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¿Te acordás de Pumper Nic? Este es el libro que te cuenta la historia de aquel hito de los 80

A pura nostalgia y con mucha data, "Un sueño made in Argentina" explica cómo nació el negocio millonario de Pumper Nic, las claves de un auge que tuvo sus fans totales y por qué cayó estrepitosamente.


Solange Levinton ganó un premio por su investigación sobre la historia de Pumper Nic y el libro ya va por la segunda edición.

Solange Levinton ganó un premio por su investigación sobre la historia de Pumper Nic y el libro ya va por la segunda edición. - Créditos: Gentileza Gabi Salomone.



Si tenés más de 40 años vas a leer este libro con nostalgia, si tenés menos vas a conocer algo que no viviste y que marcó a fuego la cultura ochentosa argenta. Tengas la edad que tengas, leer Un sueño Made in Argentina, de Solange Levinton, te va a llevar a descubrir la increíble historia de Pumper Nic, el primer fast food de Argentina, que llegó a Buenos Aires como una copia calcada de las cadenas estadounidenses y fue un exitazo durante dos décadas, hasta que se hundió en picada. 

El libro, que se lanzó recientemente y ya va por la segunda edición, se basa en una investigación que ganó el III Premio de No Ficción de la editorial (Libros del Asteroide). Además de contar con muchísima información acerca de una marca que tiene todos los condimentos para ser interesante, la autora relata con una prosa fluida y atrapante una historia que va más allá del sello del famoso hipopótamo y abarca tanto la de los devenires del país como la de una familia de inmigrantes que empezó de cero y llegó a lo más alto.

Fue un concepto completamente revolucionario en Argentina: comer en bandejas, sin cubiertos y con todos materiales descartables que uno mismo debía tirar a la basura. Los nombres de los productos, como Freny´s y Mobur, se eligieron por concurso entre propuestas de los empleados. Y había premios.

Fue un concepto completamente revolucionario en Argentina: comer en bandejas, sin cubiertos y con todos materiales descartables que uno mismo debía tirar a la basura. Los nombres de los productos, como Freny´s y Mobur, se eligieron por concurso entre propuestas de los empleados. Y había premios.

Negocio millonario

Pumper Nic abrió su primer local en el microcentro de Buenos Aires en 1974 y para 1980 ya estaba consolidada la marca que se convirtió en un símbolo de la década porque irrumpió en la escena urbana como una novedad –en el país no existía todavía el concepto de fast food-, un aspiracional de modernidad –traía la impronta del “Primer Mundo”- y además impuso una moda ligada a la juventud. ¿Sabías que la banda Soda Stereo, en sus comienzos, presentó un disco en la primera sucursal de Pumper? ¿Y que el diseño de arte de los logos, la estética de los locales y los uniformes estuvo a cargo del artista Edgardo Giménez? También en un momento, Nik -el creador de Gaturro- intervino en la imagen.

 

Además de las hamburguesas y del sistema de comida innovador -el autoservicio, la vajilla descartable-, fue un negocio precursor en la estrategia de vender en combo, de poner franquicias -armó una red en todo el país-, en la propuesta de ofrecer un festejo de cumpleaños infantil en un salón con animación y películas. 

Todo esto, fue producto del buen olfato empresarial que supo identificar la oportunidad, logró copiar fielmente ideas que ya existían y decidió traerlas a donde aún no habían llegado.  

Sin embargo, algunos inventos fueron propios. Acá viene un flechazo a la nostalgia para quienes vivieron Pumper Nic y una serie de expresiones sin sentido para quienes no tiene idea de su existencia: Frenys, Mobur, “dale de comer al hipopótamo”.  

Cuando Pumper dejó de ser una novedad, ya no era más la única en su tipo (tras la llegada de Burger King y Mc Donald´s a la Argentina), cuando ya las franquicias habían desbordado en cantidad y la calidad había bajado, cuando ya la compañía había pasado a manos del hijo de su impulsor, cuando ya habían pasado veinte años -y varias crisis, tanto económicas como políticas- desde el inicio, la caída fue estrepitosa e inexorable

Pumper Nic tuvo una estética propia, "inspirada" en una importada, y creó una iconografía que hoy resulta muy representativa de la Argentina de los años 80.

Pumper Nic tuvo una estética propia, "inspirada" en una importada, y creó una iconografía que hoy resulta muy representativa de la Argentina de los años 80. - Créditos: Gentileza Rodrigo Fonte

Las historias paralelas 

Así como Un sueño made in Argentina se zambulle en Pumper, entre jugosas anécdotas y datos precisos, el relato crece también y avanza en otras dos direcciones: la historia familiar de empresario y la historia colectiva de la Argentina que le dio contexto. La realidad económica, política y social del país está narrada en detalle, época por época, como escenario para el desarrollo del negocio de Pumper Nic, una firma en apariencia poquísimo interesada en la política nacional, pero íntimamente vinculada a esta.

 

También, el libro se mete en la historia de una familia de tres generaciones.

Primer acto: la obligada inmigración de un hombre a la Argentina desde una Alemania asediada por el nazismo, en la más absoluta pobreza y desesperación.

