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Tikal, tras las voces de losmayas

Naturaleza e historia conviven en este parque nacional, una de las reservas arqueológicas más valiosas del continente




PARQUE NACIONAL TIKAL.- En medio de casi 50 hectáreas de selva exuberante, plena de colores, en la que conviven animales y plantas de lo más exóticos, los monumentales templos y edificios de una de las reservas arqueológicas y naturales más valiosas del continente se imponen majestuosos, subyugantes.
Tikal, que significa sitio de las voces en alusión a la extraordinaria acústica del lugar, es el centro ceremonial más grande del mundo maya descubierto y está en la provincia de El Petén, en el nordeste de Guatemala. Recorrer este parque aguijonea todos los sentidos y obliga, ante todo, a cierta preparación: los senderos que guían la circulación en el lugar, se puede llegar a caminar 20 kilómetros en una visita, y la excitante experiencia de trepar a monumentos de más de 70 metros de altura exigen contar con una buena dosis de espíritu aventurero.
Esta fabulosa reserva, convertida en parque nacional y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, está constituida por una inmensa urbe que habría alojado unas 100 mil personas y que, según se sabe, fue fundada hacia el año 800 antes de Cristo y perduró unos 1900 años hasta que, por motivos aún desconocidos, fue abandonada.
Devorada por la selva implacable, Tikal permaneció como un misterio durante siglos en los que, sin embargo, los lugareños alimentaron la leyenda de una ciudad perdida.
Tras el redescubrimiento, en 1848, sobrevino una etapa de saqueos en la que se llevaron innumerables estelas, piezas de cerámica y jade. Este despojo continuó aún después de que se iniciaron, en 1956, los primeros estudios arqueológicos, a cargo de la Universidad de Pensilvania. Los expertos trabajaron durante 13 años para poder trazar un mapa del lugar, de unos 16 kilómetros cuadrados. Por medio de excavaciones se hallaron unas 4000 estructuras, entre templos, palacios, complejos residenciales, sitios destinados al juego de pelota, un mercado y otros grupos residenciales correspondientes a las dinastías dominantes.
En los senderos que guían a los visitantes, llenos de enredaderas y bajo la cobertura de inmensos ejemplares de ceiba, árbol nacional guatemalteco; caobas, e higueras, se balancean, sigilosas, familias de monos zaguarates y serpientes que atraen a los expertos e intimidan a más de un visitante incauto.
También pueblan las ramas aves multicolores: entre otras, tucanes, loros, guacamayas, colibríes, y por supuesto, quetzales, las aves sagradas de los mayas, que atraen a observadores especializados.
La primera impresión al ingresar en Tikal la producen la selva y sus habitantes. La sendas cerradas, que zigzaguean por el terreno irregula y protegen del impiadoso sol dan cuenta del milenario trabajo de la naturaleza. Uno sospecha que bajo los pies aún existen misterios por develar. De hecho, datos oficiales del gobierno indican que sólo entre el 20 y el 30 por ciento del patrimonio arqueológico del lugar logró ser desenterrado entre la espesura.

Entre edificios y templos

La Plaza Mayor quita el aliento. Allí se conjugan edificios y templos con sus estelas (especies de murales de piedra sobre las paredes), enormes máscaras y altares donde se realizaban sacrificios humanos, y constituye lo que era el centro neurálgico de la urbe.
Otra de las principales atracciones es el llamado Mundo Perdido, que comprende 38 estructuras, entre ellas un complejo de Conmemoración Astronómica, que representa el componente más antiguo y místico, y está constituido por un conjunto ordenado armoniosamente destinado a la observación del cielo.
El Templo IV o de la serpiente bicéfala es el más alto de los edificios, de 74 metros. Luego de reponerse tras la escalada, se puede disfrutar de una extraordinaria vista de la inconmensurable selva. Demorarse allí para ver el atardecer puede deparar un goce sin par.
Dentro de la reserva hay dos museos: el Museo de las Estelas y el Sylvannus G. Morley. El primero se originó dentro de un proyecto de rescate y protección de las estelas más importantes del parque. Ahí también hay una muestra fotográfica histórica de las excavaciones de la Universidad de Pensilvania.
En el museo Morley pueden observarse algunos de los objetos descubiertos en el curso de las excavaciones, como la tumba de Ha Sawa Chaan K awil y piezas de jade, concha, hueso y cerámica. En su mayoría son réplicas, ya que las originales se hallan en el Museo de Antropología e Historia en la capital del país. Frente a la dimensión de Tikal, la exigüidad de los museos es una clara muestra de la depredación que sufrió este lugar, donde historia y naturaleza se combinan para brindar a los visitantes un espectáculo inolvidable.

Datos útiles

Cómo llegar

  • Desde Buenos Aires, hay vuelos a Guatemala por Copa vía Panamá por US$ 1057. Desde la ciudad de Guatemala, hay que recorrer unos 500 kilómetros de carreteras zigzagueantes que demandan, como mínimo, unas ocho horas. Lo más recomendable es tomar un avión desde la capital hasta el aeropuerto de Tikal, donde es posible conseguir un vehículo para cubrir los 63 kilómetros que hay hasta el parque nacional. El boleto aéreo cuesta US$ 112 ida y vuelta, y hay frecuencias diarias con vuelos que salen por la mañana y regresan al caer la tarde.

Servicios

  • Muchos de los turistas que llegan a Tikal deciden quedarse más de un día, lo que es una buena idea si uno quiere recorrer el lugar con más detenimiento. En el parque hay una hostería y un camping, además de un centro de visitantes, que contiene un mapa en relieve del sitio, un restaurante, baños, tienda de postales y artesanías. Una opción más variada y económica, alojarse en la ciudad de Flores, distante a 64 kilómetros del parque.

Entrada

  • El ticket diario para visitar el Parque Nacional Tikal cuesta 15 dólares. Para ingresar en los museos hay pagar 10 quetzales (la moneda nacional). Un dólar equivale a 7 quetzales

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