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FOMO laboral: ¿cómo impacta en el estrés, la ansiedad y la depresión?

Qué es y cómo combatir el FOMO laboral. El impacto en la salud mental. Herramientas para que la tecnología sea una aliada.


¿No podés dejar de trabajar ni en vacaciones?

¿No podés dejar de trabajar ni en vacaciones? - Créditos: Getty



FOMO, sigla de fear of missing out, es el famoso “miedo a perderse algo que considerás importante mientras estás haciendo otra cosa”. Se puede traducir de diferentes formas, y ocurre a nivel personal, en nuestras relaciones y también en el mundo laboral/profesional. Si no podés desconectarte de los chats o mails del trabajo, ni siquiera en vacaciones, y no por necesidad laboral, sino por algo interno que no te lo permite, tal vez estés atravesando un momento FOMO.

Vamos a profundizar sobre qué significa y cómo combatirlo.

Soltar el trabajo

Si buscamos en Google la palabra FOMO, encontraremos cerca de 37.700.000 resultados que muestran notas y definiciones sobre el tema. Evidentemente, es un asunto que preocupa y ocupa.

¿De qué se trata específicamente el FOMO laboral? Es cuando sentimos que nos estamos quedando afuera de algo o que las personas a nuestro alrededor no serán capaces de resolver situaciones del trabajo cuando no estamos nosotras. Entonces, nos vamos de vacaciones o nos tomamos un día personal, pero nos invade una necesidad incontrolable de estar conectadas a los dispositivos móviles y no podemos desenchufarnos ni por un minuto (y si lo hacemos, sentimos ansiedad).

Si a esta tendencia cada vez más frecuente le sumamos, además, la presión de “tener que ser productivas siempre”, y encima hasta una posible adicción al trabajo, nos encontramos con una nueva problemática que es necesario identificar para prevenir y trabajar. Esto es fundamental para que no se transforme en futuras patologías como el estrés crónico, los trastornos de ansiedad o la depresión.

¿Personalidad o contexto?

Ya dijimos que es muy frecuente encontrarnos con este tipo de personas que no pueden cortar a horario o que directamente no desvían nunca la atención del trabajo. Las notificaciones en el celular, la laptop al alcance de la mano en la mesa de la cocina o el living (costumbre que nos quedó de la pandemia y el home office), la vorágine de la oficina, los compañeros que nos contactan fuera de hora y la imposibilidad de dejar de trabajar cuando nuestro equipo lo sigue haciendo: todas estas situaciones no solo no nos ayudan, sino que contribuyen a que sigamos inmersas en la burbuja de nuestro ambiente laboral. En este sentido, habría que revisar también si nuestra personalidad contribuye a fortalecer este tipo de situaciones: por ejemplo, el querer controlarlo todo o ser personas muy centradas en nuestro yo. En este tipo de perfiles, a veces el ámbito laboral se convierte en una máscara y el narcisismo crece mientras seamos buenas y bien vistas en nuestros trabajos.

Cuando hablamos de adicción al trabajo, situación que probablemente haya comenzado con un FOMO, nos referimos a esa necesidad excesiva, desmedida e incontrolable de trabajar en exceso, que trae graves consecuencias en las personas que lo padecen. Afecta en la salud psíquica y física, pudiendo provocar trastornos de ansiedad, depresión, agotamiento, dificultad para concentrarse, insomnio y mayor propensión a tener consumos problemáticos. También genera efectos negativos en la esfera social, ya que la persona va reduciendo sus encuentros con otros, sus actividades, y se aísla cada vez más.

 

Esto tiene que ver con el nivel de inteligencia emocional de cada persona. Más precisamente, con las habilidades intrapersonales, es decir, cómo te conocés a vos misma. La autodisciplina, el autocontrol, el nivel de autoestima y la autocomprensión son habilidades que facilitan u obstaculizan el desarrollo del FOMO y la adicción al trabajo. Además, nuestro contexto laboral también influye: por ejemplo, si nuestros colegas siguen trabajando fuera de hora y “pasan cosas” en la oficina que al otro día te das cuenta de que te perdiste. Es importante destacar que hoy muchas empresas están siendo firmes con los horarios protegidos para permitir a las personas un mayor balance de vida personal/laboral.

Lo mismo ocurre con quienes trabajan por su cuenta; muy por el contrario de lo que se cree, la mayoría de los trabajadores independientes tienen mayor riesgo de ser workaholics, aunque también tiene que ver con el lugar en donde vivas y el espacio físico donde trabajes, entre otras cosas.

Tecnología: ¿arma de doble filo?

