Y el Oscar al mejor tour es para...
La La Land, ganadora de seis estatuillas, fue rodada en más de cuarenta locaciones de Los Angeles, muchas de las cuales se pueden visitar para revivir la historia de amor de Mia y Sebastian
12 de marzo de 2017
The Lighthouse, club de jazz, cerca de Hermosa Beach
Aunque La La Land no haya sido elegida como la mejor película del año por la Academia de Hollywood, el impacto que provocó este musical que cuenta la historia de amor entre Mia (Emma Stone) y Sebastian (Ryan Gosling) logró que alguna de sus imágenes y su ya mítica canción City of stars tengan un lugar privilegiado en el mundo cinéfilo y un poco más allá. Con una porción ganada del paseo de la fama que se reserva para los clásicos, la segunda película de Damien Chazelle, tiene ese "runrun" -que convoca tanto a fanáticos como a detractores- necesario para ser inolvidable. Rodada en más de 40 locaciones de Los Angeles, con una trama inspirada en los entretelones de la industria y que parece ser una oda a Hollywood, la película es, como muchos la han llamado, una carta de amor a la ciudad. Por eso, a partir de su éxito en los cines, el circuito turístico tradicional ha sumado a sus spots obligados, los fetiches La La Land que recorren los -ahora tanto más famosos- lugares en que fue filmada. En esta nota, un repaso por estos nuevos hitos.
Una locación destacada es el Observatorio Griffith, al que la película le dedica una de sus escenas más románticas. Fue un regalo del filántropo homónimo a la ciudad en 1935, y ahora es un paseo obligado para hacer con chicos curiosos luego de haber recorrido el parque que lo precede. La entrada es gratis, pero los shows del planetario cuestan entre 3 y 7 dólares. En el camino hay un mirador en el que Mia y Sebastian bailan y cantan durante seis minutos A lovely night y en el que vale la pena detenerse: la esquina de Cathy, muy cerca del famoso letrero que bautiza el área y del camino de Mulholland Drive. Una salida que puede extenderse entre el mediodía y la nochecita.
El café del jazz
Para los que quieran un poco de música, La La Land también muestra opciones. The Lighthouse Cafe, es el mismo lugar en que han tocado gigantes del género como Miles Davis, Charles Mingus y Dizzy Gillespie. Una leyenda, desde 1949, es donde Sebastian introduce a Mia en el jazz puro. Aunque hay que aclararlo, hoy el club no es sólo de jazz sino también de salsa, música country y hasta reggae. Un poco alejado de la ciudad, está cerca de Hermosa Beach Pier (en el que el personaje de Gosling canta por primera vez City of Stars) y es ideal para tener una vista inigualable del Pacífico al atardecer, sin tener que pasar por el bullicio del Muelle de Santa Mónica. Lo importante: en The Lighthouse no cobran entrada excepto los viernes y sábados luego de las 9 de la noche.
L.A., desde el Observatorio Griffith
Y si de leyenda romántica se trata, el Funicular no podía quedar afuera. Inaugurado hace 115 años, dejó de funcionar en 2013. Pero al ser uno de los sitios más pintorescos no podía faltar en el fresco que hace la película. Por eso, el teleférico ubicado en pleno centro de la ciudad volvió al ruedo y tiene su cameo, justamente, en la secuencia de montaje que muestra el enamoramiento de los protagonistas. Una yapa perfecta para ver y fotografiar luego de visitar el Grand Central Market, que está justo enfrente y en la que los enamorados tienen otra de sus citas. Un galpón de casi una manzana que, bien al estilo hipster, mezcla locales de comida gourmet con platos tradicionales, fast food de calidad y puestos de dátiles y verduras orgánicas. Un imperdible para almorzar al paso y conocer la movida foodie local.
En este recorrido lalalanesco tampoco hay que perderse de ver en vivo el mural con las imágenes de estrellas inolvidables como Humphrey Bogart, Lauren Bacall, James Dean, Charles Chaplin y Marilyn Monroe, que queda en Wilcox y Hollywood Boulevard, a pocas cuadras del inicio del Paseo de la Fama. Y mucho menos el puente de la calle Colorado, sobre el arroyo Seco, en Pasadena que, construido en 1913, tuvo su primera aparición en la pantalla grande nada menos que en el clásico El Chico, de Chaplin.
El histórico Rialto
Justamente en Pasadena (una ciudad que, aunque muy cercana a Los Angeles no se le parece en nada, por su tranquilidad y particular arquitectura clásica) hay otro hito nostálgico que La La Land propone conocer: el Cine Rialto, en el que los protagonistas se encuentran para ver Rebelde sin causa. Fundado en 1925, forma parte del Registro Nacional de Sitios Históricos y es un emblema de los cines de única pantalla. Con capacidad para 1300 personas, fue cerrado en 2007 y aunque hay planes para reabrirlo, por ahora es sólo un sueño. Todo un guiño para los más melancólicos que quizás lo recuerden porque el video de Thriller, de Michael Jackson, se filmó ahí mismo.
Otro cameo fugaz pero necesario es el de las Torres Watts del Parque Histórico Estatal Simón Rodia, un famoso monumento de arte popular hecho de chatarra y hormigón decorado con dibujos, azulejos y vidrios. Aunque un poco alejado del centro, vale la pena recorrerlo.
Si de salir a comer a fuera se trata, el musical ganador de seis Oscar que, durante unos minutos fue la mejor película del año, propone dos opciones. Primero, el restaurante del que echan a Sebastian: Smoke House que, por su ubicación privilegiada (enfrente de los estudios Warner) es tradicionalmente muy frecuentado por actores, productores y gente de la industria. Y como alternativa introduce a Jar, uno de los restaurantes con mejores críticas de la ciudad. En actividad desde 2011, es muy top y tiene una carta que se centra en carnes preparadas según los cánones de la cocina moderna. Los platos principales arrancan en 25 dólares.
Aunque algunas escenas se grabaron en Hollywood Center Studios y Burbank (dos que no ofrecen visitas guiadas para turistas), el bar en el que trabaja Mia -supuestamente- queda en Warner Bros. El famoso estudio fundado en 1923 reconstruyó el Café Sur Le Lot y lo incluyó dentro del tour por sus escenografías hasta la semana pasada.
Con 35 galpones acondicionados, 14 sets para exteriores y varios edificios dedicados enteramente a la posproducción, es una visita imperdible para los que quieren conocer el detrás de escena del cine, la TV (inigualable experiencia la de sentarse en el sillón del Central Perk, de Friends) y los superhéroes (porque incluye exposición de trajes y batimóviles históricos desde el de Michael Keaton hasta el más reciente de Ben Affleck). Además, si la suerte está de vuestro lado, existe la posibilidad de toparse con algún famoso que esté por ahí almorzando entre toma y toma. El tour dura casi tres horas y cuesta 62 dólares. ¿El dato? Es muy importante reservarlo en español porque los guías hablan muy rápido y en lenguaje supercoloquial.
Por último, lo que queda por recomendar del Los Angeles de La LaLand es tratar de tomarse con calma el tráfico y la sobreabundancia de autopistas de la ciudad para, tal como sucede en la secuencia de inicio de la película, dejarse llevar por la música, el sol y los colores en la intersección de la 105 y la 110 desde la cual se puede ver una postal típica del centro. Un lujo que los turistas deberían poder darse más allá del cine.