"Uy, me colgué": ¿qué efecto tiene esta frase en nuestros vínculos?
La frase "me colgué", común en contextos sociales y laborales, tiene fuerte impacto en nuestros vínculos. La psicóloga Silvana Vattimo señala cómo podemos transformar ese hábito en una oportunidad de conexión con los demás.
24 de enero de 2025
El "Uy, me colgué" puede revertirse con cambios de actitud que reconecten con las personas que queremos. - Créditos: Getty
¿Quién no escuchó —o dijo— alguna vez “¡Uy, me colgué!” ante un olvido? La frase, tan cotidiana como generacional, aparece como una especie de sincericidio que, según la psicóloga Silvana Vattimo, directora en SCI Comunidad, “puede tener un efecto corrosivo si no está acompañado de un reconocimiento más profundo del impacto que tiene en el otro”.
De la espontaneidad a la desconexión, “me colgué” parece ser un comodín moderno, especialmente en los círculos más jóvenes, quienes, como destaca Vattimo, tienden a priorizar la honestidad inmediata por sobre la excusa elaborada. Sin embargo, detrás de este aparente valor de la transparencia, se esconde un desafío mayor: cómo reparar la desconexión que este olvido genera en los vínculos, ya sean sociales o laborales.
El cuelgue: ¿sinceridad o desinterés?
Desde responder tarde un mensaje hasta olvidarse de una reunión clave, “colgarse” puede leerse como una falta de interés o compromiso, especialmente en entornos laborales. “El problema no está en el olvido en sí —todos nos olvidamos alguna vez—, sino en lo que viene después”, aclara Vattimo. Ella llama a este fenómeno “la credencial de inimputabilidad”, una suerte de pasaporte social que evita responsabilidades y, al mismo tiempo, anula cualquier posibilidad de retruco o reparación por parte del receptor.
¿La consecuencia? Desconfianza. “En los espacios laborales, cuando se percibe esta falta de compromiso, el equipo pierde rumbo, y el barco queda sin timón”, señala Vattimo.
El impacto del “colgado” en los vínculos laborales
En un contexto de trabajo en equipo, una respuesta como “me colgué” —sin un pedido de disculpas ni una acción concreta para remediar— puede minar relaciones a largo plazo. “Es un mensaje que resta importancia al otro, y eso no solo invalida el pedido original, sino que también afecta la percepción de confiabilidad y profesionalismo”, agrega la psicóloga.
En estos casos, el olvido no es el problema central, sino la falta de esfuerzo para reconectar. Vattimo insiste en que el desafío está en desarmar el hábito del cuelgue y reemplazarlo por una actitud de conexión y responsabilidad.
El “después” del cuelgue: oportunidad de cambio
“Colgaste. Bien, ¿y ahora qué?”, plantea Vattimo, lo que invita a reflexionar sobre las oportunidades que surgen tras un error. Según ella, hay dos caminos para transitar este choque de respuestas:
- Del lado del “colgado”, reconocer el error no basta. Hay que mostrar un interés genuino por enmendarlo y evitar que el olvido se transforme en hábito.
- Del lado del receptor, no personalizar la respuesta, sino abrir un diálogo que permita construir un puente hacia el entendimiento mutuo.
“El olvido puede ser un punto de partida, no un final”, opina Vattimo. En un mundo hiperconectado, en el que las notificaciones no paran y las redes sociales se convierten en nuestra vía oficial de intercambio, ordenar y clarificar las expectativas resulta esencial para preservar los vínculos.
Ser genuino es un valor, pero también lo es la empatía. Como concluye Vattimo, “una respuesta sincera debe venir acompañada de la intención de reparar. Solo así podemos transformar un cuelgue en una oportunidad de conexión más profunda”.
Entonces, la próxima vez que digamos “me colgué”, tal vez sea momento de agregar un: “¿y cómo puedo compensarlo?”.