Natalie Pérez, antes de presentarse en el Cosquín Rock: "La mejor forma de sanar una vieja herida es hacer una canción”
Ella dice que vive la vida de manera "intermitente", como el título de su último disco. Charlamos con la actriz y cantante sobre sus planes para 2024, sus deseos, el amor y la amistad.
Producción de : Virginia Gandola
1 de febrero de 2024
TRAJE DE BAÑO (ITA BIKINIS, $54.900), TOP (LAS PEPAS, $38.900), SANDALIAS (MISHKA, $89.000). - Créditos: Inés Auquer
Natalie Pérez llega al barcito en Saavedra con su bicicleta, después de su clase de canto; viene en calzas, top, con los auriculares puestos, con esa pausa y esa liviandad de los días de enero en el verano porteño. Compartimos un almuerzo tardío y una charla relajada, sin tiempos, yendo y viniendo por diferentes temas: la música, la actuación, el amor, los deseos para el nuevo año, las crisis vitales. Después de un 2023 de mucho trabajo, de estrenar Intermitente, su tercer álbum de estudio y de una crisis personal de la que salió fortalecida, este arranque de año la encuentra en Buenos Aires, en un descanso de la vorágine laboral, que le está permitiendo experimentar y bajar un cambio, en la búsqueda de un tiempo para ella. Además, este mes se prepara para brillar en el Cosquín Rock, que la verá arriba del escenario con cantantes amigas.
¿Cómo te encontramos en este inicio de 2024?
Muy bien, fresca, contenta. Haciendo deporte, voy al gimnasio. Tranqui igual, tampoco es que me mato. Me cuesta. No es algo que lo haga con placer. Estoy obligándome a tener disciplina.
¿Es algo que te cuesta la disciplina?
En la actividad física, sí. Es extraño, porque soy buena para los deportes y tengo facilidad. ¡Pero los años no vienen solos! La veo a mi abuela que está hecha pelota y pienso que me gustaría llegar un poco mejor a la vejez. Ni siquiera es que quiero estar re buena en el verano. Sino ganar fuerza, sentirme vital. Ahora no tengo auto, entonces me muevo en bicicleta. Me desperté muy temprano, saqué a pasear al perro, ya di siete mil pasos en la mañana, después me subí a la bici. Aire libre, sol, lindo clima son fundamentales para la energía vital.
¿Ahora estás más enfocada en tu carrera musical que en actuar?
Sí y no. Hace un año estaba haciendo una obra de teatro en Mar del Plata, así que tampoco es que abandoné la actuación. A esta altura de la vida, con 37 años, aprendí a poner foco en varios lugares. Y también a saber dedicarle el tiempo a cada cosa. Por ejemplo, tengo una película que voy a filmar en junio, o sea que puedo sacar el foco por un rato de la música y ponerlo en el cine. Pero mientras, estoy enfocada en la música. Ahora tengo mucho rato para enfocarme en pequeñas cosas. Cuando estoy en la música, estoy cien por ciento dedicada a la música. Cuando estoy en la actuación, cien por ciento a la actuación. Me voy dividiendo. Y aparte, como soy inquieta, prefiero tener varias cosas para hacer.
Y en la música, ¿sentís que encontraste un lugar para expresar algo de tu voz propia más que en las otras artes?
La música me da la posibilidad de ser libre. Cuando actúo también soy libre, pero con ciertos límites que te da un guión, un director. Acá puedo explorar más y nadie me dice lo que tengo que hacer o cómo hacerlo. Finalmente, terminan siendo mis experiencias, mis ganas de contar algo, de sacarme algo de adentro que me haya hecho mal. Lo transformo en una canción para sanarlo y transformarlo en algo mejor.
¿Y te costó encontrar esa voz propia o la tenías muy clara?
A los doce años grabé mi primer disco. Era espectacular, una banda infantojuvenil, en la que cantábamos canciones reversionadas. Después, hasta 2017, que saqué mi primer disco oficial, nunca pude cantar ni expresarme. Me costó muchos años. Aún me cuesta, y creo que es parte del juego, de lo lindo y lo interesante, que te cueste. Si algo te sale muy fácil es como que..., no sé. Me gustan los desafíos, me gusta que todavía me cueste sentarme a escribir una canción, o encontrar el momento de inspiración, o la historia perfecta. Entonces, sí, me costó y me cuesta. Siento que todo el tiempo estamos cambiando, mutando.
