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Una gira hecha a los golpes




Como el golf es un juego en el que los certámenes no vienen a uno, sino que uno debe ir hacia ellos, tuve la fortuna de conocer diferentes culturas e innumerables formas de vida. Todo comenzó a mediados de los años 40, cuando la Asociación Argentina de Golf me invitó a participar en una seguidilla de quince torneos que se realizarían durante tres meses en Estados Unidos. Un viaje inolvidable. Por entonces ya estaba casado y mi hijo recién empezaba a caminar.
Como en esa época los aviones no cumplían vuelos directos, demoré tres días en llegar, haciendo escalas programadas en Lima y Panamá. Hasta acá, un viaje sin sobresaltos, aunque al llegar a Miami empezaron los problemas.
Yo había salido de la Argentina sin hablar una palabra de inglés, y no encontraba manera de hacerme entender para concretar una reserva, comunicarme con los cadies o simplemente comer lo que me daban ganas. En una oportunidad pedí por señas un plato que habían servido a mi lado, y para sorpresa mía, en lugar de la comida me alcanzaron la cuenta de la mesa contigua. Basta decir que empecé la gira con 84 kilos y la terminé con 72.
Igualmente, pude seguir adelante y cada semana participaba de un nuevo torneo; ésa fue la oportunidad que abrió mis ojos al horizonte que me esperaba.
En Estados Unidos siempre se realizaban las competencias más duras, y aquellos certámenes me introdujeron en el juego de los grandes. A partir de los años 50, los profesionales americanos ya empezaban a acercarse para ver cómo hacía yo las cosas y a imitar mi forma de juego.
En el golf los jugadores no son rivales, sino que cada cual tiene su propio desafío con la cancha, y quien le saca mayor provecho es el ganador. Es un juego apasionante, pero se lo vive de forma diferente si uno lo practica para bajar la barriga o como medio para llenarla. Hay que estar todo el día dentro de la cancha, despertar la sensibilidad de los músculos y desarrollar la propia habilidad.
Según el viento, la lluvia o el calor, es necesario prepararse en diferentes sentidos, mental y físicamente.

Sabia administración

En general son cinco horas de juego, además de otras tantas de práctica; se precisa concentración y sabia administración de los golpes, desde el primero hasta el último de los hoyos.
Así conseguí un segundo puesto en Nueva Orleáns y un premio de 1500 dólares, que en esa época era una cantidad de dinero muy apreciable.
Al volver estaba un poco desilusionado por los problemas que había tenido con el idioma, por el peso perdido y, fundamentalmente, porque mi hijo apenas me reconocía y tenía miedo de mí. Pero el balance fue positivo. Estaba tan flaco que lo único que se me veía era la nariz, y suficientemente animado como para retomar la práctica y volver a esas canchas pocos años después.
El autor es golfista.

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por Redacción OHLALÁ!


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