En estos días, Oscar Bony expone en la Galería Ruth Benzacar y es uno de los cuatro artistas que fueron seleccionados para participar en la XVIII Bienal de Venecia, que estará abierta hasta el 7 de noviembre. Pero hubo unos siete años, entre el 1968 y el 1975, en los que O. Bony se alejó de la producción de arte.
En el principio de su decisión hubo una muestra curada por Jorge Romero Brest, Experiencias ´68 , que se realizó en el Instituto Di Tella. Una de las obras expuestas fue censurada y, como reacción, los participantes dieron la muestra por clausurada. Como respuesta personal contra la institucionalización del arte, O. Bony dejó de producir. Primero vinieron una serie de oficios caprichosos y luego una crisis. Entonces decidió irse de viaje para ver si de esa forma lograba decidir su desapego definitivo del arte, o todo lo contrario.
Cadaqués, un puerto al arte
"Me fui a Francfort directamente porque quería comprarme una combi Volkswagen; sólo ahí empezaría mi viaje. Quería estar mucho tiempo solo, en la ruta, en movimiento. Y así fue: estuve meses viajando sin horarios ni proyecto establecido. Incluso tampoco pedía muchos consejos ni opiniones; me manejaba solo con mi mapa.
"Llegaba a una ciudad, encontraba un buen lugar cerca de una canilla para estacionar mi combi, y me dedicaba a recorrer los museos que me interesaban. En París, por ejemplo, encontré un lugar al lado del Sena que funcionó como hogar durante un tiempo.
"En Venecia iba todos los días a La Academia porque estaba completamente subyugado por un retrato de Holbein que me parece un producto casi no humano por su nivel de perfección. Fue así como, durante esas estadas en ciudades, conocí muy a fondo toda la obra de los artistas renacentistas y contemporáneos.
"En una de esas pocas ocasiones en que decidió seguir los consejos de los amigos, O. Bony aterrizó en Cadaqués, un pueblo mediterráneo más asociado con los nombres de artistas que con el turismo.
"Son ellos, incluso, los artistas que están radicados ahí o que frecuentan el lugar, los que hacen todo lo posible para que Cadaqués se mantenga inaccesible. No hay espigón para que atraquen los veleros y el camino de acceso es una cinta de pedregullo que bordea un abismo nada invitante. Por otra parte, no hay playa propiamente dicha: no hay costa con arena, sino que hay que zambullirse al agua directamente desde los acantilados.
"Gracias a eso, Cadaqués se ha podido mantener como un puerto del Mediterráneo de la vieja Europa. Es realmente un pueblo de pescadores con casas chicas y muchos bares. Uno de ellos era el favorito de Duchamp, que iba siempre a jugar al ajedrez.
"Picasso solía ir mucho a Cadaqués, y ahí estaba la casa de Dalí, también. Muchas veces, mientras estuve en el pueblo, iba hasta su casa y me quedaba mirándola. Un día, mientras me iba acercando, vi que Dalí estaba con Gala mirando el mar desde el pequeño muelle que tenían frente a su casa. Me acerqué y Dalí me hizo un comentario que me pareció un tango. Se lo dije y él me contestó que el que parecía un tango era yo. Me invitaron a una fiesta que se daba esa misma noche.
"Pasaban los días y yo me acostumbraba a Cadaqués. Solía estacionar mi combi en Cabo Creus, una punta de roca que se introduce en el mar y que tiene un faro al final. Era maravilloso estar ahí, con el mar revuelto y las piedras; era como una escena de Cumbres borrascosas , todo desbordado."
Dice O. Bony que en una de esas noches Cadaqués cumplió una función de oráculo. Mientras él trataba de resolver su vuelta a la plástica o su alejamiento definitivo, en esa roca en medio del mar algo se le hizo claro. Vio todo lo que estaba dejando atrás y se dio cuenta de que no podría sobrevivir lejos de eso, que en realidad era un adicto a una disciplina que lo había elegido a él y no viceversa.