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Para visitar Maastricht no se necesita tratado

La ciudad está en Holanda, pero muy cerca del límite con Bélgica y Alemania; es ideal para llegar en minutos de un país a otro




MAASTRICHT, Holanda.- Hay ciudades que por tradición y cultura pertenecen a más de un país, aunque hayan quedado atrapadas en la frontera nacional de uno de ellos. Es el caso de Maastricht, la urbe más antigua de Holanda, que limita con Bélgica y Alemania, formando una triple frontera.
La ciudad alemana más próxima a Maastricht, Aquisgrán (Aachen, en alemán y Aix-la-Chapelle, en francés) está a sólo 35 kilómetros.
Históricamente, se enfrentaron, compitieron, rivalizaron en tesoros, peregrinaciones y riquezas; pertenecieron a países enemigos entre sí, y hoy siguen compitiendo, pero ahora por brindar mayores comodidades al turista, y compartiendo amistosamente el aeropuerto.
Los turistas inquietos eligen a Maastricht como centro de operaciones para desplazarse a otros países en pocos minutos.
Pensemos que ciudades tan atractivas como Lieja, Aquisgrán, Colonia, Düsseldorf, Bonn y Bruselas están a muy corta distancia. Y un viajero experimentado aconsejará desayunar en Maastricht y almorzar en Luxemburgo, posibilidades permitidas por las excelentes rutas.
Maastricht es la capital de la provincia de Limburgo (aún hoy se escucha hablar el dialecto limburgués, mezcla de holandés, alemán y francés). Los limburgueses están tan orgullosos de serlo, que aun hoy cuando se traspasa la frontera y se entra en Holanda, el cartel no dice Bienvenido a los Países Bajos , sino Ud. esta entrando en Limburgo .
Los orígenes de Maastricht se remontan al 50 a. C., cuando los romanos se establecieron a orillas del ancho y caudaloso río Maas.
Hoy, es una ciudad dinámica, rica, universitaria, y tiene, en la misma Holanda, la reputación de ser un poco distinta, extranjera. Y es verdad. Lo primero que puede decirse de Maastricht, es que no parece holandesa. La arquitectura es distinta, la gente es más abierta y cálida, el cielo es más luminoso...las suaves colinas -últimas estribaciones de las Ardenas- se prestan para las caminatas.
Por esta ciudad fronteriza y cosmopolita, situada estratégicamente en el corazón de Europa, han circulado y aún hoy circulan las distintas monedas, los idiomas, las culturas, las comidas, como un gran río que mantiene la cultura en movimiento.
Es también famoso el carnaval de Maastricht, que se celebra los últimos días de febrero: llueve, truene, o nieve, las comparsas salen a la calle y el Rey Momo se adueña de las avenidas empedradas y de las murallas de piedra, entrando a los grandes negocios y revolucionando la cadencia cotidiana de la ciudad.

Un enjambre de influencias

Si bien Maastricht cuenta con muchos museos, nada puede equipararse al placer de caminar por su casco histórico, que es extenso y permite apreciar el enjambre de influencias a lo largo de su historia. La ciudad, por su ubicación estratégica, era muy codiciada, y eso obligó a sus habitantes a vivir en permanente estado de alerta. De hecho, Maastricht es una de las pocas ciudades fortificadas de Holanda. Grandes tramos de la muralla se conservan, y es conveniente tomarlas como guía. Este paseo lo llevará por hermosas y arboladas avenidas con edificios dieciochescos, pero también a través de angostas callecitas con edificios de piedra. Y aquí vale una aclaración: era tal el miedo que sus habitantes tenían a los incendios, que sus autoridades decidieron prohibir el uso de la madera. No sólo en la construcción, sino en todo lo que estuviera cerca de las casas. Así, todo fue hecho en piedra, incluso las placas que identificaban las actividades comerciales. Pasados los siglos, estas placas aún se conservan, y dan testimonio de aquellos que alguna vez animaron las calles de Maastricht: aquí, un pan o un pez nos indican las antiguas viviendas de un panadero o de una pescadería.
Cuando el cuerpo pida un descanso, podemos abandonar el recorrido y caminar en dirección a la gran plaza central, el Vrijthof. Está enmarcada por dos iglesias imponentes, una de las cuales, la Sint-Servaasbasiliek, es una de las más antiguas de Holanda. Si se decide continuar el paseo, la mejor opción es caminar hacia el río. Poco antes de llegar, se encuentra la basílica Onze Lieve Vrouwebasiliek, el edificio más antiguo de Maastricht, que parece más una fortaleza que una iglesia. Ambas iglesias tienen, en sus tesoros, numerosos relicarios y donaciones, por haber sido centro de peregrinación.
Para contrastar estas imágenes con el Maastricht de hoy, hay que cruzar el río y hacer una visita al Bonnefantenmuseum, construido y reciclado sobre una vieja fábrica de cerámicas, según un diseño del arquitecto Aldo Rossi. Alberga colecciones de arte medieval y moderno, de los años 60 y 70.

