Viaje a los años Kennedy
Un museo con aires sixties recrea los mil días del presidente
28 de octubre de 2007
BOSTON.- Entrar en el Museo y Librería John Fitgerald Kennedy, ubicado aquí, en la ciudad más british de los Estados Unidos, es como sacar un apasionante boleto hacia los míticos años sesenta, aquella década en la que todo parecía posible y en la que la mayoría de los sueños de cambio, incluida la historia personal del propio protagonista terminó en pesadilla.
A la vera del río Charles está el impactante y luminoso museo dedicado a la memoria del carismático presidente norteamericano, inaugurado en 1979. Con la ayuda de la modernidad y una pizca de nostalgia, el espacio rescata con éxito el espíritu sixtie que imperaba en los Estados Unidos en las elecciones de 1960, cuando el por entonces senador demócrata derrotó al vicepresidente republicano Richard Nixon y llegó al poder de la principal potencia mundial.
Los intensos y polémicos mil días de Kennedy en la Casa Blanca son sin duda el centro de la exposición, pero el antes y el después también ocupan un necesario lugar para explicar el inquebrantable legado que el bostoniano más famoso ha dejado en la sociedad norteamericana, que aún lo sostiene como icono. Es que más allá de la blanca y muy cuidada entrada al museo, el nombre Kennedy es aquí sinónimo de democracia, pluralismo y lucha por el progreso, en el contexto de una nación (y un mundo, para qué negarlo) donde escasean los políticos que despiertan admiración.
Después de pagar los diez dólares que cuesta la entrada, el recorrido empieza en el primer auditorio, con un film de 17 minutos en el que la voz grave del propio Kennedy cuenta su vida desde el nacimiento, en 1917, hasta su llegada al poder. Su infancia en la cómoda mansión que compartía junto a su padre y sus seis hermanos, los partidos de tenis, los paseos en barco, son reflejados en nítidas filmaciones caseras. Impresiona escucharlo hablar de sus casi desconocidos viajes a la Rusia de Stalin y la Alemania de Hitler, a fines de la década del treinta, dos escalas de un recorrido que moldeó su carácter antifascista. Su participación en la Segunda Guerra Mundial (en un buque torpedero) y el inicio de su carrera política son puntos altos de un film que sirve como buen aperitivo para lo que se viene.
Las elecciones
Al salir del auditorio comienza a vivirse el clima electoral de 1960. En cada esquina aparecen hitos de aquella decisiva campaña, acompañados por la "oficina de campaña", una vitrina con tickets de entradas a los actos, folletería, afiches, todo (bien al estilo anglosajón) en perfecto estado.
Por supuesto, están las palabras: el espacio más visitado de esta parte es el que dedican a la proyección de un video con el discurso de cierre de campaña del postulante demócrata. "Queremos más orgullo, no más seguridad", decía Kennedy en ese discurso, que despierta aplausos de dos señoras mayores con gorra de béisbol e indumentaria deportiva, sentadas en bancos sin respaldo, a centímetros del televisor.
El debate televisivo Kennedy-Nixon, del 26 de septiembre de 1960, ocupa un lugar importante. Al costado del video, que muestra los minutos importantes del debate, están las cámaras originales, los atriles, y hasta los vasos que se usaron en aquel impacto televisivo por la cadena CBS que vieron 70 millones de personas. Hacia el final de esta parte del museo se ubican los resultados finales de esas elecciones en pizarras escritas con tiza, antecedentes lejanos de los cómputos on line.
Un largo corredor nos hace ingresar en una réplica de la Casa Blanca, con Salón Oval incluido. Las fuerzas de paz creadas por Kennedy; la crisis de los misiles con Rusia en 1962, y el plan espacial que cobró importancia en aquellos años tienen asignada una habitación especial, al igual que las ceremonias y los eventos culturales que engalanaron muchas noches del período presidencial de Kennedy.
Jacqueline Bouvier, su esposa, ocupa un poco más adelante el centro de la escena, no sólo por su refinada estética, sino por la influencia que tuvo en la sociedad norteamericana.
En el Salón Oval hay réplicas del mobiliario original de la residencia presidencial, y también videos que repasan las tareas en común con el reverendo Martin Luther King en la lucha contra la segregación racial de aquellos años.
Un pasillo angosto y muy oscuro recuerda los cinco balazos que aquel 22 de noviembre de 1963 en Dallas terminaron con la vida del presidente. Los visitantes se quedan paralizados, absortos, ante las primeras imágenes luego del ataque, y el llanto en cámara del locutor encargado esa misma noche de anunciar la muerte de Kennedy.
El final del recorrido muestra la actual tarea del senador Edward Kennedy, sobreviviente de aquella década, y hasta a Bill Clinton recordando aquella mañana de 1963 cuando, como adolescente boy scout, estrechó la mano del entonces presidente. "El nos dio y nos da confianza en el sistema democrático", resume el ex mandatario. Un imponente y elevado pabellón de cristal que mira hacia el puerto de la ciudad es el espacio para la reflexión del visitante, y el punto final del recorrido por un museo que vale la pena visitar.
Datos útiles
Cómo llegar
- Un ómnibus gratuito sale cada veinte minutos desde la estación ferroviaria JFK/UMass hasta el museo, tarda 15 minutos. Con la misma frecuencia sale el ómnibus desde el museo hasta la estación
Horario y entrada
- Está abierto todos los días, de 9 a 17. Entrada: 10 dólares (adultos), 8 para estudiantes. Menores de 12 años, gratis.