Como rompiendo corazas dentro de nosotras mismas...
Justo hablaba con mi profe de batería de lo importante que es sanar esas heridas viejas desde el presente que hoy tenemos. Para mí, la mejor forma de sanar algo es hacer una canción. Quizá nadie la vaya a escuchar en la vida. Tengo un montón de canciones para prueba y error, ridículas, dedicadas a una silla, a una planta, a cualquier cosa. Son horas de vuelo. ¿Podría hacer una canción a esta experiencia que me dejó un sabor amargo y transformarla en arte? Para que pase a ser algo mejor.
“Es importante sanar esas heridas viejas desde el presente que tenemos hoy. Para mí, la mejor forma de sanar algo es hacer una canción”.
Hablemos de Intermitente. ¿Por qué el título, cuál fue la búsqueda?
Cuando le puse Intermitente, hablaba de los amores intermitentes. En un momento quería que el disco se llamara “Amor imposible”, pero “imposible” tiene una connotación negativa, no me parecía para el título del disco. Y me puse a pensar en cómo habían sido esos amores y cómo estaba yo, cómo habían sido todas esas situaciones que tuve que atravesar, y fueron intermitentes. Algo como que estaba y no estaba, se encendía y después se apagaba. Yo me encontré intermitente porque estaba haciendo una obra de teatro, terminando un disco, un mes medio apagada, después produciendo, haciendo canciones y videoclips, después la nada misma, después volver al estudio. Entonces me encontré así. Y después, cuando terminé de decidir el nombre, me di cuenta también de que es un tipo de dieta: el ayuno intermitente. Y yo ya venía de “Detox” y antes “Un té de tilo por favor”.
Como que se armó un menú...
¡Es mi tercera dieta esta! Dieta, pero que no significa que sea de algo de alimentación. Por ejemplo, detox de personas, detox de malos pensamientos. Y bueno, quizá la intermitencia también sea eso.
Es una forma de pensar la vida: somos todo el tiempo intermitencias. Somos luz y oscuridad, somos bueno, malo; amor, desamor.
Sí, es eso. Y como somos luz todos los seres humanos, o los seres vivos, me divertía. Me parece una palabra larga, tiene musicalidad, me gustó. Me pareció que cerraba bien con el disco, que también tiene alguna intermitencia musical, que es lo que vengo desarrollando desde el principio, como variedad y fusión de géneros.
Dijiste alguna vez de que es un disco inquieto, como vos.
Sí, re. Y creo que dentro de lo inquieto y de la intermitencia, es un disco fácil de escuchar y que te lleva. Por lo menos para mí y por lo que estuve charlando con la gente que sabe de música, es como que es un disco súper llevadero.
BIKINI (LAS PEPAS, $55.900), BOMBACHA ALTA (ONB, $10.000). - Créditos: Inés Auquer
¿Cómo te llevás con las redes sociales?
Cuando quiero agarrar las redes sociales es cuando más sola me siento. Cuando me siento sola, voy ahí a hacer una historia mientras rallo una zanahoria. Y después digo: “¿Qué estoy haciendo?”. Me siento una salame total. Descubrí eso: la gente se siente sola, porque si no, no estás compartiendo todo. Estaba con mis abuelos de vacaciones, decía: “Todo esto es instagrameable”. Pero no puedo disfrutar y sacar fotos. No tengo esa habilidad de sacar una foto linda y después hacer un video que esté buenísimo. Para mí es una herramienta de trabajo, pero me parece que a veces uno se pasa y empieza a mostrar cosas muy íntimas. Entiendo que para la gente que es conocida sea una herramienta, pero finalmente una persona que no es pública termina compartiendo mucha privacidad por hacer lo mismo que hacen los famosos, que muestran cómo se levantan, qué hacen en su día. Por momentos me agarra pánico, fobia, digo: “¿Esto está bien, está mal?”. Y descubrí eso en este último tiempo, que cuando me muestro, es porque me siento sola. Quizá nunca me sentí tanto sola, entonces, nunca tuve que mostrar demasiado mis cosas. Porque ni siquiera es compartir. Si yo quiero compartir algo, se lo mando a mi gente, a un amigo, a mi mamá, a mis abuelos, a mis hermanos. Es un arma de doble filo, donde una puede quedar expuesta a que opinen, y como ya de mi vida se opina demasiado, porque opinan de si mi música está buena o no, si la canción está buena o no, si estoy flaca o estoy gorda, si tengo granos o no... Si encima van a opinar de mi vida privada, me parece un montón. Pero es parte del juego en el que vivimos hoy también. Entonces, voy tratando de medirme, de mostrarme real.
