
SANTILLANA DEL MAR, España (El Mercurio, de Chile. Grupo de Diarios América).- Jean-Paul Sartre hace decir a un personaje que Santillana del Mar es "el más bello pueblo de España". No se trata de arrebato existencialista alguno ni desmesura del personaje: hay coincidencia, sobre todo entre un buen puñado de literatos, en que esta aldea escondida en el norte de España, bañada por el mar Cantábrico, es una de las más hermosas de la península. En las afueras de la villa, el mar entra y se va, pega en algunas estribaciones rocosas y queda manso.
En la campiña se da un corte abrupto de la geografía. Del verde de las praderas, algunas de éstas llegan casi hasta la orilla, al azul profundo del mar. Y de este verde, sólo el blanco de algunas casitas de campo, con sus techos rojos, se destacan en la lejanía.
Ya en 1715, el francés Alain-René Lesage escribió la novela Histoire de Gil Blas de Santillana y, desde entonces, el lugar ha dado pie para relatos de todo tipo.
Por eso, con razón, Miguel de Unamuno dice que está "envuelta en prestigio literario".
Amor a las rocas
Stefan -desgarbado, peludo y buen dibujante alemán que tiene aproximadamente unos 60 años- hace un lustro que se percató de esto.
Supo, entonces, que tenía que detener un viaje de casi toda la vida por los lugares más inverosímiles del mundo, porque, por fin, halló el sitio indicado: esta villa.
"Fueron las piedras", dice, aspirando un Ducados, sin dejar la pluma con que, por cierto, no para de dibujarlas.
Situado con una pequeña mesa en la alucinante calle Del Río, este entrañable ejemplar de barbudo se dedica a reproducir en tinta china las impertérritas casas señoriales de familias otrora muy nobles, como las de los Velarde, Ceballos, Barreda, Tagle, Calderón de la Barca, Quevedo, Estrada o del mismísimo marqués de Santillana.
Sólo se da pausas para acudir al bar de enfrente y probar un buen plato caliente acompañado de vino blanco, tabaco negro y humo.
Ubicada en el extremo norte de España, a cuatro kilómetros de la costa cantábrica y a treinta de Santander -la capital de la comunidad autónoma de Cantabria-, Santillana del Mar es un rinconcillo de piedra aparecido entre lomas verdes, características de una región de espectaculares quesos y pescados.
Capital de la resistencia
Fue durante siglos la capital de Asturias, el sitio de repliegue de los cristianos ante la arremetida musulmana.
Cuando España no era España, sino un conjunto de reinados católicos que iban cayendo uno tras otro ante las tropas moriscas, y sólo la cordillera cantábrica quedaba por caer, se convino en que desde allí se debía iniciar la resistencia.
La región, entonces, comenzó a llenarse de monasterios -que constituían las fortalezas de reagrupación- y Santillana se convirtió en el centro de la defensa.
"Yo aquí me escondo de la barbarie actual", me dice el semianacoreta Stefan, mientras continúa movilizando la pluma.
Santa Juliana
Santillana del Mar se fundó sobre la base de un monasterio a mediados del siglo VIII. Este fue construido allí para dar amparo a Santa Juliana, virgen mártir de Nicomedia de Bitinia (actual Turquía), durante la persecución de Diocleciano.
La aldea primero se llamó Concana, después Planes y en el siglo XI tomó por nombre Santillana, fruto de la contracción de Sancta lllana (Juliana).
La hidalga villa comienza su decadencia alrededor del siglo XV, años de lucha por el poder entre los Mendoza y los Manrique, la que se consuma en los siglos siguientes con la emigración de la nobleza cantábrica hacia América.
Lo notable del caso es que esta decadencia no afectó la fisonomía del pueblo.
Tal vez por su aislamiento natural, los detalles de su arquitectura y su trazado urbano casi no han sufrido alteración hasta ahora.
Es por eso por lo que, con bastante razón, los conocedores coinciden en señalar a Santillana del Mar como la villa medieval mejor conservada de España.
A Santillana se entra, no se llega. Se lo hace por la hermosa calle Carrera, que después se nombra Cantón y más tarde Del Río, acabando, como todo el pueblo, en la Colegiata. La aldea es totalmente amarilla, color de piedra sobre piedra, y al transitarla aflora el silencio ancestral de Pérez Galdós con la pregunta de Neruda para Machu Picchu: "¿y el hombre dónde estuvo?" "Estuvo y está -corrige Stefan, el agudo dibujante alemán- en el bar o preparando sobaos y quesos en sus casas."
Carne, hueso y boina negra
Es cierto: el congelamiento temporal de la villa impide, en principio, reparar en que allí viven cerca de mil personas, puertas adentro, y que las casas de los siglos XIII al XVII que el barbudo teutón dibuja cobijan a lugareños de carne, hueso y boina negra.
De seguro también hay fantasmas en las moradas del marqués de Santillana, o de la archiduquesa de Austria o del escritor satírico Francisco de Quevedo.
