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Yakarta enciende los motores

Es muy buen momento para conocer (a bordo de una Vespa) una de las principales capitales del sudeste asiático, en pleno recambio político y antes de la saturación turística




YAKARTA.– La escuadra de scooters, media docena entre modelos modernos y Vespas clásicas, cruza la ciudad y la noche desde Jalang Kemag, zona de bares en el sur, hasta el kilómetro cero. Para un extranjero, imposible retener el trayecto: dan mil vueltas por avenidas, calles, callejones circulares y rotondas, aparentemente ilógicos, pero que, milagro, llevarán a destino.
Dudé un poco en aceptar el aventón e insistí con el taksi, ignorante de las cualidades al volante de Hendrawan, Andi, Tubagus y los demás; acababa de conocerlos. Pero después de las primeras 48 horas en Yakarta, con reiteradas esperas encerrado en micros, vans y autos, algo tiene que pasar: se huye hacia otro lado o, por el contrario, toca entregarse y sumarse a los ocho millones de pequeñas motos, parte de la solución y parte del problema en el caótico tránsito capitalino.
Así terminé en la columna liderada por Hendrawan Wijaya, un periodista de la sección política del diario Rakyat Merdeka y fan de las eternas glorias del diseño italiano sobre ruedas. Claro que a la madrugada, después de pasar horas con este grupo de amigos en un ruidoso bar de Jalang Kemag, el movimiento es mucho menor y la comitiva avanza sin obstáculos entre otros scooters, taxis y minitaxis con tres ruedas, parientes de los tuk tuks indios. Nada comparado con el lío que se arma en las mismas calles durante el día.
Tubagus Herlambang, mi chofer, no tomó una sola cerveza Bintang y señala cada tanto algún edificio o monumento importante. La estación central del tren, el Palacio de Gobierno, un centro comercial desproporcionado. La capital es inmensa y alberga a nueve millones de personas, en modernas torres espejadas y en barriadas precarias. Vemos un poco de cada una, en el camino.
Nunca fue un destino turístico, como sí lo es Bali, la isla indonesia de mayor renombre internacional. Pero en todo su eclecticismo, Yakarta representa bien a su país y por eso vale conocerla. Indonesia es un territorio seccionado en ¡17 mil islas! a lo largo de tres husos horarios, con un total de 200 millones de almas (la cuarta mayor población mundial), múltiples etnias e idiomas, religiones contrastantes. El lema patrio es Unidad en la diversidad.
De punta a punta, ahora la capital está adornada con banderas y banderines rojos y blancos, los colores nacionales. Primero, por los festejos de un nuevo aniversario de la declaración de la independencia, el último 17 de agosto. Segundo, quizás, por la aún fresca victoria del gobernador de Yakarta, Joko Widodo, alias Jokowi, en las recientes elecciones presidenciales.
El nuevo mandatario asumirá el mes próximo y trae, dicen, un significativo cambio en la política indonesia, la ruptura con las elites que comandaron el país durante décadas, entre la larga dictadura de Suharto (de 1967 a hasta 1998) y los últimos gobiernos democráticos.

Las buenas elecciones

Jokowi es un hombre de clase media, austero, práctico, innovador, hábil en los medios de comunicación y con un firme discurso anticorrupción. No viene tan al caso, pero difícil privarse de mencionarlo: además, con toda su pinta de introvertido, sin estridencias, es fanático del... heavy metal. No de clásicos como Iron Maiden o Judas Priest, sino de grupos mucho más extremos, como Napalm Death. Los músicos de Metallica se enteraron y le enviaron una bajo guitarra de regalo, autografiado por Robert Trujillo. Jokowi estaba encantado, pero de todos modos lo entregó a la Comisión para la Erradicación de la Corrupción, que determinó que se trataba de una especie de dádiva y, por lo tanto, era inaceptable en términos personales.
"Éstas fueron las mejores elecciones que hayamos tenido. Indonesia ha madurado mucho políticamente", dice Hendrawan, 27 años, bajito, sonrisa constante. Ahora su Vespa PX 150, 1995, no quiere arrancar. Andi Mukhsin, que parece entender algo más de mecánica y monta una preciosa Vespa ‘63, revisa la moto de su colega y también opina: "Jokowi nos representa, es un hombre común".
Además de saber de motos italianas, Andi está terminando la carrera de Relaciones Internacionales con una tesis sobre un remoto país que jamás visitó, bajo el título: Nacionalización del petróleo y legalización de la coca en Bolivia contra la hegemonía de los Estados Unidos, 2005-2009. De estas cosas hablan en los semáforos algunos motoqueros en Yakarta.
Semejante culto a las motos italianas tiene una explicación. Durante décadas, una compañía local tuvo la licencia para fabricarlas en una planta de Yakarta. De ahí que se vean tantas por toda la ciudad y también por el resto del país (más aún en Bali). Desde hace cinco años, el llamado Jakarta Mod Mayday reúne a más de mil Vespas y Lambrettas y, por un rato, transforma a la capital en Brighton.
Por las principales calles céntricas se aprecia uno de los legados metropolitanos de Jokowi: las obras avanzadas del Mass Rapid Transit, una de las soluciones de transporte público para aplacar en algún grado el mencionado desmadre vial. El vicegobernador Basuki Tjahaja Purnama, alias Ahok, que tomaría la gobernación cuando Jokowi asuma la presidencia, asegura que el tránsito seguirá siendo una de sus prioridades, junto con la vivienda social, las inundaciones (40% por ciento de la ciudad está bajo el nivel del mar) y el comercio ambulante (se cuentan 100 mil puestos legales y 500 mil sin papeles).
Ahok es otra personalidad interesante en la crucial actualidad política indonesia: sería el primer gobernador de una minoría étnica (es chino de tercera generación) en el país. En eso comparte mucho con Jokowi. "Será el primer presidente que no provenga de una elite social ni de la casta militar en Indonesia. Eso es nuevo. Igual que en mi caso, es un signo de que a la gente empieza a importarle más qué hacés y no tanto de dónde venís", explicará Ahok a La Nación en la alcaldía de Yakarta.
El día de la iIndependencia conmemora tanto el fin de la corta ocupación japonesa, en 1945, como el largo dominio colonial de los Países Bajos, firmada por el presidente Sukarno, el padre fundador de la Indonesia moderna. El emblema de aquella revolución es justamente uno de los puntos imperdibles para cualquier turista en Yakarta, el Monumento Nacional, ideado a su tiempo por el propio Sukarno en la plaza Merdeka. Conocida informalmente como Monas (de Monumen Nasional), la torre de 132 metros, coronada por una llama, parece un gran eje alrededor del cual toda la ciudad gira como un disco de vinilo.

