
USHUAIA.? Poco antes de cruzar el estrecho que lleva su nombre, Magallanes vio huellas humanas de enormes dimensiones y bautizó con el nombre de patagones --pies grandes-- a esta zona que semeja la parte inferior de un embudo en el mapa argentino.
Las grandes extensiones de la Patagonia, según se puede apreciar desde el avión al cabo de tres horas de viaje desde Buenos Aires, sugieren que con pies grandes se acortan las distancias
Basta salirse un poco del espacio turístico de Ushuaia, invadido por los extranjeros que llegan en los cruceros, para conocer otra cara de Tierra del Fuego. La isla ofrece rasgos casi desconocidos hasta por aquellos que se precian de que no les queda qué por ver en el país. Se trata del encanto de la cordillera austral, pero no como el que ofrecen Bariloche o La Angostura, sino el de extensiones de miles y miles de hectáreas, y de miles y miles de historias, donde las estancias muestran el carácter gaucho.
Y éstas, desde luego, tienen las tranqueras abiertas. No todas se conservan como antes, pero se las mantiene para que puedan ser todavía algo de lo mucho que fueron. El esplendor de ayer se renueva, en la mayoría de los casos, con los descendientes de los dueños de las estancias.
Y éstas atesoran, desde luego, huellas de antiguas riquezas. No quizá tanto en materia de lanares, pues su explotación se tornó antieconómica hasta no hace mucho tiempo.
En los últimos años los propietarios se volcaron al turismo para sobrevivir. Casi todos esos establecimientos integran una red privada con estancias, hosterías y cabañas de Chubut y Santa Cruz, así como del sur de Chile.
Teniendo en cuenta, además, que el huésped de las estancias es quizás el más exigente debido al elevado precio que tiene que pagar, el buen servicio y equipamiento son imprescindibles. Con las ventajas de Tierra del Fuego, que presenta siempre, a primera vista, una estampa como de grabado.
Todo previsto, hasta el paisaje
Esta vasta y completa red de estancias brinda habitaciones y buena comida. Cuentan, además, con radio y teléfono. Proporcionan seguridad en todos los aspectos, aun cuando el clima es adverso.
Esto permite detenerse en una suerte de remanso tras las extensas jornadas por tierra y ripio, cuando antes estos sitios estaban casi vedados por la inexistencia total y absoluta de alojamiento. Los establecimientos de campo permitieron la colonización de un importante sector de la isla, donde no había ninguna población.
La belleza de esta inmensa y desolada provincia reside, fundamentalmente, en sus majestuosas montañas que caen casi perpendicularmente en los lagos. Uno se pone a prueba ante esa profunda soledad y la adversidad del invierno, con copiosas nevadas, donde sólo el fuerte sobrevive.
Desde Ushuaia, la ruta nacional número 3, en el primer tramo de asfalto, lleva a través de 134 km a la estancia Rivadavia, con prolijo y amplio casco de madera y chapa, a dos aguas, y después a la estancia Ushuaia, 140 km de esa ciudad, con una casa principal más moderna. Queda atrás, en la ruta, el Paso Garibaldi, uno de los sitios panorámicos más espléndidos de la isla con vista al lago Fagnano.
A mediodía, el color de las aguas luce como el del mar Caribe. También se pasa por Tolhuin, una suerte de posta en el camino.
Los árboles mueren de pie
Los días en las estancias transcurren entre deliciosos detalles preparados para los huéspedes, como comer a la intemperie, y sorprendentes descubrimientos, como los castores.
Por más extraño que parezca, estos roedores saben construir diques a través de ríos y arroyos con la seguridad propia de expertos ingenieros.
Derriban árboles con sus filosos dientes, arrancan la corteza pues les sirve de alimento y cortan ramas para construir la represa, desde una orilla a la otra. Transportan piedras y fango para revocarla.
Al cabo de algún tiempo de derribados todos los árboles que había en la orilla, queda alterado el aspecto del lugar. La piel y la cola del castor son apreciadas por los cazadores.
