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¿Regresamos a la casita de los abuelos?




Esta historia comenzó en 1993 como un juego emocional. Por aquel entonces, debido a la convertibilidad, los viajes empezaban a resultar baratos para el argentino. Además, Internet hizo que muchas familias de los Estados Unidos, Australia, Canadá, Galicia o Irlanda empezaran a trabajar en sus árboles genealógicos. Es decir, los países surcados por las grandes líneas de la inmigración tenían un llanto congelado, un montón de preguntas dormidas y recuerdos clausurados. La gente empezó a conectarse. Los primos, los nietos de un mismo abuelo, los parientes lejanos cuyo apellido había quedado transliterado en el Registro Civil... Todo se aclaró a través de los e-mails que iban y venían, las comunicaciones telefónicas, los viajes delirantes.
Un fenómeno muy de los años 90. Nosotros lo pescamos en RH Positivo y convocamos a la gente para que nos contara su Viaje a los abuelos. Y así surgió el relato de la divorciada de Quilmes que había visitado la casa de piedra de sus abuelos calabreses, y que había llorado abrazada a los primos actuales, y la historia de la nieta de aquel gallego que dormía sobre la mesa de un bar porteño, de madrugada, a los 13 años, recién inmigrado, y la de los griegos, los escoceses, los árabes. Pero los viajes subieron de precio. Ya no están al alcance de cualquier nieto de inmigrante. Estamos en otro siglo. Pensamos en una nueva idea. Miles de argentinos tienen abuelos que vinieron desde muy lejos. Galicia, Japón, Finlandia, Irlanda, Rusia, Polonia, Calabria, Sicilia, el Veneto, el Piamonte... ¡China!
Si esos argentinos nos cuentan su sueño de viajar a la casita de los abuelos, y el público elige a los que merecen viajar, puede ser un lindo entretenimiento con un premio sano. Es decir, aquel que convenza a la gente se va a la casita de los viejos con todo pago. Pasaje con acompañante, viáticos y paseos. Y regalos para los primos. Así nació el ran Premio Viaje a los Abuelos. Ya hay un finalista, cuyo antepasado vino e las Islas Canarias y –gran nadador– se tiró el barco anclado para legar braceando a la famosa Buenos Aires. Después del Mundial, elegiremos a otro finalista. Este viaje es una de las realidades más viscerales del mundo moderno, porque gracias a Internet, la globalización, y demás cada persona puede encontrar (si le pone polenta) su origen, su verdad, su identidad. Su salud. Hallar en otra parte las caras que se le parecen, los rasgos de carácter que nunca pudo borrar, las virtudes y los defectos que ama y odia. Es decir, su propio ser.

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