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Verónica Llinás. "Me encanta cavar trincheras en la arena"

Algo para declarar




—¿Qué es lo primero que ponés en la valija antes de salir de viaje?
—Solamente el nunchaku.
—¿Cómo se distingue al turista argentino en el exterior?
—Por el facón y las alpargatas.
—¿Una playita que te guste especialmente?
—La primera que me viene a la mente es la playa de cascotes y vidrios del Dique Roggero. Me gusta mucho porque allí filmamos La mujer de los perros y se ven unas puestas de sol hermosas.
—¿Con qué te entretenés en la arena?
—Me encanta cavar trincheras en la arena para parapetarme a dispararle a los molestos que usan motos de agua. Las trincheras también son muy útiles para meterse al mediodía, te protege la piel en la peor hora. Ser rubio tiene sus desventajas.
— ¿Viajaste como mochilera alguna vez?
— Mi primera experiencia como mochilera fue en primer año del secundario. Era un colegio progresista, que adoré, pero que quebró al año siguiente. No recuerdo dónde era el campamento, sólo que era un camping al lado de una reserva natural. Iba todo muy bien hasta que el profesor de educación física que nos acompañaba dijo que íbamos a empezar un entrenamiento y preguntó qué modo preferíamos, si el liviano o el extremo. Todos excitados por la situación elegimos, obviamente, el extremo. A partir de ese momento se desató un insólito simulacro de servicio militar, con cuerpo a tierra sobre el barro, sí señor, no señor, racionamiento de comida, nadie habla, caminar en fila india, sentarse arriba de esas piedras, de noche no se prende la linterna, y todo ese tipo de vejaciones que se dan habitualmente en las prácticas de guerra. Llovía a mares, pero para el entrenador de la Gestapo, no era un impedimento. Unos compañeros habían traído una petaca de la que empezamos a libar a escondidas para contrarrestar un poco tanta obediencia. Me agarré una borrachera espantosa e indisimulable. Me caí sentada y me empapé entera. Me llevaron a la carpa para cambiarme la ropa y al irme la dejé abierta, logrando que se mojara absolutamente todo lo de todos. Durante la expedición nocturna, ya no me sostenía en pié. Rambo tuvo que llevarme en andas casi todo el tiempo, lo que al fin de cuentas no me disgustó tanto porque era precioso.
—¿Tu mayor hazaña en el turismo aventura?
— Con mi marido logramos hacer un asado en un barco escorado en medio del mar.
— ¿Si pudieras visitar a un actor o actriz de todos los tiempos, a quién irías a ver y qué le dirías?
—A Marilyn Monroe, y que me cuente qué paso.
– ¿Qué hacés con tus perros gatos cuando te vas de viaje?
—Les digo que mami los quiere mucho pero que tiene cosas que hacer y que ellos ahora se van a quedar con la tía Juanita, esa a la que le hacen caso y que los quiere bastante...
—¿Una road movie para recomendar?
–Historias extraordinarias de Mariano Llinás. Lo siento. Los protagonistas están viajando permanentemente.
–¿Un día de vacaciones perfecto?
–Empezaría al amanecer con un desayuno de frutas tropicales, café con leche y tostadas de pan integral con semillas variadas, untados con queso de cabra y miel de arándanos. Seguiría snorkeleada en el mar admirando bellezas acuáticas que en lo posible no porten aletas fuera del agua. Luego, un efebo hermoso me haría un masaje descontracturante (aunque supongo que en esta situación ideal no tendría por qué contracturarme). De almuerzo habría pulpo a la gallega y otras delicias marinas que comería mientras miro una pieza de Teatro Noh que realizarían unas estrellas japonesas traídas solo para mí. Luego de lo cual (o durante lo cual) me dormiría una siesta. No importa tanto donde sea, mientras haya linda luz, bastante sol, lindo mar y más animales que personas.

Perezosa

"Teníamos unos amigos brasileños que vivían casi en la selva y tenían un par de barraquitas en la playa donde a veces iban turistas a beber cerveza o a comer peixe frito. En la temporada baja, de vez en cuando alguno se adentraba en la selva varios días a cazar. Esta vez había conseguido darle a un perezoso, que resultó perezosa y con cría. Tal fue la culpa de nuestro amigo que se trajo el perezocito al que se encargó de alimentar hasta que tuvo edad de hacerlo por su cuenta. Comía solo las flores de la copa de un árbol altísimo al cual había que subirse todos los días. Fue uno de los seres más alucinantes que conocí. Era como un peluche animado inventado por Pixar. Se colgaba a dormir en un árbol pero cuando lo llamaban bajaba, en cámara lenta (como hacen todo), y tendía sus bracitos para que lo agarraras. Se dejaba besuquear todo. Olía mejor que cualquiera de nosotros. Quise adoptarlo, pero me detuvieron a tiempo."
Para más datos. Por estos días protagoniza La mujer de los perros, film que además codirige junto a Laura Citarella. Todos los días, a las 19.20, en el BAMA, Av. Roque Sáenz Peña 1150 (Diag. Norte); sábados, a las 20, en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415.

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