a la calle Wall Street.
A esa altura está la Trinity Church, iglesia construida en 1697, con un pequeño cementerio en el que duermen personajes ilustres de la revolución de ese país. Es curioso ver cómo la gente avanza con indiferencia por el camino que escolta las tumbas: yuppies de Armani con sus iPhone plateados, japoneses gatillando sus cámaras como metralletas, desempleados con carteles, todos mezclados entre puestos de salchichas, frutas, jugos, gorras y remeras de I Love New York . Por momentos parecen fantasmas inventados por el vapor que sale sin pausa de las alcantarillas, apurados por llegar a algún lugar. Difícil creer que esta nación atraviesa una de las crisis más graves de su historia, con las tasas de desempleo más altas desde 1983.
Pero, en algún punto, los neoyorquinos parecen encontrarle un giro gracioso al asunto, con carteles gigantes de billetes de 100 dólares que dicen ll be back (volveré) y, en restaurantes, menús llamados Recession special (especial de recesión), a 15 dólares.
Antes de llegar a la plaza de City Hall, donde nace el puente de Brooklyn, se encuentra la capilla de St Pauls, que fue uno de los centros de operaciones de rescate en los días posteriores a los atentados del 11 de Septiembre, hecho que se recuerda en una exposición de fotos permanente. En diagonal a la capilla, los fanáticos de los electrónicos perderán la cabeza en un local llamado JR, que tiene las mejores ofertas en computadoras y cámaras de fotos. No hay que olvidar, sin embargo, que el límite por pasajero para ingresar mercaderías a la Argentina es de 300 dólares (cuando supera este tope se debe abonar el 50% del excedente).

SoHo, NoHo, Nolita y Greenwich

La cafetería de Broadway y la calle Reade son un buen respiro antes de meterse en la zona del SoHo. Un café con leche (se pide sólo diciendo la palabra latte) a 3,5 dólares se disfruta el triple si de fondo suena el disco Bye Bye Blackbird , de Miles Davis. Aunque en Manhattan, sobre todo en los parques, la tasa de trompetistas y saxofonistas por habitante debe ser la más alta del planeta.
A partir de Canal Street comienza un increíble territorio de compras, con precios que en muchos casos son más económicos que los de cualquier tienda de Palermo Hollywood. En el SoHo, que se caracteriza por sus macizos edificios industriales reciclados -por eso se lo llama también Distrito de Hierro-, abundan tiendas de ropa con liquidaciones jugosas, como Daffy´s, American Apparel y Bloomindale, y también están las boutiques para mirar con la ñata contra el vidrio, como la carísima Otto Tootsi Plohound.
En este punto del trayecto hay que correrse un poco de Broadway para investigar las callecitas repletas de arte y diseño en galerías y grandes almacenes. Por otra parte, si uno está parado en Broadway y Canal Street es una buena idea enfilar hacia el Este para meterse en el laberinto de Chinatown y, un poco más arriba, en Little Italy. En ambas zonas los turistas se sentirán telepáticamente transportados a Pekín o Nápoles. Pollos y cerdos colgados, subsuelos donde se ofrecen masajes de pie a US$ 10, cantinas de pastas frescas y tanos gritones. Todo concentrado en muy pocas cuadras.
Pero volvamos a Broadway, más precisamente a la esquina de Broadway y Houston, que delimita varios barrios. Hacia el Norte, el NoHo (significa, justamente, al norte de Houston) y Nolita empiezan a imitar la onda del SoHo, con sus boutiques y restaurantes. Luego, Greenwich, más conocido como el Village, para muchos la zona más encantadora de Nueva York. Su parque principal, el Washington Square, es una postal bohemia siempre poblada por estudiantes de la Universidad de Nueva York y algún que otro trío de jazz tocando a la gorra. Dicen que en la fuente Garibaldi, en medio de la plaza, Bob Dylan compuso su primera canción.
Las calles de la zona -Prince, Thompson, McDougal- tienen cafés muy coquetos, disquerías para revolver vinilos durante horas y, a la noche, sobre Bleecker Street, clubes para escuchar bandas (el que está de moda ahora se llama Poisson Rouge) o ver comediantes stand up.
Siguiendo por Broadway se llega a Union Square, a la altura de la 14th Street, una plaza abierta que tradicionalmente fue sitio de manifestaciones políticas.
Siete calles más arriba, Broadway se topa con el Madison Square Park, con sus estatuas vistosas (y una programación artística durante todo el verano), para luego bordear Koreatown -el Barrio Coreano- y pasarle cerca al emblemático rascacielos Empire State. No muy lejos, en la intersección de Broadway con la 34th Street y la Sexta Avenida se forma otra plaza, la del Herald Square, que algunas compradoras compulsivas conocerán porque es la sede de Macy´s, el megaalmacén de ropa.

Times Square, Upper West Side y Harlem

A partir de la 40th se empieza a intuir la energía del tramo donde Broadway estalla: Times Square. Al asombroso despliegue de carteles de todos los colores se suma ahora que la avenida fue parcialmente cerrada al tránsito. La gestión del alcalde Michael Bloomberg hizo poner decenas de sillas y reposeras para echarse a mirar tranquilo los afiches de los musicales. La medida fue criticada por algunos, que dijeron que se iba a perder el espíritu caótico de Broadway, pero nada de esto sucedió. Times Square sigue siendo el hormigueo de luces y nacionalidades más increíble que se pueda ver.
Después de atravesar la zona de los musicales y caminar casi unas veinte cuadras se llega a la parte inferior izquierda del Central Park, donde está el Lincoln Center, una ciudad artística en miniatura, sede de la ópera, el ballet y la Filarmónica de Nueva York. También funcionan tres teatros y se proyectan películas casi todos los días.
A medida que sube, Broadway se separa del Central Park y se acerca a otro espacio verde muy bonito, el Riverside Park, que se extiende desde la 66 hasta la 157th Street con el río Hudson de fondo; es una belleza clásica diseñada por los arquitectos Olmsted y Vaux, un sitio tranquilo y frondoso, repleto de bicisendas y gente corriendo cuando cae la tarde.
A la altura de la calle 112, Broadway se puebla de bares y restaurantes en los que sobrevuela un ambiente estudiantil, por la cercanía de la Universidad de Columbia. Todo invita a sentarse en la calle, tomar una cervecita y ver pasar a alumnos y profesores enfrascados en sus propios dilemas.
En Harlem, Broadway aún tiene muchos atractivos. A la altura de la 125th, caminando hacia la izquierda, funciona el viejísimo Cotton Club, donde los lunes toca el ensamble del trompetista Al Pazant, integrante de la mítica orquesta de Count Basie. Esa noche, muchos van a bailar swing en la pista, usando trajes retro y degustando comida sureña, que evoca la época de la prohibición (cuando no se podía beber alcohol en los clubes y por eso los tragos se servían en tazas de té).
Broadway cruza la parte oeste de Harlem y a partir de la 155th se interna en Washington Heights, mayor suburbio de Santo Domingo fuera de República Dominicana, donde el jazz es reemplazado por merengue y los hot dogs, por plátano frito.
Cerca de la calle 195, Broadway se extingue finalmente. Atrás quedaron los rascacielos, la moda, los musicales y el arte. Tal vez, la síntesis más fiel de Nueva York.
Por José Totah
Para LA NACION

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