Por Julio Aguirre Chaneton
De la Redacción de LA NACION
De la Redacción de LA NACION
El Sur tiene su valor agregado
Estancia Rivadavia. El tarifario de este establecimiento, habilitado para los turistas entre octubre y abril, se divide en all inclusive, 180 dólares por día, y jornada de campo, 100.
El primero comprende desayuno, almuerzo, té, copetín, open bar, así como caminatas, visitas guiadas, demostración de adiestramiento de caballos, visitas a castoreras y trekking al lago Chepelmuth.
Están excluidas la expedición 4x4, trekking al lago Yehuin, canotaje en Cerro Pirámide y safaris fotográficos, paseos en cuatriciclos, cabalgata y escalada en la cabecera este del lago Yehuin.
Capacidad 10 personas. Teléfono/fax 54-2901-492186 y 2964-422059; www.estanciarivadavia.com
Estancia Ushuaia. Incluye, entre otras características, alojamiento con pensión completa, 353 pesos, single; 412, doble, y 490, suite (tarifas para pasajeros argentinos).
Se organizan excursiones en mountain bike, cabalgata corta y larga, y excursión en cuatriciclo, con tarifas adicionales.
Capacidad, 10 personas; 01-431663/432136; ultimoconfin@tierradelfuego.org.ar, San Martín 1222, Ushuaia,
Más información. Además de estas estancias, hay otras destinadas a los turistas, cuya información puede recabarse en la delegación Buenos Aires del Instituto Fueguino de Turismo, Marcelo T. de Alvear 790, 4311 0233; en Ushuaia, avenida Maipú 505; 2901-423340 y 421423. En el caso de viajar en avioneta, es recomendable comunicarse con al Aero Club Ushuaia por el 02901-421717.
Buen gusto, entre los bosques y la sociedad
La estancia Rivadavia está rodeada de un paisaje interminable de bosques de lengas recortados en la montaña y en medio de la soledad. Todo es lejanía y vastedad. Diez mil hectáreas en gran parte sin alambrados. Hay pocos lanares, muchas vacas y en especial caballos.
Iniciativa y buen gusto fue la premisa que dio nueva vida al casco, que data de 1925 y asoma en un valle.
La estancia cobró más notoriedad que nunca cuando pasó a la tapa de los diarios pues allí se alojó el general paraguayo Lino Oviedo, que había buscado refugio político en el país, en 1999.
Apenas se transpone la tranquera, se respira otro aire. La bienvenida al campo está a cargo de Myrna Antunovic, la propietaria, nieta de un croata, que se afincó en la zona tras dar pruebas de coraje frente a lo inexplorado allá por 1897, cuando cruzó de Chile, donde intentaba encontrar oro. Tuvo el valor, o la resignación, de enfrentar los rigurosos inviernos que congelan los ríos y desdibujan los caminos.
El clima intimista y personalizado de este establecimiento para turistas hace sentir al forastero como en su propia casa. Myrna se encarga personalmente del contacto con los huéspedes. También la ayuda Martín, si es necesario, en el caso de las excursiones dentro de la estancia, que incluyen cabalgatas, travesías en 4x4 y paseos en cuatriciclos.
El espíritu de aventura se rinde a los pies del lujo y el confort. En el baño privado, una ducha con agua caliente para aliviar el cansancio. Después, una cena exquisita. Flores frescas y cubiertos de plata enmarcan las delicias típicas de la región preparadas en cocinas de leña.
A la hora de comer
El famoso cordero patagónico, gran parte de la exportación, y otras delicias caseras son los platos clásicos. Sillones, mesas, objetos, fotografías familiares y una salamandra transmiten la atmósfera cálida de la casa.
Alberga huéspedes de diversas partes del mundo, incluidos argentinos, y cada uno se encuentra allí a sus anchas.
Los días transcurren plácidamente, entre aventura y confort, en éste, uno de los rincones más recónditos de la Tierra, entre abril y octubre, especialmente, excepto que el clima se oponga.
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