Puntos altos

El Monas se inauguró en 1975 y tiene un mirador al que se puede subir casi todos los días del año para apreciar una Yakarta, ahí sí, tranquila y ordenada como maqueta de estudiante de Arquitectura. En su interior, hay una copia de la declaración de la independencia que se descubre cuando se abren mecánicamente unas compuertas doradas, retrofuturistas, de episodio de Flash Gordon. El edificio también contiene un museo de la historia indonesia relatada en 51 dioramas, desde la prehistoria hasta el cruento régimen dictatorial del Nuevo Orden, en una estética de manual escolar, pero también de una extraña belleza, acaso accidental, con representaciones de batallas a lo Cándido López.
El ascensor tiene capacidad para sólo once personas, por lo que la cola para subir al punto de observación (pagando 10 mil rupias, unos diez pesos argentinos) suele ser larga.
El Monas es el símbolo de la independencia indonesia, pero también de una Yakarta que va quedando atrás. Hay otro punto elevado, en cambio, que habla más de los esfuerzos de esta ciudad por alcanzar, en la carrera, a Hong Kong, Singapur o Kuala Lumpur. Es el Skye, hoy el bar top de Yakarta, literalmente: queda en el piso 56 del edificio Menara BCA, a 230 metros del asfalto, del edificio Menara BCA. Terraza, tragos, pileta, DJ y el público más esnob, para disfrutar de la vista más espectacular. "Es el lugar para ir a mostrarse", apunta, desinteresado, Tubagus, a quien jamás se le ocurriría escalar hasta semejante sitio ni mucho menos someterse a los bouncers que deciden quién entra y quién no, según calzado, ropa o cara.
Los vespistas, en cambio, sí están muy entusiasmados con un festival de rock en el Taman Ismail Marzuki, más conido como TIM, complejo que incluye galerías, instituto de arte, planetario y cines, efervescente centro cultural de Yakarta desde fines de los años sesenta.
El TIM es una ciudad dentro de otra. Una villa poblada por estudiantes de arte, rockers de todas las tribus, cinéfilos, malabaristas y un público que llega constantemente en más y más grupitos de scooters, para variar. Las bandas tocan en las escalinatas del pabellón del Instituto Kesenian. Los primeros tienen un cantante que imita a Morrissey. Le siguen unos émulos de White Stripes, pero con guitarra acústica. Después vienen abanderados del punk, el ska y otros géneros gringos. Ni pistas del gamelán ni de ninguna otra inflexión musical indonesia; puro rock anglo, sin excusas; aunque siempre cantado en bahasa (el idioma local), cero inglés. Entre número y número, el maestro de ceremonias, aparentemente muy cómico, me señala entre los 250 asistentes, como la curiosidad (¿el chiste?) de la noche: el único espectador no indonesio, quizás no sólo en ese festival, sino en toda la historia reciente del rock & roll en el Instituto Kesenian.