Las nuevas tecnologías son un arma de doble filo, ya que, a la vez que funcionan como herramientas útiles, facilitan nuestras tareas y agilizan la comunicación, nos convierten en esclavas, producen una dependencia excesiva y una necesidad constante de estar “en línea”, atentas y pendientes del trabajo, constantemente presentes y al servicio de la demanda del otro, siempre disponibles. Y no porque necesariamente haya alguien que lo pida, sino porque a veces basamos nuestra identidad en nuestro rol profesional y laboral y nos cuesta conectarnos y valorar otras esferas importantes de nuestra vida.

Ser exitosas en nuestro trabajo puede ser un deseo que lleva a no poner límites, ni al otro ni a uno mismo. Y la tecnología no ayuda con esos límites, pensemos que las fronteras entre el espacio laboral y los demás espacios vitales se van disolviendo desde que estamos hiperconectadas (incluso, en muchos casos, nuestro espacio de trabajo ¡es nuestra casa!).

Por otro lado, lamentablemente, ser adictas al trabajo está bien visto en nuestra sociedad productivista y exitista, incluso pasa desapercibido y es celebrado y valorado. Sabemos que hay personas que no pueden desconectarse del trabajo ni por un momento, porque sienten que son imprescindibles, que tienen que estar siempre al tanto de lo que ocurre en la oficina porque si no, serán mal vistas, que se obsesionan con la idea de cumplir incluso con lo que no les pidieron y se la pasan revisando compulsivamente el mail o el chat laboral.

Ser tu propio explotador

Al tener constantemente acceso a información, el trabajo viaja con nosotras a donde vayamos y le dedicamos muchísimo más tiempo que el que se debería. Y así, vamos perdiendo libertad y nuestro valioso tiempo en pos de cumplir con los mandatos y obligaciones, que, si lo pensamos seriamente, es un tiempo que ya no se recuperará. No se trata tampoco de no usar los dispositivos ni las redes, sino de comprender la importancia de ser cuidadosas, conscientes y responsables con su uso.

En ese sentido, es valioso retomar el pensamiento del escritor y filósofo coreano Byung-Chul cuando plantea que las personas se explotan a sí mismas: hoy ya no hay un explotador externo, sino que es interno. Si somos nuestros propios explotadores, entonces ni estando de vacaciones nos permitimos disfrutar porque tenemos dentro al tirano que nos dice que debemos cumplir, producir y estar disponibles.

Pasar del FOMO al JOMO

Entonces, en una sociedad que nos impulsa constantemente a ser más, a tener más, a mostrarnos más, a estar en la vidriera y a espiar la vida ajena desde la pantalla, que nos lleva a explotarnos a nosotras mismas en pos del supuesto “éxito” (que, por cierto, siempre es inalcanzable), a conformar nuestra identidad alrededor de nuestro trabajo y nuestros logros materiales, es necesario parar un poco para volver a nosotras mismas y conectarnos con las verdaderas prioridades.

No te estás perdiendo de nada cuando te desconectás del trabajo, ni tampoco sos menos profesional por hacerlo, esas son creencias imaginarias que responden a la hiperexigencia y te llevan al agotamiento, pero que no responden a la vida real. Lo que importa es tu tiempo presente, de calidad, y cuánta energía y amor te dedicás a vos misma en este preciso instante. Entonces, ¿cómo pasamos del FOMO al JOMO (joy of missing out o alegría de perderse algo)?

Lejos de ser solo un juego de palabras, la respuesta está en vivir el presente. Enfocarte en lo que estás haciendo, aprender a concentrarte sin estímulos y disfrutarlo. Aprender a tolerar la frustración de “perderse” un mensaje, un correo o un evento es también un gran aprendizaje. Y tener en claro que, más allá de las exigencias externas, desconectarse en vacaciones (del chat, el mail y de los pendientes) es necesario, beneficioso y un derecho.

Por supuesto que, si sentís que no podés desconectarte ni por un momento de los dispositivos tecnológicos ni de tu trabajo, si notás que está más allá de tu voluntad y te produce un malestar cada vez más significativo, es importante que busques ayuda y consultes con un profesional.

Si te tomaste vacaciones, desenchufate, desconectate, desintoxicá tu mente de pantallas y disfrutá de la naturaleza, de un libro, de la música, de tu gente, de tu tiempo, de vos misma. Eso sí que no te lo podés seguir perdiendo...

Expertas consultadas: Lic. María Sivana, @lic.mariasivana y Agostina Fasanella: business coach en Liderarte Consultora, www.liderarte.com.ar.

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