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Nachito Saralegui: desde su paso por la facultad de Derecho a ser el comediante que no quiere madurar

El actor de mirada inocente y risas aseguradas nos cuenta cómo crea el humor, cómo vive el estreno de El gerente –su última película– y cómo cree en la inmadurez como una hermosa forma de vida.


FotógrafoGaspar Kunis

“Nunca vas a verme enojado o triste, eso me lo guardo para cuando estoy solo, que no sé si está bueno. Me cuesta mucho mostrar ese otro lado”.

“Nunca vas a verme enojado o triste, eso me lo guardo para cuando estoy solo, que no sé si está bueno. Me cuesta mucho mostrar ese otro lado”. - Créditos: Gaspar Kunis



¿Cómo estás hoy? ¿Cómo llegás a fin de año? 

Estoy llegando bien. Por ahí se nota el “trajín”, como dice ahora el piberío. No, ningún pibe dice eso... Pero sí se nota ese cansancio de estar llegando a fin de año. Pero a la vez decimos “qué rápido se pasó el año”...


¿A vos se te pasó rápido el año? 

Muy rápido. Mucha cosa y no sé por qué. Creo que es el primer año después de la pandemia que queda totalmente liberado para hacer cosas. ¡Hicimos de todo! 

¿Vos qué hiciste, por ejemplo?

Volví a jugar al básquet, que es algo que hago desde chiquito y que no hice en toda la pandemia. Volví al teatro y a actuar todos los fines de semana. Volví a juntarme a filmar videos. Entonces es como que volvimos al mil por ciento. Creo que el año que viene vamos a estar más tranquilos.

¿Todo el mundo te dice “Nachito”? 

Sí. Claramente mi madre cuando se enoja es “Ignacio”. Tal vez para mis papás o mis hermanos soy más “Nacho”, pero el nombre “Nachito” quedó como el nombre artístico. Cuando llegó la hora de hacerme todas las redes, “Nacho Saralegui” sentía como que sonaba más fuerte, como que chocaba. 

Tiene algo como de niñez. ¿Cómo era Nachito de chico? 

Era Nachito, era así como hoy. Tengo videos grabados de cuando tenía 5 o 6 años con una filmadora que había en mi casa y yo hacía El show de Nacho. Me acuerdo de que le pinté un mueble a mi mamá con un fibrón y puse: El show de Nacho, para que fuera el fondo del programa, casi me mata. Hacíamos programas con mis hermanos, hacíamos parodias de películas. Siempre estuve en esta de querer actuar, de querer hacer cosas, hacer reír, de jugar a ser otro.

Siempre tuviste claro el camino, desde ese lugar.

Sí. Inconscientemente. Pero cuando terminé la escuela, estaba medio perdido. Me anoté en Derecho, que es la facultad donde se anota la gente que quiere ser abogada y la que no sabe dónde anotarse. Hasta que dije: “Esto no”. 

¿Cuándo fue el momento en que dijiste: “Estoy estudiando Derecho al pedo”?

Creo que en una clase de Derecho romano. Eran entretenidas, pero yo decía: “No estoy viniendo acá a entretenerme, yo tengo que saber todo lo que está diciendo este chabón y estudiarlo”. Ahí fue como que dije: “No, ¿qué estoy haciendo?”. Y antes, estudié Veterinaria un año. Que no aprobé nada. Me anoté porque me gustaban los perros y a los dos meses dije: “No, Nacho, no tiene nada que ver esto con que te gusten los animales”. Así que hice dos años y medio de dos carreras distintas hasta que dije: “Che, quiero ir a la escuela de teatro”.

¿Y qué pasó ahí? ¿Tu mamá dijo “Ignacio”? 