Beautiful Indonesia

Al día siguiente, el programa es alejarse un poco de la ciudad para visitar el Taman Mini Indonesia Indah, algo así como el Parque de Miniaturas de la Hermosa Indonesia. Inaugurado a mediados de los años setenta y con clara impronta de aquellla década, no se trata de una colección de modelos a escala, sino de un predio de un kilómetro cuadrado en el que están representadas todas las provincias y las culturas del país, con sus variadísimas contrucciones típicas. También cuenta con teleférico y un parque acuático con olas artificiales. El conjunto recuerda tanto a la Ciudad de los Niños bonaerense como a aquellas ambiciosas exposiciones universalistas, que intentaban resumir el mundo y sus novedades cuando no había televisión ni Wikipedia.
El Miniature Park no es un lugar sencillo de entender ni de abarcar, pero Muheddin, el guía con temple de maestro espiritual, hace un estupendo trabajo. Después de recorrer los sectores de Sumatra y Papúa, bajo el sol del mediodía en un país de dos estaciones (calurosa y más calurosa), aprovecho para preguntarle qué piensa de las últimas elecciones y de Jokowi, lo mismo que hago con cada indonesio que me cruzo hace días. Pero Muheddin es especial. "Depende. Si me gusta o no, no es lo importante. Depende de que cumpla los sueños de la gente –responde, profundo–. ¿Qué sueños? Hay muchos. Pero lo que corresponde ahora es respetar al líder. ¿Lo elegiste? Ahora tenés que esperar, sin encontrarle sólo lo negativo." La grieta no llegó a Indonesia.
Hendrawan piensa igual, que Indonesia tiene una gran oportunidad, que hay que ser paciente y que es el momento de ratificar el viejo lema, Unidad en la diversidad. "Indonesia es el país con mayor número de musulmanes en el mundo –dice, recostado en su Vespa como si fuera un sofá–. Pero coexistimos con otras religiones. Nos respetamos. Este es un archipiélago con varias etnias, religiones, idiomas... Pero los indonesios amamos esas diferencias y amamos la paz." Y las Vespas.
Los hilos del centro histórico
La conservación del patrimonio histórico no parece haber sido una de las prioridades de Yakarta por mucho tiempo. Sin embargo, el gobernador Jokowi lanzó un programa por el que actualmente se rescatan cincuenta edificios de la Ciudad Vieja, muchos de ellos testimonio aquitectónico de la influencia holandesa en el archipiélago. En la zona, se encuentra el Museo de Historia de Yakarta, en la antigua alcaldía, una soberbia construcción de 1710, también en pleno reacondicionamiento. Exactamente en frente del museo está el muy recomendable Café Batavia (tal el nombre holandés de Yakarta), un señorial restaurante-bar de noble madera y nostalgia colonial (en el siglo XVIII era la residencia del gobernador holandés), que pocos turistas se saltean.
Pero el verdadero destacado en el centro antiguo es el Museo de las Marionetas (Museum Wayang), dedicado al milenario y refinado arte indonesio de los títeres y el teatro de sombras, en un edificio de más de 300 años. En su auditorio, todos los domingos por la mañana ofrece funciones abiertas al público. Dicen que un maestro titiritero puede llegar a animar cientos de personajes en funciones de hasta diez horas sin cortes. Los característicos títeres indonesios, de hecho, son uno de los suvenires más típicos y en el museo se consiguen a mejor precio que en otros locales.

Datos Útiles

Dónde dormir
Hotel Borobudur. Clásico cinco estrellas ejecutivo, ubicación céntrica, con una gran piscina y canchas de tenis. Desde 100 dólares la noche. www.hotelborobudur.com
Dónde comer
Lara Djonggrang. Este restaurante de cocina imperial indonesia e impronta china, vale la pena no sólo por su gastronomía, sino por la estupenda casa, exquisitamente decorada en cada ambiente y hasta en el árbol banyan del jardín. Jalan Teuku Cik Ditiro 4, Menteng, Yakarta.
Café Batavia. Clásico restaurante bar en una casona colonial, del siglo XIX, antigua residencia del gobernador. Jalan Pintu Besar Utara No.14 Jakarta, frente al Museo de Historia y a pasos del Museo Wayang.
Para ver
Museo Wayang. Colección de marionetas y teatro en el centro histórico de Yakarta. Martes a domingos, de 9 a 15. Entrada para adultos, 5000 rupias. Jl Pintu Besa Utara 27, Yakarta.
Museo de Historia de Yakarta. En la antigual alcaldía, un edificio de 1710 en el corazón del centro histórico. Martes a domingos, de 9 a 15. Entrada general, 2000 rupias. Jl Taman Fatahillah 1, Yakarta.
Monumento Nacional (Monas). En el kilómetro 0, es el símbolo de la ciudad. Abre todos los días (salvo el último lunes de cada mes), de 8 a 15. El ingreso cuesta 5000 rupias. Para subir al deck de observación se pagan 10.000 rupias más, pero hay que tener en cuenta que la cola para el ascensor puede ser larga, por lo que conviene llegar a primera hora.
Cambio
La moneda indonesia es la rupia. Un dólar norteamericano equivale a 11.000 rupias indonesias.
Visa
Los argentinos necesitan visa para ingresar en Indonesia. Se tramita en la embajada de ese país en Buenos Aires (Figuera Alcorta 3260), con un costo de 50 dólares.
Más información
www.jakarta-tourism.go.id

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