Amarlo todo: ¿a qué preguntas vitales te enfrentan tus vínculos hoy?
Ya pasó el Día de San Valentín, pero el amor sigue en el aire. En la editorial de Sole Simond de febrero, hablamos sobre cómo esta emoción nos interpela a hacernos preguntas y a enfrentarnos a saltos evolutivos.
16 de febrero de 2024
"Si querés avanzar casilleros vitales, es mejor que te expongas al salto cuántico que es el otro" - dice Sole Simond. - Créditos: Getty Images
“Ustedes son mi familia”, me dijo mi amiga Sofi hace algunos días, un tanto emocionada y agradecida. Estábamos en algún asunto doméstico, no sé si traía ropa para lavar o acababa de dejar una taza sucia en la bacha. Fue una expresión un tanto inesperada, como es Sofi, bah; como si fuera algo que ya no se podía guardar.
Escribí algunas veces en este espacio sobre cómo cambió mi vida cuando me fui a vivir al Tigre, a una cabaña, en un barrio inhabitado y salvaje al lado del río Paraná. Lo que pocas veces conté es que el plan era ir a vivirnos en una suerte de comunidad entre amigos. No fue premeditado. La idea era invertir en una zona, que todavía era accesible, y tener quizás una cabaña de fin de semana; sin embargo, la pandemia nos terminó amontonando en la selva. Y dejamos nuestros departamentos en Capital y pasamos a compartir desayunos en pijama, discusiones de convivencia, logísticas de un improvisado “consorcio”, noches de guitarreadas, convidarnos leña cuando llegaba el frío y arriesgarnos a develar contemplaciones vitales. ¿Por qué la vida me reúne con estas personas en particular?, me pregunté varias veces, con los vecinos más cercanos y con los más distintos, que vinieron de otros lados. En esa intimidad entre sauces y palmeras, me encontré diciendo tantas veces: ¿qué tengo que aprender de ellos? Y varias veces estuve a las puteadas y otras, agradecida de esa incomodidad que tiene el compartir, porque es lo que me permite seguir ejercitando la flexibilidad, la compasión, la aceptación, la perspectiva extendida.
Cuando a los cuarenta y pico estás soltera y sin hijos, un miedo que a veces te toma es rigidizarnos, perder ese pulido potente y desafiante que son los otros. Ahí cuando dos egos se encuentran, hay dos caminos: uno, que se destruyan mutuamente, o que gane uno sobre otro; y otro, que en esa danza de diferencias entre ambos se cree un baile propio y único. Pero hay que bancarse el dolor del cincel que es la otra persona, con sus heridas, su historia, sus certezas, sus miedos. Para que de la roca salga la silueta, hay que dejarse cincelar; ahora: ¿quién quiere dejar de ser roca? La mayoría de las veces estamos atascados en esas formas fijas que nos dan identidad, y si perdemos esa forma: ¿quiénes somos?
Entonces, ¿estamos dispuestos a morir para renacer en una figura nueva y más completa? Eso es la convivencia, la perseverancia en el amor, el compromiso con nuestro crecimiento y el de los demás. ¿Somos capaces de domar nuestro ego para que el otro ego agazapado se sienta cómodo para salir y mostrar su vulnerabilidad?, ¿seré lo suficientemente valiente para decir “esto me duele”? En ese juego se nos va la vida. Entonces entendí esa revelación de Sofi de mañana: “somos familia”. Y confieso que muchas veces me resistí a la idea, porque el amor que nos enseñaron es tan limitado a veces, tan atado a arquetipos únicos... Recuerdo que temí convertirme en Paty o en Selma en esa experiencia de compartir con una amiga la vida, en esa frustración de no haber logrado aún mi propia familia. En general, esta existencia termina dándote la medicina para crecer amorosamente (si no te negás).
Sole Simond y su amiga Sofi, que con sus palabras despertó esta reflexión.
Así que, ¿con quiénes te reúne hoy la vida?, ¿qué aprendizaje te están invitando a hacer?, ¿amás lo que es fácil o sos capaz de amar lo que te cuesta?, ¿por qué te cuesta?, ¿qué te viene a decir esa incomodidad? Esta vecindad fortuita me trajo estas preguntas. Hoy es un campo de entrenamiento, ya no es un barrio en el Delta, por eso a veces quiero volver a vivir a la ciudad en un dos ambientes con loza radiante y amenities, y otras me acuerdo de por qué estoy acá. “Nosotros conformamos un círculo del karma”, me agregó Sofi cuando quise salir eyectada más de una vez. ¿Qué quiere decir esto?
Algo así como que si querés avanzar casilleros vitales, es mejor que te expongas al salto cuántico que es el otro. Esos saltos evolutivos se dan en el precipicio de nuestros egos. Y en la medida en que nos quedemos con los parecidos, los que piensan igual, los que nos entienden, los que resuelven como nosotros, vamos perdiendo la riqueza de los matices. Así como una escultura de Rodin, como esa bailarina que salió de la piedra y se para frente a la vida con humildad, pero con el mentón en alto lleno de confianza, con sus luces y sus sombras, con sus detallitos de terminación y, al mismo tiempo, cierta brutalidad sin terminar. Entonces, en el mes de los enamorados (si es que te resuena), es para todos aquellos que se sigan atreviendo a amar, amarse, a amarlo todo.