No. Mi mamá es maestra, mi papá es profesor universitario, es ingeniero. Son los dos docentes, entonces al principio no me decían “no hagas teatro”. Me decían: “Hacé teatro, pero... ¿por qué no seguís con Derecho también?”. Como que querían negociarme. Y cuando empezaron a ver que me iba bien y que podía tener un ingreso –que es lo lógico que haría cualquier padre–, ahí dijeron: “¡Apa! Puede que sea actor o comediante”. Con el correr del tiempo fui teniendo cada vez más independencia, hasta que me mudé solo con mi sueldo de teatro. Ahí fue cuando dije: “Lo logré”. Me independicé haciendo lo que me gusta. Porque no todo el mundo puede hacer lo que le gusta, por más que suene cliché. Yo nunca tuve que trabajar de algo que no me gustara. Tuve mucha suerte, trabajo también... 

“No quiero madurar y creo que nadie en realidad quiere hacerlo. Me niego”.

“No quiero madurar y creo que nadie en realidad quiere hacerlo. Me niego”. - Créditos: Gaspar Kunis

Desde El show de Nacho, ahora vamos a El gerente, por Paramount+. ¿Qué te atrajo para involucrarte? 

La primera comunicación que tuve fue con Ariel Winograd, que había visto Porno y helado; en la première de la serie me empezó a tirar un par de halagos. Y yo no soy bueno recibiendo halagos, entonces era como “ah, sí, gracias”. Al tiempo, me llegó la propuesta para hacer un casting para otro papel y lo hice. Mandé el video y no me respondían. A los días me llamó Ariel y me dijo: “Vi el casting, pero no te quiero para eso, te quiero para otro papel más grande”.

Eso también fue un re halago.

¡Eso fue un halago tremendo! 

¿Y cómo es Camilo, tu personaje? 

Es un chico que trabaja en publicidad, que no entiende muy bien en dónde está metido. Y él está convencido de que están en Mad Men. Flashea mal. Tiene ideas que son muy alocadas. Él cree que está en un universo de publicidad hermoso y en realidad están en una empresa que es más familiar, más chica de todo el pedo que tiene en la cabeza. Eso es lo divertido de Camilo, la ingenuidad que tiene y las ganas, porque tiene unas ganas... Y eso va en contrapunto con el personaje de Leo Sbaraglia, que está hinchado las pelotas...

¿Con Leo ya habías trabajado alguna vez? Contanos alguna anécdota con él...

Me pasó que yo había ido a la première de la serie de Maradona y me acuerdo de que lo vi entrar a Leo con un traje celeste y blanco, todo un hombre hermoso, precioso, y yo había ido con un amigo y le dije: “Yo un día voy a actuar con ese chabón”, y mi amigo me dice: “Sí..., ponele, qué sé yo…”. Esto fue 4 meses antes de que me llamara Ariel. En el primer ensayo le dije: “Ariel, ¿a qué hora es el ensayo?”. Me dice: “A las 16”. “¿A qué hora va Leo?”, le pregunté. “Con Leo vamos a estar tomando café desde las 15”. “Bueno, yo voy a ir 15:30 porque necesito chocar con Leo Sbaraglia y quedarme quieto y decir: ‘Sos Leo Sbaraglia, charlemos un ratito, te quiero muchísimo’ y yo después ahí puedo ensayar”, le dije. Y pasó todo así. Tuve media hora pelotudo y me quedé mirándolos hablar, después me puse a charlar con él y a los 40 minutos del primer ensayo ya éramos mejores amigos.

¡O sea que ahora sos amigo de Leo Sbaraglia!... 

¡Sí! Hablamos por WhatsApp, nos ponemos “me gusta” en Instagram y eso yo ya lo tomo como algo común y por ahí mi vieja o un amigo me dice: “Boludo, ¡te comentó Sbaraglia el último video!”, y yo le digo: “Sí, bueno, con Leo tenemos una relación...”. Eso es muy loco porque es gente que uno admira mucho y que conoce desde muy chiquito.

La peli está vinculada con el fútbol y el Mundial. ¿Qué te pasa con el Mundial? ¿Estás juntando figuritas?