Y el año pasado un posteo tuyo generó mucho revuelo, que fue cuando cumpliste años, donde pusiste “Toda crisis sirve para encontrar una mejor versión de lo que somos”. ¿Qué desencadenó esa crisis? ¿Y cómo la surfeaste?
El año de crisis tuvo que ver con cumplir años. Por lo menos, a mí eso me atraviesa. Es un año más o un año menos, nunca sé cómo pensarlo exactamente. De pronto digo: “no hice nada en todo el año”... y después: “¡Pará! ¿Cómo no hiciste nada? Grabaste un disco; hiciste una obra de teatro; te fuiste de gira, ensayaste; hiciste seis videoclips; tres publicidades. Bueno, pará, recalculando”. No hago terapia, me gustaría mucho este año quizás empezar. Me parece que es un buen año. Siento que después de esta crisis y de ver cómo salvar las papas, sin quemarme ni quemar a nadie, me vendría bien una ayuda. Pero pude atravesar esa situación, estando con gente que me quiere y que quiero, hablando mucho conmigo misma. Finalmente, ir al psicólogo es escucharse, decir lo que a una le pasa. Un profesional estudia para guiarte y para darte herramientas para que vos puedas resolver esos problemas. Pero ya cuando una se está escuchando, también puede ayudarse a sí misma. Así que fue eso: escucharme, escribir, hablarme en voz alta, expresar lo que me estaba pasando, con amigas o en soledad, y encontrar la forma de salir ilesa de esa situación con las herramientas que yo tengo. OK, 37 años, ¿cómo llegué hasta acá? ¿Qué me pasó? ¿Qué me confundió? ¿Por qué? Estar tranquila, comiendo rico, generando algún tipo de actividad, querer verme sana y encontrar mi mejor versión. A veces digo: “Qué aburrida la vida, que todos los días de mi vida me levanto y hago lo mismo, pongo la pava, tomo el mate, prendo la computadora, lavo la ropa, cuelgo la ropa, saco al perro, me lavo los dientes”. Eso me atolondra. Entonces, cambio mis rutinas para reencontrarme de otra forma y sobrevivir. También escuchar música, pasear, ir al teatro, al cine, tener reuniones, encontrarme con gente. Creo que eso es lo que me salvó o nos puede salvar.
Y también mencionaste a personas que te supieron abrazar cuando vos no podías, ¿quiénes conforman tu red?
Mis amigas y mi familia, que me perdonan todo. Son esos vínculos que son irrompibles.
“Cuando agarro las redes sociales es cuando más sola me siento. Descubrí eso: la gente se siente sola, porque si no, no estás compartiendo todo”.
CAMISA, CORPIÑO Y BOMBACHA ALTA DE BIKINI (CIPITRIA, $71.880, $31.070 Y $29.900), ANTEOJOS DE SOL (MR. BOHO, $119.000). - Créditos: Inés Auquer
¿Cómo es esa relación con tus amigas? ¿De dónde las conocés?
