Cerro Champaquí: 5 lecciones que aprendí con la experiencia del trekking en Córdoba
Después de tener la experiencia de emprender el trekking del Cerro Champaquí, Sole nos compartió las 5 lecciones que aprendió en esa aventura.
8 de enero de 2024 • 09:00
Soledad Simond, en su experiencia de trekking en el Cerro Champaquí. - Créditos: Soledad Simond
Debo confesar que cuando alguien decía “voy a hacer trekking”, yo –porteña– pensaba que era una manera esnob de decirle a la caminata. Por eso, cuando me enteré de esta experiencia, me anoté sin dudar. Pensé que podrían ser unos días tranquilos de conectarme con la naturaleza, contemplar el paisaje y hacer algo diferente. Sin embargo, algo debería haberme advertido cuando me llegó la lista de todo lo que había que llevar, desde bolsa de dormir hasta sopita instantánea. Entonces, a pocos días de la travesía, empecé a rastrear quién tenía el equipo adecuado, cómo conseguir una buena mochila, la ropa térmica en capas, ¿barritas proteicas?...
El cerro Champaquí está al oeste de las sierras cordobesas, en las Sierras Grandes, tiene 2789 metros de altura y su nombre significa “agua en la cumbre” en comechingón. Si bien nosotros no hicimos cima, porque se requieren tres días, sí llegamos hasta la zona de los refugios, que son 13 kilómetros, hicimos noche y regresamos al día siguiente a Los Hornillos, el punto de partida. Nada fue como me lo imaginé, así que quise atesorar ese recuerdo de superación y conexión grupal en esta crónica donde te comparto mis revelaciones.
5 cosas que aprendí haciendo trekking en las sierras de Córdoba.
5 cosas que aprendí haciendo trekking
1
Un paso a la vez. “Pasos cortos y uno por vez”, nos dijeron antes de arrancar. En ese momento no entendí mucho qué significaba, pero cuando priman el cansancio y la duda, la mente sí o sí necesita una estrategia para llegar. Entonces, el momento presente y la conciencia en la caminata resultan el mejor plan. Así, el trekking se convierte en una experiencia meditativa, ¡especialmente cuando no hay senderos prolijos y previsibles!, porque tenés que estar muy atenta a cada pisada, a no pisar en falso, a tener firmeza en el paso.
2
No estás sola. Lo mejor es conectarte con otros, no aislarte en esa sensación de “no puedo”, “estoy cansada”, “¿cuánto falta?”, todos están en la misma travesía, con más o menos recursos, así que hacerte compañía, charlar de la vida, dar una mano, ayuda a ser parte de una fuerza colectiva que camina junta. De alguna manera, los tiempos para esperar a los que se quedan detrás, cuidarnos entre todos, descansar cuando estamos cansados, nos confirman que somos uno.
3
No mires lo que falta. En las cimas, los momentos de dificultad, uno suele mirar para arriba: ¡gran error! Todo queda demasiado alto, demasiado lejos, así que la gran herramienta es volver al tramo de ahora, ahora, nuevamente a lo que puedo en este momento.
4
No te compares. Me tocó compartir la aventura con un grupo de veinteañeros, que me pasaban haciendo enormes zancadas mientras, encima, fumaban, y yo casi sin aire (pensá que la altura también te juega su mala pasada). Entonces, te comparás. Te dejan en evidencia sin quererlo. Y te sentís frustrada, incluso te enojás con vos misma: “¡Debería estar más entrenada!”, pero lo cierto es que lo más hermoso de compartir con otros es la diversidad, los distintos momentos de la vida... Y lo más lindo fue cuando el más joven del grupo me dijo: “En tal subida pensé que me moría”, y me di cuenta de que, en realidad, cada uno afronta sus desafíos.
5
Siempre podés un poquito más. En los momentos en que pensé que no daba más, que las piernas ya no me respondían, sin poder cambiar del todo el aire, igual seguí caminando. Como si fuera algo mecánico, sin dejar que la cabeza me dijera: “No podés más”. Me acordé del mensaje que me mandó el organizador cuando yo estaba abrumada por todo lo que había que llevar y me dijo: “Sé que lo vas a resolver”, esa confianza externa activa la propia.