Estoy juntando figuritas, tengo el álbum, me costó muchísimo conseguir los primeros paquetes. Me vuelve loco el Mundial, soy muy futbolero, hincha de Estudiantes de La Plata. Soy bastante bilardista, así que a la hora de hablar de cómo veo a la Selección para el Mundial no voy a decir nada. Hay que pensar en el primer partido con Arabia Saudita y después se verá el resto de las cosas. Partido a partido.  

Hablaste de la ingenuidad de Camilo. ¿Me da la sensación o... sos un poco ingenuo vos también? 

Sí, soy muy robable en la calle. Tengo una ingenuidad genuina, que es muy mía, y eso de medio aniñado en la voz. Es algo que tengo, que sé que lo soy.  
Siento que esa ingenuidad te sirve para construir cuando actuás, está muy a flor de piel tu “yo niño”...  
Sí, por ahí me hace más maleable, más fácil a la emoción, con menos bloqueos. Nunca lo había pensado así, pero sirve ser un poco ingenuo o no estar tan enfocado en algo permanentemente para prestarle atención un poco a todo. 

¿Tenés algún proceso personal para crear humor?

No sé si es un proceso, pero me gusta mucho parodiar cosas. No solo programas o películas, sino también situaciones de la vida, cosas que se me ocurren en el día, teniendo experiencias. Por ejemplo, hace un tiempo hice un video que era “Cuando te cancelan un fútbol 5”. Ese día nos habían cancelado un partido dos horas antes a mí y a mi amigo, que éramos los que más ganas de jugar teníamos. Y empezó un poco como joda, empezamos a decir “qué hijo de p* que es Nico”... y con la bronca que teníamos empezamos a improvisar cosas que no habían pasado y nos empezamos a reír. Le dije: “Esto es un video”. Nos dejamos la ropa, traje el teléfono, nos filmamos y lo hicimos. Creo que las ideas que más funcionan son esas.  

“Tengo una ingenuidad genuina, que es muy mía, que me hace más maleable, más fácil a la emoción, con menos bloqueos”.

“Tengo una ingenuidad genuina, que es muy mía, que me hace más maleable, más fácil a la emoción, con menos bloqueos”. - Créditos: Gaspar Kunis.

Hay que tener poder de observación, para estar atento.  

Sí. Creo que ahí está eso de la ingenuidad, de estar un poco afuera. Si me inundaba de bronca porque se suspendió el partido, yo no hubiese visto nunca que eso era una idea buena. Y esas son las ideas que le pasan a todo el mundo.

¿El humor te ayuda a transitar emociones más complejas como el enojo, la tristeza, el miedo?

Sí, creo que la comedia es lo que muestro. Es lo único que vas a ver de mí. Nunca vas a verme enojado o triste, eso es como que me lo guardo para cuando estoy solo, que no sé si está bueno. Creo que no está bueno, pero es como que me cuesta mucho mostrar ese otro lado. Todo el mundo me dice: “¡Eh, Nachito! Siempre buena onda”, ya me construí así.

¿Y no te da miedo de que te coma el personaje de “Nachito-buena-onda-siempre”?

Conozco la otra parte y soy muy consciente de ella. Y no solo cuando estoy solo, por ahí con alguien con quien nos ponemos a hablar de cosas heavy que nos pasan, ahí soy muy consciente de esa otra parte de Nachito. Entonces no creo que me coma nunca el personaje. 

¿Qué cosas tuyas, de Nachito, te causan gracia a vos? 

Mi voz hay veces que no solo me causa gracia, sino que digo: “Qué insoportable”. Me escucho o me pongo a ver videos viejos y digo: “Qué molesto”. Pero a la vez sé que es gracioso. Generalmente me causa gracia ver cuando actúo algo que escribió otro. Pero jamás algo que escribí yo.  

Te cuesta recibir halagos. ¿Te cuesta también reconocer tus propias virtudes? ¿Te tirás medio para abajo? 