Último acto: el nieto de aquel, nacido y criado multimillonario, que prefiere abandonar su país natal para hacer más y mejores negocios en Estados Unidos.

En el acto intermedio: Alfredo Lowenstein, el creador de Pumper Nic, el que “la vio” y también “la hizo”. 

El primer local se abrió en 1974 en la calle Suipacha; 15 años más tardes había sucursales en todo el país.

El primer local se abrió en 1974 en la calle Suipacha; 15 años más tardes había sucursales en todo el país.

Desde la ensoñación 

Hay más. El libro como tal también forma parte de otra historia: la de su autora. Solange Levinton -quien nació en 1981-, en el prólogo, cuenta cuál fue el disparador de su trabajo.

Cuando era chica -nació en 1981- iba todas las semanas a almorzar a Pumper Nic con su abuela Rosita –a quien le dedica el libro- “No tengo un recuerdo puntual, sino más bien una ensoñación de ese lugar con un olor celestial a papas fritas, cajeras despachando pedidos desde sus micrófonos y envoltorios coloridos”, escribe. 

 

- El punto de partida fue un cariño muy especial. ¿Se transformó la imagen que tenías de Pumper una vez que averiguaste tantas cosas de su historia? 

 

- Bueno, fue una pregunta que me hice muchas veces a medida que iba investigando la historia y cuando charlaba con otros consumidores de Pumper de mi época: entrados los años 80. A Pumper Nic lo recuerdo como algo maravilloso, pero yo no me acuerdo de si la comida era rica, lo que atesoro del lugar es el ritual que yo tenía con mi abuela y esa ensoñación. Me di cuenta de que el recuerdo personal es mucho más romántico y maravilloso de lo que posiblemente haya sido el lugar en realidad. 

 

- ¿Te propusiste hacer un relato de la historia de la Argentina y de la familia Lowenstein o fue algo que surgió mientras escribías el libro?  

- Entablar este paralelismo fue inevitable. Primero porque, para mi sorpresa, para armar la historia de Pumper necesariamente me tuve que retrotraer hasta Alemania de 1935 donde un carnicero, escapándose de los nazis, llega a la Argentina en una determinada ola migratoria. Entonces hay algo de eso que yo no podía saltearme si quería explicar quién fue ese joven que creó Pumper Nic. Tenía que contar sí o sí de dónde venía, quiénes habían sido sus padres, cómo había sido criado, cómo es que esa persona llega a conocer Miami cuando nadie en Argentina llega a conocer Miami así. Entonces, eso me obligó a reconstruir la historia de su familia. Y eso me llevó a 1935, la inmigración judía, después al crecimiento económico de esa familia que fue en paralelo al avance de los años en el país. Empezó a transcurrir de forma paralela. No solamente por cómo dialoga Pumper con la historia del país, que me parecía interesante, sino también porque me parece que sin todo ese contexto hubiera quedado simplemente como con una concatenación de anécdotas personales de los consumidores, de los trabajadores. Pero me parece que, de alguna forma anticipada a lo que pasó en el resto de América Latina, Pumper Nik fue lo que fue porque fue hija de su tiempo

 

- El libro es un boom y va por la segunda edición, ¿cuál creés que es la clave para que haya despertado tanto interés? 

- Todavía no puedo creer que el libro que vaya por la segunda edición. Me parece que la clave para entender el interés es un poco lo que me pasaba a mí, ese amor extraño por la marca. La intriga que me generó a mí conocer la historia detrás de ese lugar al que yo le tenía tanto cariño fue una forma de viajar en el tiempo también y me parece que el interés tiene que ver también con que eso le genera a muchas otras personas. Te desafío que pongas hashtag Pumper Nic en cualquier buscador de cualquier red social y leas los comentarios. Hay algo muy evidente que sucedió con esta empresa, muchos de una generación tenemos atada esa marca a recuerdos fundacionales que nos tocan una fibra muy muy íntima. Creo que en gran parte porque Pumper fue el primero, porque durante doce años fue el único, porque para muchos de nosotros tiene que ver con nuestra más tierna infancia o con un esfuerzo en nuestra familia para un cumpleaños o con la juventud, con las primeras citas... en general todos los relatos tienen que ver con las primeras las veces de las cosas en la vida. Ahí creo que hay algo clave.

 

Solange Levinton es periodista y es coautora del libro Voltios: la crisis energética y la deuda eléctrica publicado en 2017 y editado por Leila Guerriero.

Solange Levinton es periodista y es coautora del libro Voltios: la crisis energética y la deuda eléctrica publicado en 2017 y editado por Leila Guerriero.  - Créditos: Gentileza Gabi Salomone.

La autora de "Un sueño made in Argentina", Solange Levinton, se presenta el 23 de abril a las 19 en Eterna Cadencia para dialogar con Nacho Damiano en su ciclo de entrevistas con autores de no ficción.

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Carola Birgin

Carola Birgin Es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UBA, ejerce el periodismo desde 1997 y trabaja en LN desde 2009. Fue Secretaria de Redacción de la revista OHLALÁ!, Editora del Suplemento Moda Belleza y hoy es editora digital del grupo de revistas.


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