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Una ventana abierta para mirar las sierras

En el sur bonaerense, próximo a Bahía Blanca, trekking, caminatas, mountain bike y cabalgatas con perfume a lavanda




SIERRA DE LA VENTANA.- En los mapas satelitales se ve sólo una cicatriz oscura y vertical que atraviesa la provincia de Buenos Aires al este de Tornquist. Cuando esa cicatriz cobra las tres dimensiones de la realidad, se convierte en el sistema de Ventania, que esconde entre pliegues y abras algunos de los paisajes más interesantes y sorprendentes que puede deparar la finalmente no tan llana región pampeana.
La principal particularidad se ve a simple vista, sin necesidad siquiera de bajarse del auto, cuando se atraviesa el cordón por la ruta: en lo alto de uno de los cerros campea un hueco que deja ver el cielo del otro lado. Es, naturalmente, el cerro Ventana, y ese mismo agujero que desde abajo parece apenas más grande que el ojo de una aguja se convierte en una gran abertura capaz de dar albergue a varias personas cuando se lo ve de cerca, después de haber escalado unos 1000 metros hasta la cumbre de la montaña en cuestión.
La cercanía respecto de ciudades como Buenos Aires (550 kilómetros) y Bahía Blanca (125 kilómetros), que pone el ambiente serrano y su clima agradable al alcance de la mano, convirtieron a Sierra de la Ventana en una de las mecas del turismo de fin de semana largo o de Semana Santa, cuando la capacidad hotelera de la villa se desborda casi inexorablemente.

Paseos serranos

El aire libre es la principal compañía para encarar una travesía a pie, en mountain bike o caballo.
Para los que estén en condiciones de afrontar un trekking algo más que moderado, lo tradicional es encaminarse rumbo al hueco del Cerro Ventana, un ascenso en diez estaciones hasta unos 1000 metros de altura.
El equipamiento necesario es el mismo que para cualquier excursión de este tipo: mochila liviana, calzado fuerte y protección para el sol, además de la cámara para sacarse la foto-símbolo en este particular alféizar de roca.
A lo largo del recorrido, sin embargo, no hay que dejar de prestar atención a las señas naturales de este paisaje: los pinos y eucaliptos ornamentales plantados en la base, los pastizales típicos que cubren la ladera a medida que se asciende, los pinos plateados -exclusivos de estas sierras-, los líquenes y helechos que nacen en las grietas, al abrigo de toda contaminación.
Según el entrenamiento, llevará entre cuatro y seis horas el ascenso hasta el hueco, a través del cual se divisan los retazos de campo de distintos colores, un poco difuminados por el resplandor del sol o la niebla.
Los aborígenes llamaban casuhati (el mirador) a esta ventana que mide unos ocho metros de alto por cinco de ancho y diez de profundidad, y que parece haberse formado al derrumbarse -por la acción erosiva del agua y el viento durante cientos de miles de años- la pared del fondo de una gruta en la cumbre de la montaña.
Este ascenso se realiza sin guía, así como la caminata hasta la Garganta Olvidada (una cascada de unos cinco metros de altura) y el paseo hasta los piletones naturales que se forman en la naciente del arroyo que atraviesan el cerro.

Otras excursiones

Sólo se puede hacer con guía, en cambio, la visita a la Garganta del Diablo, donde el arroyo se ve encajonado entre altas paredes verticales: se trata de un trekking que lleva alrededor de cinco horas y permite acceder hasta El Balcón, un lugar donde la caída de agua alcanza los 15 metros de altura.
Desde las cercanías se pueden iniciar otras excursiones a las sierras, con distintas exigencias. Entre ellas, el paseo a la reserva de pastizales y la zona de cuevas, dentro del cual se pasa por la Piedra de la Mesa, el Alero de Corpus Christi (arte rupestre) y la Piedra de los Mil Ecos, y otros lugares de nombre sugestivo y paisaje agreste.
Mas lugares para visitar son la Fuente del Bautismo , un gran piletón natural de unos dos metros de profundidad, y la Cueva de los Helechos , una gran cavidad natural cubierta de estas plantas típicas de la región.
Estos recorridos se realizan a pie, pero la geografía de las sierras ofrece también varios faldeos y valles aptos para mountain-bike, cabalgatas y escaladas (estas últimas restringidas a las paredes de la Garganta Olvidada). En las cercanías de Sierra de la Ventana se puede visitar, finalmente, otros lugares de interés: la estación de piscicultura (tomando la salida por Villa Arcadia), donde se crían truchas arco iris, y el eco-parque cercano a Saldungaray, donde hay llamas, ciervos y antílopes en libertad.

Historia de avestruces y boleadoras

Raíces milenarias
Estas tierras son antiquísimas: en algunas regiones la edad de las rocas se calculó en unos 650 millones de años; en otras, entre 500 y 450 millones. El paso del tiempo fue dejando en ellas numerosos restos fósiles, en algunos casos de animales marinos correspondientes al período en que el mar avanzó sobre los terrenos.
Otras huellas son las de los indios que vivían en esta parte de la región pampeana, grupos de cazadores-recolectores que subsistían gracias a la captura -con boleadoras- de guanacos y avestruces.
Aquí se levantaban las típicas tolderías; se utilizaba el cuero para fabricar las botas de potro que distinguen a todo gaucho de ley.
Queda, como herencia de un pueblo exterminado, algo de su vocabulario, cerámicas de decoración muy simple que abandonaron cuando adoptaron los caballos importados por los españoles, y pinturas rupestres ocultas en algunos paredones de roca y aleros naturales.

Crecimiento sobre rieles

Por historia y servicios, Sierra de la Ventana y Villa Ventana son las dos localidades que concentran la oferta turística. La primera se desarrolló a principios del siglo XX cuando, en 1903, un decreto autorizó liberar el servicio público del ramal Ferrocarril del Sur (Olavarría-Pringles-Bahía Blanca): así nace la estación Sierra de la Ventana, hoy Saldungaray, y con ella la construcción del fastuoso Club Hotel.
Para facilitar las obras, se establece una nueva estación, Sauce Grande, que hoy es la de Sierra de la Ventana propiamente dicha. Villa Ventana, por su parte, también se origina en la transferencia sucesiva de diversos campos y en la iniciativa de un grupo de residentes que fomenta, a partir de 1947, la forestación de la región y el loteo con fines turísticos.
Por Pierre Dumas
Para La Nación

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