Este grupo de amigas arrancó hace siete años. Son colegas. Unas son dueñas de un teatro. Somos personas totalmente distintas todas, en personalidad, en laburos, en cuerpos. Personas reales. Muchas veces me replanteo la amistad pensando: “No hicimos nada, nos quedamos con el culo aplastado”. Y, a veces, la amistad es eso, es solamente compartir un rato. Algunos días, alguna tiene algo para decir, y otros días nadie tiene nada para decir. Entonces contamos chistes, cantamos, vamos al karaoke, hacemos boludeces para compartir. Mis amigas son el lugar donde estás cómoda, donde podés decir lo que quieras, y nadie te va a juzgar, o quizá te dicen: “Che, amiga, esto no está bien”. O hablamos y discutimos, y cada una trata de hacerle entender a la otra por qué piensa de tal o cual manera una cosa. Y a veces llegamos a un acuerdo y a veces no, y no pasa nada, porque al final eso es lo que nos hace un grupo.
¿Y es verdad que no tenés hobbies?
Lo puse en mi lista de deseos del año 2024: encontrar un hobby. Este año con mis amigas hicimos dos listas. Una la quemamos, que era lo que queríamos que se fuera, y la otra la sembramos. Hicimos rituales, estuvo muy divertido. Antes decía que mi hobby era cantar o a tocar la guitarra.
Claro, pero ahora es un trabajo.
Sí. Me gustaba andar en rollers, pero ya lo dejé de hacer. Y es re loco, cuando me di cuenta de que no tenía un hobby, pensé: “Qué triste”. Necesito encontrar un hobby.
Pero no se te ve como una mina que no se conecta con el disfrute.
Yo soy disfrutadora serial. Pero hay algo también de que arranqué a trabajar a los nueve años. He dedicado mi vida a trabajar, no a disfrutar. Que después, sin querer, disfrutás porque encima tu trabajo te gusta, bueno. Porque después el trabajo es trabajo, ¿no? Pero sí, me falta. Cuando cocino, disfruto, pero también cocino porque me tengo que alimentar. Cuando vienen mis amigas, re cocino.
¿Sos anfitriona?
Recontra remil. Me gusta decorar, preparar todo, pero también lo hago porque vivo en mi casa y voy poniendo cositas.
TRAJE DE BAÑO (CARO CUORE, $69.900), SANDALIAS (MISHKA, $96.000). - Créditos: Inés Auquer
Recién dijiste que empezaste a trabajar muy joven. En algún momento, ¿te pusiste a pensar “qué bueno que estuvo haber trabajado desde tan chiquita” o “no sé si lo volvería a hacer”?
No me conviene mirar tanto para atrás. Hoy pienso que si tengo un hijo o una hija, no la dejaría que trabaje de chica. No porque me haya hecho mal, ni mucho menos. Fui una niña muy feliz, terminé el colegio muy bien, tengo amigas desde la infancia, no quemé ninguna etapa. La verdad es que mis padres me acompañaron muy bien en todo el camino de trabajar en la infancia.
¿Recordás algo difícil de esa época? ¿O siempre fue un lugar de juego y de disfrute?
Me acuerdo que estaba cansada. Iba al colegio doble turno, pero ninguna tarde fui al colegio y entonces tenía que estudiar después. Me parecía difícil tener escenas donde hablaba, me peleaba o me daba besos, cosas que no son normales para una edad de diez años. Igual, no me traumaron. Fui bien acompañada en todo ese camino. Pero obvio que fue difícil la vida después. No ir al bautismo de mi amiga, no ir al cumpleaños, no ir a la comunión, nunca juntarme a tomar mates con mis amigas en la secundaria, porque siempre estaba trabajando. En el viaje de egresados filmé una novela mientras estaba de viaje. Mitad filmaba, mitad disfrutaba. Como que siempre fue eso. Puedo disfrutar, pero por ejemplo, si tengo que viajar por trabajo, y por ahí aprovecho un ratito y te vacaciono, unas horitas. Hay algo ahí del disfrute dejado de lado, sin querer, ¿no?
También desde chica ganaste plata. ¿Cómo es tu relación con las finanzas hoy?
¡Un desastre! Obviamente, pago mis cuentas, pero no soy buena. Yo sé todo, tengo todo en mi cabeza, si me falta algo, lo sé, si me falta pagar, o si cobré o no. No lo tengo anotado, pero siempre está en mi mente. Pero después soy medio vaga. Toda la cuestión administrativa, soy un desastre. No sé si necesito un novio o un contador.
En una entrevista hablaste de la idea de que estaba muy idealizada la belleza hegemónica y vos mencionaste que vos estás acostumbrada a que se hable de tu cuerpo. ¿Cómo estás hoy con relación a tu cuerpo y a las presiones que recibís, o no, acerca de eso?
Muchas veces no me siento conforme con mi cuerpo, pero tampoco hago nada para tener el cuerpo que me gustaría. Entonces, no me puedo quejar. Digo: me voy a poner las pilas, voy a comer liviano, voy a tratar de ir al gimnasio, voy a salir y andar en bici. Pero eso es algo que hay que hacer siempre. Para tener el cuerpo de Sol Pérez, ella se esfuerza un montón. Yo prefiero quedarme en mi casa jugando a tocar la guitarra sentada y no tener ese culo hermoso. Y está bien.
¿Alguna vez sentiste presiones acerca de tu cuerpo?
La presión a veces me la pongo yo misma. En algún momento me ha pasado en esta carrera que opinen. Me acuerdo de haberle dicho a alguien: “Soy actriz, no modelo. Este es mi cuerpo”. Me acuerdo de que a los 18 tomaba pastillas anticonceptivas y estaba hinchada. Dejé de tomarlas y mi cuerpo volvió a ser el que tenía. Pero sí. Yo voy al gimnasio con mi tía y con mi mamá. Vamos desde junio, todavía no tengo un solo músculo marcado, ¿cómo puede ser? Mi tía me dice: “No, te tenés que matar”. Bueno, nunca lo voy a tener, entonces. Y lamentablemente, si voy a la playa y alguien me conoce, se va a fijar si tengo celulitis, si tengo buen culo, la panza. Lo hacen con alguien que no conocen, imaginate con alguien conocido. Quizá nosotras mismas lo hacemos. Y después vas a Brasil y nadie se fija nada...
¿Sentís que hay una apertura de las mujeres en abrazar más los cuerpos que tenemos?
Yo creo que sí, que está la intención. Hay un deseo y una intención. OHLALÁ!, por ejemplo, siempre muestra mujeres reales.
Sí, porque eso también genera conciencia y representación...
Cien por ciento. Pero después te vas a probar una bikini en septiembre, porque te vas en diciembre de vacaciones y te querés matar, porque el probador es horrible, el espejo te deforma, la malla no te queda como la de la foto y te comprás una túnica. Pero no porque alguien te vaya a juzgar, porque muchas veces somos nosotras mismas quienes más nos juzgamos.
¿Y pensás que eso nos pasa porque crecimos con mucho formateo desde los medios?
Claro que sí, pero siento que aunque mejoramos, eso sigue estando. Ves una película en cine espectacular y tenés al chabón sin maquillaje y a la mina toda maquillada y estirada. Hay algo que está raro ahí.
Es mucho laburo deconstruir todo eso.
Hay alguna que otra modelo, cantante o actriz que rompe con todos los esquemas que venimos acostumbrados, pero sigue siendo la minoría.
TRAJE DE BAÑO (CARO CUORE, $69.900), SANDALIAS (MISHKA, $96.000). - Créditos: Inés Auquer
Hablando más del contexto... ¿te pega la situación argentina de crisis o tratás de aislarte un poco?
Me encantaría aislarme, pero vivo acá y es imposible. Por ejemplo, yo tenía un auto por un contrato con una marca. Se terminó ese contrato, devolví el auto y dije: “¿Me voy a comprar un auto ahora?”. Decidí que no y mientras, me muevo en transporte público. Y después soy una persona ahorrativa por naturaleza, no soy consumista. No me interesa tener el último zapato, la última bikini ni la última cartera. No consumo Coca-Cola ni galletitas procesadas. Pero quizá me compro una palta que cuesta $1500. Hay que ajustarse en todo.
¿Y cuál es tu pequeño lujo cotidiano, si no te gusta consumir?
Me compro plantas, por ejemplo. Están caras también, pero también las reproduzco, o le robo a alguna vecina, una plantita. Me gustan los muebles antiguos, me voy al mercado de pulgas y busco ahí.
BRALETTE DE PERLAS (DE NATALIE), FALDA CON SHORT (LACOSTE), SANDALIAS (MISHKA, $82.000). - Créditos: Inés Auquer
En este mes, en la revista hablamos mucho de los vínculos, ¿sos de tener vínculos pasajeros?
Sí, miles.
¿Y eso te sienta bien? ¿Te gusta la intermitencia vincular o te gustaría algo más estable?
Ahora, ya no me acuerdo cuánto hace que estoy soltera... Me separé hace varios años. Creo que quedan cosas por sanar, quizá por eso no me estoy atreviendo a algo nuevo. Para mí, Dios tiene algo preparado muy grande para mí. Ya estoy en edad, me gustaría encontrar a alguien para caminar el resto del camino. ¡Qué difícil!
La pareja es uno de los aprendizajes más desafiantes...
Yo creo que algún loco debe andar suelto por ahí, que me está esperando y yo lo estoy esperando. Sí, tengo ganas de estar en pareja. Pero bueno, los que me gustan no me dan bola y los que gustan de mí, quizá no me gustan tanto. Estamos en una era difícil para los vínculos.
¿Cuál sentís que es el conflicto hoy en los vínculos?
El compromiso. No sé. Creo que nos está costando mucho hablar. La posibilidad más linda y más valiosa que tenemos los seres humanos es la palabra. Y es difícil, a veces. Ahora, está el famoso “te ghosteo”. ¿Y por qué? A veces una palabra al otro lo puede sacar de una crisis absoluta o abrirle los ojos. Si vos no querés estar más conmigo, es más simple decir: “Che, estoy en otra o ahora no puedo”. Tampoco te digo un montón de explicaciones, pero algo. Creo que es eso, es la palabra, la no comunicación. Ahora la monogamia no existe: ¡cuánta libertad, yo con vos, yo con todos! ¡Tanto desnudo en Instagram! No sé, es como raro. Yo trato de ser responsable de esas cosas, y si alguien me escribe dos, tres veces, le clavé tres, cuatro vistos, y un día digo: “Che, esto está mal. A mí no me gusta que me lo hagan. Voy a responder”.
Pero hay un levante en redes, ¿o no?
A mí no me pasa.
¿Te metés en apps de citas?
No. Me da miedo, un poco. Pero creo que ya es un buen momento para encontrar a alguien que quiera compartir un camino, formar una familia, tener una casa, decorarla, irnos de vacaciones.
¿Y la soltería te trajo algún descubrimiento sobre vos misma?
Miles. Aprendí a vivir sola y divertirme conmigo. Eso es bastante clave, saber qué hacer cuando el otro no está en tu casa o si no vivís con esa persona. Yo conviví seis años y me pasaba un poco eso. Cuando él no estaba y yo sí, quería que estuviera, y nunca coincidíamos. Y ahora pienso que mejor. Creo que una aprende a reconocerse, a conocerse y a saber lo que le gusta. Después, como dicen muchos, la convivencia mata todo. A vos te gusta el salero acá y al otro le gusta allá, ¿y cómo hacemos? Bueno, tengamos dos saleros. Encontrar formas y entender que el otro tiene errores, defectos y muchos problemas igual que nosotros y ganas de salir con los amigos, de emborracharse, o de no hacer nada. Humanizar al que tenés enfrente, porque también le pasan cosas. Tolerancia y aceptación. Es fácil decirlo, pero difícil ponerlo en práctica. Porque un día estás vos de mal humor y el otro está de mal humor y agarrate. Igual, siempre tratando de que las diferencias se puedan conciliar. Es una tarea re difícil, la de compartir y coincidir todo el tiempo con una persona. En mi casa, mi mamá y mi papá están juntos, mi abuela y mi abuelo están juntos.
Tenés como re lindos modelos.
Tengo re lindos modelos a seguir... ¡pero todavía no encontré el modelo que me acompañe a mí! (risas).
Estilismo de Natalie por Segundo Etchebehere. Maquilló Elisa Bressan. Peinó Flor Nitto para Estudio Caparra. Agradecemos a Bestway, Promúsica, Guapaletas y Josefina Vives su colaboración en esta nota.
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