¡Sí, totalmente! Tengo días en que digo: “¡Che, hice una serie! ¡Actué con Susana Giménez, actué con Sbaraglia! ¡Hoy me como el mundo!”. Y salgo y es como... “mmm, mejor no, mañana, por ahí”. Pero tengo momentos. Cuando hablo con la psicóloga; me dice: “Tenés que estar contento de que hiciste tal cosa, tal otra y tal otra”, y en ese momento digo: “Ah, logré un montón de cosas, bien ahí”. Pero me dura poco.  

¿Estás haciendo terapia desde hace mucho? 

¡Sí! Si no, esto es una bomba que ya hubiese explotado. Hago terapia desde los 15, más o menos. 

Cumpliste 30. ¿Cómo te pegó el cambio de década?

Cumplí el 1° de abril; y fue como, el 31 de marzo a las 24 dije: “30... ¡Ah, no pasa nada!”. Y pasó un mes y dije: “No pasa nada”. Ahora digo: “Che..., ojo, no me gusta tanto tener 30”.  

¿Por qué? ¿Con qué asociás los 30, con la madurez? 

Con un hombre. Ya en un noticiero si me pasa algo soy un hombre, no soy un joven. No es “le robaron a un joven en La Plata”, es “le robaron a hombre de 30 años”. Eso ya a mí me pone de los pelos. Digo: “¡No, un hombre no!”. Todavía no.

En una entrevista te nombraban como “el humorista que no quiere madurar...”. ¿Hay algo de eso? 

Sí, vos sabés que ese título lo pusieron sin avisarme. Pero está bien la conclusión, está perfecta. No quiero y creo que nadie en realidad quiere madurar. Acá ya es más para ponerse un poco filosófico y pelotudo. Pero hay algo de lo que se cree que es madurar que es como que me niego. Hay cosas tangibles de la vida real que no hago, tal vez porque inconscientemente me niego a madurar. Por ejemplo, no tengo carnet de conducir, no sé manejar. “¿Tenés 30 y no sabés manejar?”. No. “¿Y no vas a aprender?”. No.  

Hay algo de rebeldía, también.

Sí. No quiero. No quiero manejar, no tengo ganas de hacer el curso. “¿No tenés hijos?”. No, no quiero.  

¿No soñás para nada con el plan familia, pareja? 

Yo creo que a una parte mía sí le gustaría tener una pareja, un hijo, sí. Creo que existe ese lado, pero no me lo pongo a pensar como algo a cumplir o algo a buscar. Si se da, se da.  

¿Preferís el porno o el helado? 

Qué difícil. Pasa que el helado no tiene reemplazo. El porno por ahí con la imaginación sí. Así que prefiero el helado.  

¿Qué se viene después de El gerente? 

Después de la pandemia me puse a hacer un show de stand up con Lucho Mellera, y voy a sumar a un amigo para hacer la parte musical, que son canciones graciosas o de personajes. Voy a ir hablando de mi vida y cortando con partes musicales, con canciones que hablen de esos momentos.  

¿Qué lugar tiene la música en tu vida? 

No es tan grande. En cuanto a creatividad, hay muchas veces que una idea se me ocurre a partir de una canción o de una música. Pero nunca fui de querer ser músico, de hecho, no quiero serlo. No tengo ninguna intención ni ningún talento para eso, pero sí me gusta meterle comedia a la música. Es mucho más contaminar la música con comedia que traerle música a lo que yo hago. Es como usar la música como una herramienta más de comedia. No al revés.  
Y también hay segunda temporada de Porno y helado. 
Sí, se viene la segunda temporada, vamos a filmar en verano, pero aún no sé la fecha de estreno. Así que se vienen nuevas aventuras de Ramón y sus amigos.

¿Qué es lo último que aprendiste de vos mismo? 

Es muy fuerte la pregunta. Es algo que voy aprendiendo, en realidad, que es saber que puedo ir haciendo las cosas que me propongo. Y que por ahí lo más difícil es aceptar que puedo hacer esas cosas que me propongo.  
Tenés que creértela más. 
 

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