¿Sirve la queja? La psicología nos ayuda a cambiar lo que nos duele
La licenciada en psicología Cecilia Taburet reflexiona sobre la queja. "Cuando la queja se torna un hábito o un modo repetitivo y meramente una descarga puede generar una pérdida de energía, de dirección y paralización", sostiene. Brinda claves para que eso no suceda.
24 de enero de 2024
¿Quejarse sirve de algo? - Créditos: Getty
La queja puede ser un modo concreto de tramitar un enojo sobre una situación que se considera como injusta o incómoda. Por ejemplo: si tengo frío me quejo, pero me abrigo; es decir, que funciona como un desahogo pero con una acción en consecuencia que hace alusión a hacerse responsable de ese malestar.
Sin embargo, cuando la queja se torna un hábito o un modo repetitivo y meramente una descarga puede generarse una pérdida de energía, de dirección y paralización. Es la persona que, frente a una situación que le produce angustia o rechazo, queda inmersa en la queja sin posibilidad de cambio o de realizar algo del orden de lo nuevo y creativo.
Como mencionamos, utilizar la queja como un monólogo o un modo de intercambio con el otro (encontrando “para cada solución un nuevo problema”) implica evadir responsabilidades. Además, puede alejar a personas queridas.
Hay situaciones que son externas, es decir, no dependen de la persona y no queda más que aceptar. Pero toda queja está enmarcada en un contexto y puede tornarse un bucle o un círculo vicioso; entonces, es cuando se torna perjudicial para sí mismo y el entorno.
Son esas personas que ya sabemos de antemano que en su discurso pondrán énfasis en alguna dificultad solo para continuar quejándose y, tal vez, minimicen la otra parte positiva. Este tipo de “cultura de la queja” crónica y reiterativa suele ser un modo poco saludable de llamar la atención de los demás. Aquí es importante precisar que, tal vez, esa queja tenga que ver con un sufrimiento real más profundo y singular, un reclamo desatendido a tiempo, una necesidad genuina de ser escuchada y cuidada. Por lo tanto, no se trata simplemente de decirle al quejoso “mirá el vaso medio lleno”, “dejá de quejarte”, “todo va a mejorar”, sino comprender que representa un dolor real que en muchas ocasiones empuja al análisis para poder ser elaborado.
A modo de conclusión, es importante destacar que en momentos adversos y hostiles la crítica no debe quedar en un estadío inmovilizador, sino funcionar como el comienzo del cambio para generar de modo colectivo -creo que siempre las respuestas efectivas son colectivas- una transformación frente a lo desfavorable.
Quejarnos un poco alivia, pero debemos tomarlo como factor de cambio y no de pérdida de vitalidad.
Por Lic. en Psicología Cecilia Taburet, gentileza para OHLALÁ! iG: @psico.ceciliataburet
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