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Mi nuevo mantra: menos es menos

Comienza marzo y Sole Simond reflexiona sobre este mes en el que todo parece empezar, planificamos adónde queremos ir, qué hacer. Nos recuerda que decir "no sé", a veces, es una opción.


Este es mi mantra: menos es menos

Este es mi mantra: menos es menos - Créditos: Getty



Llega marzo. Los marzos son los lunes del año, cuando parece que todo empieza. Y entonces surgen este tipo de preguntas: ¿qué quiero hacer?, ¿hacia adónde voy?, ¿qué proyecto arranco? Para mí, es pedirnos demasiado. Es marzo, amiga. Parame un poco la moto.

Es cierto que hay una ley que rige el universo para concretar aquello que buscamos: intención, atención y manifestación. Intención para identificar qué queremos, atención para sostener ese propósito con las acciones correctas y manifestación para darle espacio a que ESO se concrete. Eso sí, en los tiempos y formas que la vida disponga, que, por supuesto, son un misterio. Porque, ya nos dimos cuenta, no todo es dosmásdosescuatro. No controlamos casi nada. Por no decir nada de nada. Ni siquiera el latido del corazón en tu pecho en este mismo momento depende de vos, sucede, simplemente (...o no), y define nuestra existencia. 

Pero me gustaría poner un asterisco, ¿y si no sabemos qué queremos?, entonces, ¿qué hacemos?, ¿arrancamos un 2023 a la deriva? Hace unos meses que estoy buscándole la punta al ovillo, porque, después de un par de años muy exitosos y agotadores, en los que me volví una máquina de trabajar, decidí tomarme un descanso. Ese descanso tenía segundas intenciones, que me diera la pista de para dónde seguir. Pero todavía no asoma la señal que necesito. Y estoy en la nebulosa de no saber nada de nada. Puede ser un tanto vertiginoso a veces, pero, al mismo tiempo, me lo permito. Eso de saber pasó de moda.

Ahora se usa más silbar bajito y decir “no sé”, y mirar con inocencia cada día, con la actitud de un aprendiz. Aquellos que tienen la vaca atada y van por la vida como si se las supieran todas, pobrecitos. Yo estuve ahí, creeme, la vida –tarde o temprano– te baja del poni. Así que mejor tener a la humildad de aliada, no sacar grandes conclusiones ni garantizar grandes proezas (algunos días, yo ni siquiera puedo comprometerme para una cena; termino suspendiéndola porque ya quiero estar en casa). 

 

¿Sabés cuál es mi nuevo mantra? “Menos es menos”, jaja. Punto, menos. Pero hay que poder con menos, eh. Es un arte, porque, en general, queremos cosas excepcionales y grandilocuentes. Y así hacemos grandes planes. Por eso, en la última década hubo mucha exigencia para definirnos e ir por nuestros sueños cueste lo que cueste. Avanzábamos como de noche, cansadas, en un auto a 130 km por hora cruzándonos con carteles de neón que nos encandilaban preguntándonos: “¿Qué querés?”, y más adelante otro: “¿Qué buscás?”, y seguías en quinta para encontrarte con una gigantografía de alguna modelo X que te aseguraba: “Yo lo encontré y soy feliz”... y, agotada, mordías banquina, si es que no tenías algún accidente. Porque nadie puede saber ni quién es ni qué quiere cuando va a toda velocidad. 

Incluso ahora, en este contexto de paradigmas mutables –crisis económicas, en un año electoral, con un mundo en guerra y pandemias a la vuelta de la esquina–, la planificación debería parecerse más a un lienzo que a una hoja de cálculo. Entonces, el talento a desarrollar es la flexibilidad y la templanza. La primera, para tener la capacidad de amoldarnos a nuevos escenarios y como antídoto de la frustración; y la segunda, como un modo atento, calmo y respetuoso del acontecer de la vida. Esto no significa que no haya que tomarnos un rato para dibujar un camino de los próximos pasos, pero si fuera vos, lo haría en lápiz. 

Eso sí, nunca voy a resignar lo que creo innegociable: mi paz mental, la aventura y la compañía amorosa. Esos son mis tres porotos del año, no tienen letra chica, son titulares lo suficientemente grandes como para que les quepa la mayor cantidad de planes inesperados que me sorprendan al paso.

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