Trayectos para turistas
Resulta indudable que Santillana del Mar fundamentalmente vive del turismo.
Por eso, Stefan asegura que sólo en estas fechas y a comienzos de primavera es posible conocer la verdadera villa: cuando sus habitantes se dedican a labrar los cerros verdes o a faenar exquisiteces lácteas.
Pese a su pequeñez, y además de ser en su conjunto el monumento nacional que es, Santillana posee variadas ofertas específicas.
Por supuesto: la impresionante Colegiata, con iglesia y claustro. Su actual construcción es románica, del siglo XII, y se conserva con pocas variaciones desde entonces. "Asistir a una misa nocturna allí es estremecedor", susurra el ateo Stefan, y es cierto: la ceremonia parece sobrenatural.
Pero no es lo único. Se puede recorrer Santillana una y otra vez, desde su entrada hasta acabar en el campo verde, y no saciarse nunca.
La calle Del Río, con el agua corriendo y sus bebederos de vacas, ovejas y caballos, es una calzada de ficción.
Temible museo
La villa estremece con varios sitios públicos más, como el convento de las Dominicas, el convento de Regina Coeli (que es un museo diocesano) o el Museo de la Inquisición. Este último fue inaugurado en 1995 y aparece como la guinda del postre de esta bacanal del medievo.
Se trata del más completo museo del mundo sobre instrumentos originales de tortura y pena capital de la Edad Media y el Renacimiento.
La colección pertenece a un extravagante príncipe italiano, que decidió comprar una casa en Santillana para establecerla definitivamente allí.
Llega a dar escalofríos recorrer sus salas lúgubres y toparse con cinturones de castidad de hierro grueso o con utensilios de tortura y muerte como la aterradora Dam, de Nuremberg: espectáculo indigesto para después de comida.
Camino a Altamira
A sólo dos kilómetros de la villa, en una sinuosa colina, en 1879 un santanderino tuvo a bien descubrir una gran cueva con prodigios pictóricos rupestres.
Como si Santillana del Mar no bastara, el azar se encargó de adosarle a su atractivo natural las ya famosas Cuevas de Altamira: el más importante centro de arte rupestre del paleolítico.
No es fácil acceder a su interior: hay que solicitar visitas con un año de antelación, y sólo una carta-respuesta determina el día y hora del año que a uno se le ha concedido.
Si en esa fecha al visitante se le hace imposible ir, no hay más: esperar otro año y enviar otra solicitud.
"Hay otra posibilidad -dice Stefan-: mañana te levantás a las 7 y vas a la colina a inscribirte en la lista de espera. Si llegás primero, puede que falle alguien de los inscriptos oficiales y entrás".
Un golpe de suerte, sin duda. Recorrer las distintas galerías de una gran cueva de 300 metros de largo, repleta de perfectas pinturas de hace más de 15 mil años, es algo indescriptible.
Cuando se llega a la bóveda principal, aquella que enseña en su gran techo enormes frescos de bisontes, caballos y ciervos perfectos, se atraganta el habla y el sonido del silencio es apabullante: es la Capilla Sixtina del Arte Cuaternario, así la llaman, y el apelativo corresponde.
Ramsés Carvajal
Recomendaciones
Cómo llegar
La villa está comunicada por autobús con Santander (distante 30 kilómetros), la capital de Cantabria, y Torrelavega, a ocho. Dos compañías hacen viajes diarios.
Qué ver
Vale la pena reparar en cada casa del pueblo. En particular, en las fachadas del Palacio Velarde, las de los marqueses de Santillana y de Benemejis, la casa escudo de los hombrones, entre otras atracciones. Son residencias particulares; por lo que no se puede entrar. Visite el Museo Diocesano, el Convento de las Dominicas, la Torre Jesús Otero, la Fundación Santillana (en Torre de Don Bona), el Museo de Arte Actual (en Torre del Merino) y, claro, el impresionante Museo de la Inquisición.
En las afueras
Saliendo de la villa existe un zoológico nada pequeño. Y, por el mismo camino, a dos kilómetros, se encuentra la Cueva de Altamira, con sus espectaculares pinturas rupestres. Entrar en la cueva es un espectáculo sobrecogedor. Para visitarla, se debe pedir autorización un año antes (hay que escribir al Centro de Investigación Altamira 39330, Santillanas, Cantabria, o llamar al 818005).
Datos útiles
Dónde alojarse
En Santillana del Mar hay nada menos que 900 plazas de hoteles. Existe un parador nacional (Gil Blas) y cinco hoteles de tres estrellas (Altamira, Los Infantes, Colegiata, Siglo XVIII y Santillana) que -como dirán allí- están muy bien. Hay más de diez hoteles de dos estrellas y otras tantas posadas y casas de huéspedes. La gente del lugar también puede darle alojamiento. En verano, los precios se triplican.
Qué comer
Probar bizcocho casero (tableta) y cocido montañés. De todas maneras, deleitarse con todo tipo de productos lácteos, como sobaos, quesadas y queso. Hay vino blanco de la zona.
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