Mitos a la hora de innovar: ¿tenés mente de experto o mente de principiante?
¿Cómo sos cuando llega la hora de innovar, ya sea en un trabajo o en tu propios temas personales? ¿Tenés "mente de experto" o "mente de principiante"? La experta en innovación Sofía Geyer nos da algunas claves para identificarlo.
20 de febrero de 2024
A la hora de innovar... ¿tenés mente de experto o mente de principiante? - Créditos: Getty Images
Existen muchos mitos que circulan alrededor de los procesos de innovación. Por ejemplo, una creencia arraigada en la innovación corporativa que suele surgir cada vez que llevamos a cabo sesiones de ideación a gran escala, como hackatones, concursos de ideas o laboratorios de intraemprendedurismo. Consiste en la idea de incorporar a los equipos de diseño de proyectos, a personas de áreas sin ninguna relación aparente con el desafío en el que se está trabajando. Por ejemplo, agregar a alguien del equipo de comunicación para mejorar un proceso de logística. Esto se hace con la intención de obtener la perspectiva del "outsider": alguien que no tiene conocimientos previos sobre el tema y aporta una mirada fresca, capaz de desafiar y plantear nuevas preguntas sobre el desarrollo en curso. Sin embargo, ¿realmente funciona?
¿Es mejor una "mente de principiante" o una "mente de experto"?
Cuando incorporamos a los equipos de innovación a individuos con una perspectiva fresca, suelen ocurrir diferentes situaciones. En algunas ocasiones, estas personas tienen tan poco conocimiento del tema que ralentizan el proceso de creación al solicitar explicaciones sobre aspectos que desconocen. En otros casos, no se animan a hacer preguntas directas por temor a incomodar a los demás miembros del equipo. A su vez, puede suceder que propongan ideas que ya han sido probadas numerosas veces en el área, generando incomodidad en el equipo que responde constantemente: "No, eso ya lo intentamos, ya se investigó, no es viable por estas razones...", frenando el ambiente creativo.
Es que hay algo de verdad detrás de esto. Los estudios científicos sobre creatividad indican que muchas innovaciones requieren un profundo conocimiento del tema, obtenido a través de horas de aprendizaje y experiencia. La cantidad de tiempo invertido en testear ideas nuevas, ayuda a los expertos a tener una gran ventaja a la hora de innovar. Como decía Thomas Edison, sobre la invención de la bombilla (lamparita): "No he fracasado. Simplemente, he encontrado 10.000 maneras que no funcionan." Pero claro, no la creó en el intento número 3.
La experiencia nos ayuda a analizar rápidamente la complejidad del problema y la viabilidad de las ideas. Un experto desarrolla una intuición sólida en su campo. Daniel Kahneman, en su libro “Pensar rápido, pensar despacio”, postula que la intuición es información clave a tener en cuenta a la hora de tomar decisiones. Sin embargo, aclara que es válida en aquellos terrenos donde contamos con un amplio camino recorrido (sino, corremos el riesgo de caer en ideas sesgadas).
Otro punto a favor de los “expertos”, es el capital social que han adquirido en ese territorio. Cuentan con una red de personas conocidas, a las que pueden recurrir por ayuda, en caso de necesitarlo. Pueden no saber muchas cosas: pero SÍ saben quién puede resolverlo, e incluso tener un vínculo cercano con esa persona o institución, para acelerar esas soluciones que se están necesitando.
El riesgo de la "mente de experto": obstaculizar la creatividad
Sofía Geyer, experta en procesos de innovación y creatividad
Ahora mirémoslo desde otro punto de vista: tener mucho conocimiento sobre un tema, puede también “cerrarnos” a una sola manera de hacer las cosas. A que nos hayamos formado una categoría mental más cerrada. ¿Cuántas veces hemos escuchado la frase: “acá las cosas se hacen así, yo sé por qué te lo digo”?
Además, nuestro ego de expertos pueden jugarnos en contra. “Esto lo hice muchísimas veces”. Nuestro inconsciente puede traicionarnos, llevándonos a no escuchar los nuevos paradigmas que traen generaciones más jóvenes, disciplinas nuevas, u otras personas con grandes aportes. El ego de los expertos también puede ser un obstáculo.
Además, en entornos cambiantes, lo que aprendimos en el pasado puede volverse obsoleto. La paradoja radica en que no se trata de la dicotomía "experto vs principiante", sino de aprender a ser ambos simultáneamente. Debemos invitar a nuestra mente experta a utilizar su experiencia y conocimientos, pero también activar nuestra mente principiante para explorar perspectivas nuevas.
Y no nos podemos olvidar de algo que sucede en nuestros tiempos: los entornos son cambiantes y volátiles. Eso que aprendimos y nos sirvió tantas veces en el pasado, puede no servir más hoy (ni hablar en el mañana). Por ejemplo, puedo dedicarme al área de ventas hace muchos años. Y de repente, mi negocio necesita desarrollar la venta online. Cambiaron los clientes, cambió la manera de vender: de repente, mi “mente de experto” puede no servirme al desarrollar canales de e-commerce. O sea, volví a ser principiante.
El desafío de la simultaneidad
Acá viene la paradoja: no es el "experto" vs el "principiante". Si no que todos nosotros, tenemos que aprender a ser ambos, al mismo tiempo. Porque podemos pedirle a nuestra mente experta: entrá, traé tu experiencia, todos los conocimientos que ya tenemos de este tema. Usá tu intuición: ¿esto irá por acá? ¿Sirve? ¿Lo intenté hacer alguna vez? ¿Conozco a alguien que podría ayudarme a resolverlo?
Y después darnos vuelta y activar nuestra mente de principiante. Preguntándole: “ayudame a dejar de lado todo lo que conozco sobre este tema. ¿Hay algo nuevo hoy? ¿Algún punto de vista que estamos ignorando? ¿Algo que podríamos hacer diferente? ¿Algo que esté cambiando?
Es un desafío: implica usar nuestra flexibilidad cognitiva y control inhibitorio (que nos permiten cambiar de un punto de vista o idea, a otro), que es una habilidad que no solemos entrenar tradicionalmente.
Y con esto, les dejo esta invitación. Cultiven su mente de experto y su mente de principiante. Identifiquen qué información, pensamientos, ideas y creencias contiene cada uno. Busquen en qué momentos serviría usar más uno, o el otro. Y sobre todo, inviten a ese experto y ese principiante. A aprender a bailar juntos.
En esta nota: