La “betaespera”: cómo transformarla en una posibilidad de encuentro y refugio con la pareja

 

Ya hablamos en notas anteriores, que el proceso para lograr la maternidad o la paternidad suele estar plagado de múltiples emociones dispares, como ansiedad, bronca, incertidumbre, tristeza, deseo, impotencia, miedo, enojo, alegría, euforia, expectativas esperanzadoras. Estas emociones pueden elaborarse en el marco de un tratamiento terapéutico especializado, que permita resignificar y generar nuevos aprendizajes.

Las intervenciones médicas que transitan los individuos pueden ocasionar una intromisión, incomodidad y molestias, pero también pueden ser una invitación para conocer y reconocer el organismo, su funcionamiento y sus límites. Por este motivo resulta fundamental escuchar cómo el cuerpo y las emociones hablan al concebirse como una unidad integral, irreductible a la eficacia del sistema reproductor y sus componentes. 

 

Realizar prácticas invasivas conlleva a sentir estrés y, por ende, a la necesidad de incorporar actividades placenteras para reconfortarse. Tal vez seá momento de comenzar alguna actividad recreativa, algo pendiente, salir a caminar o potenciar el contacto con la naturaleza.

Los beneficios de las personas que lograron abrirse al diálogo, a la expresión de sus emociones más íntimas, y al reconocimiento de lo complejo y angustiante que puede ser el proceso. Darse lugar a estar triste o desanimada/o sin juzgarse resulta productivo, como también lo es validar los sentimientos y el estado de ánimo de la pareja.

Y acá queremos detenernos: la pareja, cómo sostenerse en este tiempo de "betaespera" tan incierto. Poder dialogar e intercambiar experiencias con la pareja tiende a disminuir la ansiedad, a incrementar la empatía y a construir recursos alentadores para afrontar lo propio. Compartir las diversas vivencias y las emociones podrá contribuir a poner en perspectiva el recorrido personal y a mejorar la tolerancia a la espera.

 

El desafío de muchas personas para concretar el sueño de ser padres implica ponerse en manos de otros y para ello la confianza en los profesionales intervinientes es un aliado fundamental. Los modos de afrontamientos son singulares pero resulta aconsejable escucharse uno mismo, interpretar las necesidades propias de cada momento, reconocer los límites en la cantidad de tratamientos, la necesidad de hacer una pausa o analizar otras alternativas.

Cuando las cosas no salen como las esperamos, o idealizamos, comenzamos a cuestionarnos y buscar respuestas. Esta es una oportunidad de crecimiento personal y con la pareja, si sabemos cómo abordarlo.

Transitar momentos dolorosos en compañía, refugiarse en las personas o situaciones que alivian, dialogar cuando así lo requieras es un proceso del cual se puede sacar provecho, de donde puede surgir un aprendizaje enriquecedor para el resto de nuestras vidas.

IG: @psico.ceciliataburet