Los túneles

No se puede dejar Maastricht sin una visita a los túneles. Los comenzaron los romanos y son utilizados, desde entonces, como parte del sistema de defensa, y para que la población se guareciera en épocas de asedio. Se accede con visitas guiadas que, en general, son en holandés. Por eso, conviene preguntar por guías en otros idiomas antes de entrar, porque la visita dura casi una hora.
Recorren más de 200 kilómetros, de los cuales los guías muestran una ínfima parte, iluminados sólo por un farol de gas. Los que sean afectos a las explicaciones históricas deben buscar lugar cerca del guía: la acústica es mala y las palabras se pierden en los recovecos. Si, en cambio, se prefiere imaginar la propia historia, basta con atrasarse e imaginar cómo era vivir en la más completa oscuridad. Si la imaginación no alcanza, no hay que desanimarse: el guía apagará el farol por unos minutos, para que el grupo camine a tientas.
Edgardo Kleinman

Datos útiles

Cómo llegar: el pasaje, de ida y vuelta, desde Buenos Aires hasta Amsterdam es de 1480 dólares.
Alojamiento: una habitación doble en un hotel tres estrellas cuesta alrededor de 80 dólares, y entre 100 y 180 en uno de cuatro.
Transporte: si los viajeros deciden desplazarse en tren, los hay dos veces por hora,desde Maastricht hasta Valkenburg (el viaje dura 15 minutos), y una vez por hora a Aachen (pero con cambio de tren en Heerlen, donde puede aprovechar para hacer una parada y visitar las ruinas de las termas que dejaron los romanos).
El pasaje desde Maastricht hasta Aachen cuesta 6 dólares y el viaje dura una hora y media.Una vez en Vaals, o también desde Aachen (Aken en holandes) se puede hacer una excursión hasta el Drielandenpunt (punto de las tres fronteras), que es al mismo tiempo el punto más alto de Holanda, con una interesante panorámica de la zona.
Más información: embajada del Reino de los Países Bajos, 4334-4000. En Internet:
  • http://www.vvvmaastricht.nls

La libertad de recorrer la zona en automóvil

De esta forma es posible hacer paradas
El coche da más libertad, sobre todo a la hora de detenerse en los deliciosos pueblitos que descansan en las laderas de las colinas de Limburgo.
Es para recomendar una parada en Valkenburg aan de Geul, una antigua población fortificada, al margen del río Geul.
Valkenburg invita a una parada de más de un día, porque, además de su atractivo paisaje, con un castillo en ruinas dominando la zona, se puede usar como base para caminatas (el entorno es ideal, porque no es plano, como el resto de Holanda, y las pendientes son suaves, en tanto que los bosques se alternan con campos de sembradío muy pintorescos).
Otro atractivo turístico de Valkenburg son sus termas, recientemente inauguradas. Constan de piletas cubiertas conectadas con una al aire libre, termoterapia, gimnasio y masajes. Construidas en la cima de una colina, en medio de un paisaje boscoso, son la elección ideal para descansar, hacer una pausa y recargar energías.
Continuando viaje hacia Aachen, los amantes de la cerveza querrán detenerse un momento en Gulpen, cuna de la cerveza holandesa Gulpener, y degustar una in situ. Otra posibilidad es desviarse hasta Margraten, escenario de una de las muy cruentas batallas de la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad hay un cementerio y un museo que recuerdan los episodios de 1944.
Al llegar a Vaals, última población antes de la frontera, siga derecho por la calle principal: esa misma calle cruza la frontera (señalada sólo por un cartel) y, cambiando de nombre, nos indica que ya estamos en Aachen.

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